9º día del MES
DEL SAGRADO CORAZÓN
YO
HAGO SIEMPRE LO QUE AGRADA AL PADRE.
Es
la gran definición de su vivir diario, hecha por el propio Jesús. No dice que “cumple”,
no dice que no peca, no dice que no ha dañado a nadie. Que todo eso es cierto
que lo expresó en algún momento distinto: antes
pasarán el cielo y la tierra que el que deje de cumplirse un punto de la i de la Ley… ¿Quién pude argüirme de pecado… Hizo el bien
por donde pasó. Pero cuando se define a sí mismo, lo dice de otra manera
mucho más radical: Yo hago siempre lo que agrada al Padre. Porque la grandeza de una vida no es “no
hacer el mal”, o “no pecar”…, ni eso define la vida cristiana o de seguimiento
de Cristo. El secreto del auténtico discípulo es su lucha y su búsqueda de lo que agrada al Padre.
No
se supone que eso sale solo, ni que a Jesús le saliera como innato. Su realidad
humana es totalmente humana, y más de una vez pudo experimentar su rechazo a
situaciones o personas. Pero el movimiento de un Jesús orante y mirando los
ojos de Dios, es la de hacer lo que le grada a Dios, por
encima de toda otra reacción espontánea, de algún enjuiciamiento humano. A Jesús no se le escapa un mal modo…, porque
su Corazón está siempre mirando al Cielo, y viendo ese rostro de Dios.
He
dicho más de una vez que Dios le cambiaba
el paso a Jesús más de una vez…; que
Dios hablaba a través de los acontecimientos, y que Jesús supo “interpretar los
signos de Dios” a través de esos acontecimientos y situaciones. Jesús mismo les llamó “signos de los tiempos”… Y tras ellos, cambió la dirección de su
paso más de una vez, porque “leyó” que otra cosa agradaba más a Dios. Y Jesús hizo
siempre lo que agradaba a ese Dios y Padre, que era su blanco adónde
iban todas sus flechas. ¡Y hacían diana!
Cuando
planteamos nuestro vivir cristiano no tenemos más remedio que ir entrando por
esa línea. No digo que ya tenemos que estar en ella de una forma definitiva…, ni
que podamos estarlo en un abrir y cerrar de ojos. Pero sí digo que hay que
lanzar la flecha en esa dirección, aunque todavía fallemos mucho y demos en el
diana. Lo que no podemos es estar errando
el tiro una y otra vez y quedarnos como si no pasara nada. Nos tendremos que plantear mil veces nuestro
vivir, nuestros pensamientos, nuestros juicios, nuestras palabras, nuestros
sentimientos…, y allí donde no estemos buscando sinceramente agradar al Padre, caer en la cuenta de
que estamos fallando el tiro. Y
precisamente una de las palabras que definen al PECADO en las expresiones
antiguas, es la que expresa exactamente “”errar el tiro”, no dar la flecha
en el blanco.
Por
tanto es un poco simple o ignorante quien dice que “no tiene pecados” porque no
ha fallado gravemente. La pregunta –prescindiendo
de grave o no; de venial o no- es si se buscó dar en el blanco…, en la diana…, ¡agradar al Padre!. Y salirse ya de ese
planteamiento nos está diciendo lo rácano de tantas visiones de quienes
pretendiendo ser cristianos, están errando
el tiro… (están en la dinámica de pecado, aunque no lo reconozcan como tal,
y quizás ni lo lleguen a experimentar en su conciencia, que –por desgracia- se
va “acomodando”, se va “acorchando”, va perdiendo sensibilidad…, y acaba
haciendo un cajón de sastre donde caben más fallos de los que la persona
reconoce.
Quiere
decir que, en esa medida, nunca abordará situaciones que le están
obstaculizando gracias de Dios con la
que podría encontrarse si se detuviera y pensara, en desnudez de sí mismo, y
para decirlo con una manera de fácil comprensión: si esas mismísimas cosas que
justifica uno en sí, no las estará viendo con ojos bastante más críticos cuando
las hace o dice otro.
Queda
camino por recorrer. Y no debe
desanimar. Pero debe hacer pensar que ya
es momento de poner manos a la obra…, a
su propia realidad personal…, porque sólo puede tener un camino, un
objetivo claro y evidente: hacer siempre lo que agrada al Padre.
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