Día 29.- LEVÁNTATE, TOMA TU CAMILLA Y VETE A TU CASA.
Esta expresión, que se
repite en el Evangelio en varias ocasiones, puede ser perfectamente sentida
hoy, día de San Pedro, como palabra que encierra la historia de Pedro, como la
de cualquiera que llega a encontrarse con Jesús.
Lo que puede hacer distinta la
historia es la situación de la persona. Hubo un paralítico, que recibió esa
misma palabra, ¡pero él tenía siquiera 4 amigos que le ayudaban! En el caso que San Juan nos cuenta del que
esperaba el movimiento del agua, “no
tenía a nadie” –nadie que le acompañara, nadie que le ayudara…- Y allí apareció Jesús para darle la solución total.
Jesús no iba a empujarle para que llegara antes al agua… Jesús se fue directo
al tema, y si no tenía a nadie, ahora tiene a ALGUIEN con el poder y la cercanía
de quien le sale al paso, se interesa y
le da la orden de ponerse en pie y marcharse con la camilla a cuestas.
A Simón no le dijo esas mismas
palabras, pero para el caso es igual. Simón era simplemente “el hijo de Jonás”; su mundo, la pesca y
lo que es la pobreza de un pescador…, casi diríamos que el camastro donde
echarse la noche que podía echarse tras sus horas de pesca o de intentos de
ella. Un día se le presenta Jesús. Simón ni ha pedido ni se le ocurriría
pedir. Pero Jesús se le hace el
encontradizo y le pone delante una misión misteriosa de pescar hombres. Si no era “dejar
la camilla” y marchar a su casa, aquí era precisamente dejar su casa y lo suyo
y lanzarse a la aventura singular de dejar que Jesús marcara los pasos de su
vida.
No le fue fácil aquello a Simón,
demasiado hecho a su independencia. Pero Simón “dejó su “camilla” (su barca,
sus redes, su familia…) y emprendió ese otro camino de diversa libertad, que
fue el de darse a Jesús. Hubo muchas alternativas, propias de uno que está
recién convertido y de vez en cuando tiene la tentación de “recuperar su
libertad”.
Pero Dios lo había elegido y el
día que Jesús preguntó quién decís
vosotros que es el Hijo del hombre. Simón dio una respuesta que –en sí
misma- dejaba ya de una vez “su camastro” humano, y respondía con palabra
directa de Dios que le revelaba a Jesús
en la mayor profundidad: ERA EL MESÍAS,
y era EL HIJO DE DIOS VIVO. Evidentemente allí no hablaban los típicos
impulsos de Simón. Allá era Dios mismo quien le hacía decir lo que Simón ni vio
ni podía ver, pero al que Dios le revelaba.
No había que decirle que dejara
su camilla… Ahora Jesús se presentaba a
Simón con la gran autoridad de quien le imponía un nombre nuevo, y le reconocía
cómo Dios mismo lo había puesto “en movimiento” hacia una altura mucho
mayor. Y Jesús se lo confirmaba y lo
ensalzaba con un nombre básico de PEDRO, que ya suponía una misión divina en la
historia humana.
No empañaré un final tan sublime
y esencial. Me quedaré ahí. Tiempos hay para ahondar y reflexionar de forma muy
personal, y que no se nos queden al margen las consecuencias de toda esta
escena. Tampoco nos detenemos en la escena de aquel paralítico, que no acabó
tampoco de forma simple.
Donde yo quiero conducir esta
reflexión de hoy es hacia una parte práctica, en la que seamos capaces de
plantearnos si ceca de nosotros hay quien
“no tenía a nadie”... Si cerca de mí puede haber “alguien
que me estuviera esperando…”, porque hay en la vida muchos que
necesitan, bien de alguien que les empuje al agua…, bien del que nos revele
alguna cosa que ha enseñado Dios, en un
mundo donde es tan peregrino lo que dicen
los hombres que es el Hijo del hombre, y donde una plaga que invade lo
religioso e intenta eliminarlo. Alguien
tiene que clamar que Jesús es el MESÍAS-HIJO DE DIOS, y que es bendito de Dios
quien lo vive en el fondo de du fe y en la realidad de su vivir. [Que luego
ocurre que somos muy acertados de palabras…, pero se nos escapan los hechos…
Que esa historia también está en el
Evangelio.
Comunico que Ana Mari
Bartolomé
esposa de Javier
Madueño (el origen de este blog),
se encuentra grave.
Y que nos toca
poner nuestra oración ante el Señor
para suplicar
por su mejoría y restablecimiento.
Me uno a la oración por el restablecimiento de Ana Mari. Ponemos nuestra confianza en el Señor y en María.
ResponderEliminarMe uno a las oraciones por Ana Mari, personalmente y en nombre de todos los miembros del Apostolado de la Oración de Málaga
ResponderEliminar"SEÑOR, SI TÚ QUIERES... PUEDES..." me uno a esta oración dicha por un enfermo a JESÚS en el Evangelio. Y sabemos que Jesús dijo "sí" con el Corazón. Unida a ti, Javier , en estos momentos; CONFÍA EN EL SEÑOR... y en las oraciones de todos nosotros. Un abrazo. Ana María.
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