Día 28.- GUARDAOS DE LA LEVADURA DE LOS FARISEOS.
El gusto de Jesús por intrigar a
los oyentes y levantarles así un interés añadido, se verifica aquí (como en
tantas otras veces). De pronto les sale
por esa precaución a la que nunca había hecho mención. Como ellos eran de vuelo
corto, lo único que se les vino a la mente es que se habían olvidado comprar
panes. Jesús apuntaba mucho más alto. Lo
peligroso de los fariseos no era su particular levadura de sus tahonas. La
amenaza envenenadora era su hipocresía, Y a ello se refería Jesús. De panes y de levaduras Jesús sabía, hasta
para sacar panes de donde no los había. Lo que a Jesús le hería y preocupaba
era aquella falsía con la que engañaban y desfiguraban la misma verdad de Dios,
Jesús no previno de los pecados
particulares que podía tener cada persona.
Él tendría siempre una fuerza y
un perdón, un alma abierta a la misericordia y una mano extendida para abrazar, Pero donde quedaba chafada su fuerza y
cortado su río de amor, era en esa levadura
de los fariseos. Es que era un impermeable que se cerraba a la lluvia benéfica
de Jesús…, y que –como levadura, aunque malsana- iba contagiando alrededor. A
la falsía impenetrable de los fariseos, Jesús podía prevenir…: que sus
apóstoles y discípulos, y las gentes de buena fe, evitaran a distancia el
contagio peligroso de quienes no ven, ni quieren ver, y se parapetan en su
seguridad.., esa seguridad de la soberbia de quien quiere ser “como Dios” y
saber más y mejor que Dios.
Ningún “fariseo” admitiría que
él esté en esa situación…, que es la gran prueba de que lo está. Porque alguien que ni duda, ni admite dudar
ante quien trata de ampliarle el horizonte, está en la pura levadura de su
engaño, su falta de sinceridad, su huida de sí…, que es lo típico de quien
evita que otro pueda intentar abrirle horizonte. Siente como que le quitan el suelo bajo sus
pies…; y prefiere agarrase a su clavo ardiendo, sin moverse un ápice de su loseta
en la que se siente seguro…, y pretende que hasta “verdadero” por encima de las
otras verdades que aportan los que tiene a su lado.
No habló Jesús del aspecto
ridículo del que se cree poseedor de toda la verdad. No es capaz de sentirse ridículo
el propio hipócrita…, y sin embargo –desde fuera- se le ve contorsionado en su
personal intento de pasar por la vida como quien está por encima del bien y del
mal.
¿Y qué ocurre?
¡Que ojalá descubra las ventajas de lo que yo llamo: mirarse al espejo, porque entonces no necesita aparentar, y el bien o el mal que puede
haber en tal persona y que actúa por la espalda, puede quedar como postema al descubierto. Cierto que queda inicialmente repugnante,
pero –una vez vista de frente-, puede ser sajada, desinfectada, curada.
Aquí es donde
el que ha elegido ser pobre, halla la
felicidad de tener a Dios por Rey. Ahí el pobre es feliz. Y aun descubriendo
sus carencias y pecados, jamás se viene abajo. Dios es su Rey, y en ese CORZÓN
DE DIOS puede echase sin temor… Y SER UN POBRE FELIZ, UN PECADOR FELIZ, un alma que se sabe pecadora, y a la vez
arrepentida y admirad de la MISERICORDIA DE DIOS.
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