ONÉSIMO Y FILEMON
Una de las
piezas claves de la pedagogía cristiana, y como un elemento que deberíamos
tener delante en nuestras situaciones d tensión interna ante momentos de
elección y decisión sobre postura CRISTIANA
a seguir, está LA CARTA DE SAN PABLO A FILEMÓN.
Filemón es un discípulo de
Pablo. Pablo, con una táctica frecuente
en e´l, comienza alabando su caridad por cuanto que ha aliviado sufrimientos de
muchos cristianos. Pero, lo que suele
ocurrir: caritativo, generoso, capaz de trabajos y dedicaciones admirables para
los demás de fuera, cuando él se encuentra con el problema “en su casa”, no
tiene el mismo talante.
San Pablo, con gran pedagogía, le
dice que se siente en la libertad de indicarle lo que debe hacer…, pero
prefiere apelar a la caridad de Filemón para que sea Filemón quien aplique los
mismos principios que sabe a un caso muy concreto y muy directo… Se trata de un esclavo suyo, Onésimo, al que
ha expulsado de la casa por razones objetivas.
Onésimo se ha refugiado en Pablo, encarcelado y anciano, y le ha
prestado un gran servicio. La referencia
a esa “ancianidad” es un motivo que baraja Pablo para expresarle a Filemón su
grado de autoridad para mandarle. “Pero
prefiero rogarte”.
Le dice: Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión, que antes era tan inútil para ti, y ahora –en
cambio- tan útil para ti y para mí;
te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo para que me sirviera en tu lugar en esta prisión que sufro por el Evangelio. Bien se ve cómo está Pablo preparando el
terreno, con esa serie de pinceladas que aunque es verdad que no mandan, son
auténticamente imperiosas para un sentir humano y una conciencia cristiana,
evangélica, de Filemón. Basta leer despacio
palabra a palabra de ese párrafo para ver que Pablo está atornillando fuerte
para “rogarle”.
Y lo que le “ruega” es nada menos
que lo VUELVA A RECIBIR EN SU CASA. Que a mí me gustaría retenerlo, pero no
quiero hacerlo sin contar contigo… Así harás
el favor no a la fuerza sino con toda libertad. [No hace falta explicar mucho para ver a qué
grado de responsabilidad está enfrentado Pablo a Filemón.
Quizá
se apartó de ti por un tiempo para que
le recobres ahora para siempre. PERO NO COMO ESCLAVO SINO COMO HERMANO
QUERIDO. Si yo le quiero tanto, ¡cuánto
más lo has de querer tú, como hombre y
como cristiano. ¿Vamos siguiendo
el proceso de conciencia a que Pablo enfrenta a Filemón? Porque si supiéramos aplicar a nuestras
decisiones, palabras, juicios, actitudes…, esta criba CRISTIANA, muchas cosas
serían diferentes.
Si
me consideras compañero tuyo, recíbelo a
él como a mí mismo. Si te debe algo, PONLO
EN MI CUENTA; YO, Pablo, te firmo el
pagaré de mi puño y letra… [¡Cualquier cosa…! Ya dijo Jesús que quien “hace algo a favor de
un pequeño, se le hace a Él mismo”.
Pablo está personalizando tanto con Filemón que, sin dejarle palabras
espirituales que puede llevarse el viento (por desgracia!, porque son palabras
del mismo Evangelio), lo hace refiriendo el favor como a si mismo…, y él sale
fiador…
Pero
Pablo pega una última enorme vuelta de tuerca, porque no manda…, pero… Le dice que “yo pago en su lugar”…, “para no hablar de que tú me debes a mí tu propia persona. Es la traca final, porque ha puesto a Filemón
ante una DEUDA MUCHO MAYOR… Ya lo expresó Jesús en aquel mal administrador al
que le perdonaron una ingente suma, y él no supo perdonar una calderilla que le
debía un compañero. Pablo no está
haciendo sino aplicar evangelio… Pero
siempre está –juntamente- poniendo unos motivos cercanos, afectivos, del mutuo
cariño… No manda…, pero la “súplica” es de una fuerza enorme. Acaba esta pieza maestra apelando a la
relación personal de Filemón y él: Por Dios, hermano, a ver si me das esas satisfacción; alivia mi ansiedad por amor a Cristo.
Un Pablo así a nuestro lado,
necesitaríamos muchos. Y ya que nuestra fácil devota oración no nos mueve a
posturas profundas que nos hagan cambiar actitudes y juicios…, un Pablo que nos
enfrente a nosotros mismos con mano izquierda de terciopelo, nos haría inmensa
falta.
Y eso acaba encajando muy directamente
con ese Evangelio de hoy: no
busquéis fuera, ni en bagatelas piadosas, el Reino de Dios. Sino entrad en una introspección profunda y
descubrid dentro de vosotros ese Reino
de Dios.
Bien fácil es desparramarse en
devociones, hechos admirables que nos cuentan de aquí y de allí, y estar más
pendientes de eso… NO, dice, Jesús. El Hijo del hombre aparece como el relámpago… No lo puedes prevenir…, pero llega. Eso sí: Llegará
a costa de lo que Él padece, hasta ser reprobado por esta generación. No veo la frase reducida ni a aquel tiempo ni
al padecer cruento de su muerte, aunque evidentemente la supone. Veo mucho más –en el momento actual- ese
padecer diario que provoca esta generación, tan alejada de entrar
en un razonamiento como el que Pablo le hace –tan seriamente- a Filemón.
El mensaje es con mucha frecuencia el mismo, nos lo dicen desde todos lados, San Pablo, el Evangelio y hasta el mismo idioma español tiene su refran, "una cosa es predicar y otra dar trigo" el problema es que vemos nuestros actos siempre justificables y no nos damos cuenta de lo que hay en nuestro entorno y las necesidades de todo tipo que podríamos paliar si tuvieramos los ojos abiertos y el corazón dispuesto para el mensaje de Cristo.
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