MUCHOS SÍMBOLOS
Hoy entre el
Apocalipsis en muchos símbolos. Como dije desde el primer momento sólo los
especialistas en este libro pueden darnos sus pistas de interpretación. Tenemos los siguientes símbolos:
Los dos olivos. Por las características que da el texto se
vienen a identificar con Moisés y Elías: “plagas” (que se narran en la vida de
Moisés), “cielo cerrado para que no llueva” (que están en la narración de
Elías). Y perseguidos (no tanto en ellos
mismos sino en e Pueblo que acaudilla Moisés y que conduce con su enseñanza
Elías). Y pueblo que es masacrado por
esa potencia extranjera bajo los nombres simbólicos (dice el propio
Apocalipsis) de Sodoma y Egipto. Se trata de Roma, inmoral como Sodoma y perseguidora visceral como Egipto. Roma “donde también su el Señor fue crucificado”. No el “Señor Jesús” sino los cristianos martirizados en la Gran Urbe,
con los tiranos Nerón, Diocleciano…, etc.
Roma que no solo mataba sino que dejaba humillado al pueblo cristiano
dejando a sus muertos sin enterrar. Eso
sí: sólo tres días y medio: un período corto.
Porque, muy a pesar de ese imperio del mal, los cadáveres resucitan entre el
estupor de los paganos. Y desde el Cielo
se produce la gran llamada de Cristo
vencedor que los llama a estar con Él: Subid acá.
Aunque el EVANGELIO va por otra onda, bien podría
coincidir en el tema del Dios de vivos. La cuestión planteada por los saduceos es una
simpleza, y es precisamente la prueba del vacío que supone haberse quedado sin
la fe en la Resurrección.
Es muy posible que leamos este
párrafo del Apocalipsis y la misma explicación con cierta distancia…, y que
incluso lleguemos a la conclusión del poco interés que tiene ahora “perder el
tiempo” con esta lectura. Y, sin embargo, si hacemos una lectura paralela con
nuestro mundo, el que vivimos, tenemos y padecemos (o nos enrolamos) en él,
pueda tener un punto no despreciable de consideración.
Somos el Pueblo de la Ley del Amor,
de la Promesa de Cristo, Cristo (que “conecta” con Moisés y Elías en la
transfiguración), nos introduce en doble misterio: “lo que iba a suceder en Jerusalén” (su muerte), y el triunfo
garantizado en la Palabra que lo señala mi
Hijo amado…; escuchadle”. Ese Pueblo que es la Iglesia.
La iglesia –hablamos naturalmente
de la católica, Iglesia de Jesucristo en la que estamos, padece hoy la enorme
guerra –solapada y abierta, disimulada y soez- de “un imperio” como Sodoma
(inmoralidad, mundo contra Dios), y Egipto:
la guerra contra la familia, contra el matrimonio, el derecho a la vida,
los valores y planteamientos cristianos…;
contra el mismo Cristo y contra el mismo Dios… Táctica más que
premeditada para acabar con el pueblo cristiano y católico y dejar su “cadáver”
sin enterrar, humillado en lo más íntimo de nuestros principios y realidades
religiosas. Enseñanzas anticatólicas, desmoralizadoras, arrasadoras en la misma
niñez. Una sociedad que emerge sin Dios y sin punto de agarre. Y casi peor: creyendo muchos que “son
creyentes” pero a la vez “no practicantes”. La mentira envuelta en papel de color para
que no se note.
Vayamos sabiendo descubrir la persecución
actual en universidades, televisión prensa, falsa política y envenenamiento de
las masas. Y ahí quedamos desnudos
quienes podamos mantener la fe. Mirados
con desprecio -expreso o tácito- por quienes únicamente viven ya del placer
inmediato, el dinero, el poder, el pisotear al inferior (aunque sea compañero)
para subir el “listillo”).
Dice el texto: por tres días y medio”. En
realidad para una persona de fe, prácticamente nada, cuando mirados por una parte
a Dios y por otra CREEMOS a pie juntillas en el triunfo definitivo. Ese triunfo empieza en que todos esos “cadáveres”
humillados recobran vida a la vista de los mismos perseguidores, que se llenan
de espanto…
Y simultáneamente la voz de Jesús
permanece y resuena por encima de todo este desastre humano. Él llama: Subid
acá. Y subimos en una nube (el
mismo símbolo del día de la Ascensión), a la vista de los enemigos.
Y esa profecía del vidente Juan
adquiere vida en nosotros, que sabemos que no vivimos un fracaso, por más que
lo parezca y estemos padeciendo. Pero
Jesucristo no es vencido.
Comparto su comentario sobre esta parte de sociedad que no niega a Dios, sino que "rencorosamente" aisla y aparta a Dios de la existencia humana (para mí, más doloroso que la propia negación). Pero también me entristece que nosotros, muchos católicos, no demos testimonio con nuestra vida, sino que nos diluyamos en ese ambiente (¿nos acordamos de las negaciones de Pedro?). Con respecto al Evangelio de hoy, hemos de reforzar la idea de la temporalidad de nuestra presencia en este mundo terrenal, y vivir nuestra existencia como un trampolín para la auténtica Vida. Creemos no en un Dios de muertos, sino de vivos.
ResponderEliminarYo estoy totalmente de acuerdo con el comentario del Padre Cantero y con el de José Antnio.¿Somos conscientes, los que nos llamamos católicos,de poner remedio a la necesidad de comprometernos ante el alejamiento de Dios,ante la deshumanización,en que estamos inmersos,y el riesgo de que tantísimas almas se pierdan para toda una eternidad?.
ResponderEliminarEl salmo de hoy da la medida de lo insignifiacante que es el hombre en si.Pero al mismo tiempo da la medida de lo que el hombre puede hacer ayudado por Dios.San Pablo hablaba de los atletas y de los sacrificios para mantenerse en forma "Quien se prepara para la lucha,de todo se abstiene, y eso,para alcanzar una corona corruptible;mas nosotros,para alcanzar una incorruptible.
DIOS NO ES DIOS DE MUERTO SINO DE VIVOS PORQUE PARA EL TODOS ESTA VIVO .,Y MIENTRAS, HAY VIDA HAY . ESPERAZAY POSIBIDAD, DE ACERCARSE A CRISTO.,Y MEJORAR LA VIDA
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