DÍA DE LA ESPERANZA
Alguien ha
llamado a este día de TODOS LOS SANTOS, el
día de la esperanza. Y pienso que es un muy acertado modo de haber entendido esta festividad solemne de la
liturgia cristiana. Lo que está
celebrándose en la mentalidad actual del
pensamiento cristiano no es una especie de asamblea solemne que reúne a todos
los santos canonizados o Beatos, ya así declarados por la Iglesia. Sino que la
fiesta de hoy reúne a esa multitud
innumerable –que describe la primera lectura- y que abarca a tantos santos
que no han subido a los altares, pero que su santidad está reconocida en el
Cielo.
Aquí encontramos ya esa ingente
multitud de todos los siglos, y toda es gran cantidad de personas con las que
tantas veces nos hemos relacionado o con las hemos coincidido en el autobús, el
metro, en el ascensor…, tan desconocidos en su realidad y sin embargo hombres y
mujeres, jóvenes, ancianos y ancianas, que han formado parte de nuestra vida
cotidiana aunque sea de forma innominada.
Pero si extendemos más el concepto, según la expresión de San Pablo, ahí
estamos todos los santos de la comunidad
tal o cual, los que también caminamos en dirección hacia Dios, siguiendo
a Jesús, que es quien abre camino y lo desbroza para que lo podamos
seguir transitando.
Esa es NUESTRA ESPERANZA. Todos somos hijos de Dios como realidad
actual, y en tanto que nuestra vida de hijos se va desgranando con esa mirada
puesta en Dios, y bien seguros de Él. Porque si hijos, también herederos junto
a Cristo, y por eso caminamos cada cual con nuestra palma (nuestras buenas
obras, nuestros sufrimientos y oraciones, nuestros gozos y alegrías, nuestros
trabajos y nuestras cargas…), en esa dirección inequívoca que desemboca en el
Cielo: en el abrazo pleno y eterno de Dios.
Todo eso tiene un camino, y Jesús
lo ha llamado “Avenida de las
bienaventuranzas” porque no es una vereda que obligue –por seguridad- a
poner el pie con precaución para no salirse ni a derecha ni a izquierda. En esta avenida hay un indicador general que
marca la velocidad mínima y máxima (coincidentes): Escoger a Dios como único Rey y Señor de nuestra vida, a través de ser pobres de espíritu. Eso
es lo que nos garantiza ser hijos de Dios,
como no dijo San Juan en la 2ª lectura.
Pero ser pobres de espíritu no
es una indefinición abstracta, ni un término de llegada, ni una norma etérea. Porque
la esperanza y seguridad de nuestra vida tiene amplios horizontes como labor a
ir desarrollando en nuestro caminar diario. Y pone Jesús en primer lugar a los sufridos. No es simplemente los que sufren, sino los
saben llevar el sufrimiento con la grandeza y la elegancia de quien se sabe ir
pisando sobre la huellas de Jesucristo. Se podría entender perfectamente con la
otra dicha que expresa Jesús de los que
lloran. O sea: saber sufrir es
también saber llorar. Hay llantos de rabia, de soberbia humillada, de amor
propio aplastado… Esos –evidentemente no hacen feliz a nadie, sino todo lo
contrario. Esos se han salido de la avenida de la felicidad y se han metido en
el atajo del Yo, que está lleno de espinos hirientes. Saber sufrir y saber
llorar quita de en medio todo ese mundo del amor propio, de la irreflexión, del
victicismo, y pasa a hacerse lágrimas
pacíficas y suaves: unas veces en la
aceptación del propio pecado reconocido, aceptado y superado por la esperanza
gozosa, que se derrama en esas lágrimas consoladoras. Otras en la reflexión
profunda que busca dentro el tesoro que uno tiene en los hondonales de su vida
interior. Y todo eso aderezado por la gran bienaventuranza del que vive la paz y es portador de paz. En cuanto falla la paz, falla todo el
sistema, porque la paz es el termómetro que nos dice si nuestro llanto, nuestro
sufrir, nuestro arrepentimiento…, se cuecen en el silencio del alma, de lo
profundo del alma, para digerir y hacer como Maria Santísima: guardar
todas las cosas en su corazón. No
sólo las gozosas (que eso pude ser más fácil), sino las otras que no se
entienden pero que –por lo mismo. Piden a gritos adentrarse en los hondos
pliegues del alma. Y es que hay una
verdadera ansia y sed de fidelidad a
Dios, y eso es lo que marca el trayecto (al margen de cualquier mirada o
juicios humanos). De ahí, el salto a la misericordia es automático. Todos entendemos muy bien la necesidad que
tenemos de que otros sean misericordiosos.
Buena escuela interior para vivir uno mismo esa misericordia, que es
capaz de bajar a los detalles en juicios, palabras y actitudes…, para usar
hacia fuera la misma misericordia que tenemos con nosotros y que reclamamos
para nosotros. Y estamos llegando al punto crucial de la gran avenida (que no
el final…): cuando experimenta uno la felicidad de padecer por su fidelidad…
Padecer hasta incomprensiones, y –dice Jesús- que las persecuciones en razón de esa fidelidad.
Es día DE LA ESPERANZA porque el
final de ese trayecto (que no está pleno en esta vida) es que tendrán su recompensa grande
en los Cielos. Porque el verdadero destino del hijo de Dios es el abrazo eterno de su Padre. Pero lo normal es que eso quede velado aún en
este mundo, donde el ya…, pero todavía no…
nos está acompañando. Eso sí: Dios sabe
que el camino es largo y que hay que desbrozar a trechos. Y para eso nos da la merendilla para ir reponiendo fuerzas por el camino. La Iglesia lo llama viático, que no es ya la antesala de los muertos, sino la
EUCARISTÍA con la hemos de ir alimentándonos y fortaleciéndonos para recorrer
este camino de esperanza…, de seguridad.
Porque la semilla que Comulgamos en cada Misa, tiene su fruto granado en
el encuentro definitivo con Dios en el Cielo.
Leído su comentario/reflexión P. Cantero, creo que me quedo sin palabras para hacer la más mínima aportación. Hoy es de los días que cual esponja que empapa (y se deja dócilmente empapar) sólo cabe leer, releer y macerar en el interior este sublime comentario.
ResponderEliminarOjalá nuestra vida sea una esperanza de santidad desde esa sencillez evangélica y en la cotidianidad de nuestra vida y circunstancias. Feliz Día de Todos los Santos.
SÍ, HOY ES EL DÍA DE "NUESTRA ESPERANZA", "DESGRANANDO NUESTRA VIDA CON LA MIRADA PUESTA EN DIOS, SEGUROS DE ÉL"...Caminamos con "nuestras buenas obras, GOZOS, ALEGRÍAS Y SUFRIMIENTOS... hacia "el ABRAZO PLENO Y ETERNO DE DIOS"...(de Autor CONOCIDO).
ResponderEliminar