CONSECUENCIAS
No fue en
balde el “prólogo” de ayer en la carta de San Pablo. Pedía unidad, concordia, un
mismo sentir, un miso amor…, hasta considerar
como superiores a los demás. Para
desembocar en lo de hoy: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos
de Cristo Jesús”. ¿Y cuáles
fueron esos sentimientos? Jesús era
Dios, evidentemente. Pero cuando entra
en este mundo, se despoja de ese
rango. “Se desnuda”, Se vacía”. Si se viene a este mundo, se viene con todas
sus consecuencias. ESOS SON SUS SENTIMIENTOS.
Y ahora así, dejada esa “categoría de Dios”, se mete entre la humanidad
como un hombre cualquiera…, y más
todavía: como esclavo que obedece
anonadado, y en su obediencia es llevado hasta la muerte, que es el máximo
testimonio de la humillación humana. ¿El “máximo”? Pues en SUS ENTIMIENTOS no bastaba… Y
entonces va al muerte más aplastante y más cruel: la muerte de cruz, ahí
donde se pierde hasta el nombre… (que para ese fin quisieron los judíos que
fuera el trágico final de aquel HOMBRE CUALQUIERA.
El Evangelio de hoy conecta muy bien con el tema: llamados al Banquete
está todo el pueblo “santo” de Dios… (o que debía serlo). Pero muy acorde con esa facilidad de “disculpa”,
“justificación”, salida por la tangente, “sacudida de propias pulgas”…, los
invitados no se dan por aludidos y no acuden.
¡Pero el amo no quiere que ese banquete se desperdicie! Y mandó llamar a los no llamados antes…, y
precisamente a los lisiados, ciegos,
cojos…, ¡más aún!. A “los de fuera…, los de los caminos y
encrucijadas…, a los que no les correspondía…, a los que ya no eran “los
elegidos”. El hecho es que el Banquete
se dará, quieran unos o no quieran.
Tener nosotros LOS MISMOS
SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS lleva a eso; como el no tenerlos lleva a lo
contrario. La huida de la cruz, el
último lugar, el ceder hasta lo más…, lleva a lo contrario. De ahí la falta de corazón unánime y concorde…
De ahí que la alegría que no se le da a Pablo, sería la que no se le da a
Jesús.
Dios no ha dejado que
ocurra de balde todo aquello. Porque
cuando llega LA HORA DE DIOS, a Jesús, al que pretendieron borrar hasta en el
nombre, recibe ahora un Nombre sobre todo nombren…, ese que –queriendo o
sin querer la torpeza humana-, QUEDARÁ ENSALZADO hasta el punto de que no sólo en el Cielo (que
eso ya se supondría), sino hasta en el abismo, se va a adorar y se va a doblar
toda rodilla rendidamente, porque ha recibido el nombre de SEÑOR, Y ESO REDUNDA EN LA GLORIA MISMA
DE Dios Padre. ¡Ha triunfado Dios!, que
pone a los enemigos como el felpudo de ese Señor Jesús, que entra en el Cielo
entre las aclamaciones de los ángeles.
Comprendo que como meditación va a
ser todo esto “emocionante”. Como examen de conciencia…, menos emocionante…,
pero sí muy exigente. Porque lo que más cuesta en la vida es agachar la cabeza
y saber que se la aplastan a uno…, y cuanto más la abaja, más lo aplastan. Pero lo que está diciendo todo esto está ahí
y no le caben las sordinas de los constantes “peros” con las que pretenderemos
atemperarlas, rebajarles el sentido, “aplicarlas”…, o pensar que “esto no es para nosotros”. ¡Pues eso fue lo que Pablo presentó a los
fieles cristianos de Filipos!
¿Creéis que “estoy predicando”? Sabed que no.
Estoy en la plena vorágine de lo que escribo…, y quizás con sus gotitas
de sangre, con el dilema permanente de cuándo hay que “abajarse”, “anonadarse”,
vaciarse” (que en lo personal y propio, no cabe duda; y cuándo la “denuncia” es una obligación
(aunque cueste) porque tan culpable es quien habla más de la cuenta como quien
se calla, sabiendo que otros sufren también las consecuencias. Y uno puede dejarse aplastar por la cruz. Eso está ahí muy claro en el mismo Cristo…, y
“perder uno hasta el nombre”. Pero
cuando hay al lado otros que van a sufrir las consecuencias, no puede nadie
esconderse en su concha de caracol, porque “el
atalaya que no denuncia el mal, es tan culpable como el que lo hace”. Eso sí: ¿qué consecuencias? Sólo hay que sopesar los pros y contras para
que el roto no sea peor que el descosido.
Otra cualquier consecuencia personal, queda bajo el criterio de TENER EN
UNO LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS, sin pretender “conservar la
categoría”, “siendo uno de tantos”, “obedeciendo hasta la muerte”…, y sabiendo
que en el final del trayecto, ESTÁ LA CRUZ.
Bueno: no en el final. Porque
en el final uno es señor de sí mismo
cuando muere aplastado por haber hecho lo que tenía que hacer… Y el nombre
sobre todo otro “apodo” que hayan podido colgarle al que es consecuente con LOS
SENTIMIENGTOS DE CRISTO, es lo de menos. Lo que vale es ese otro Nombre que da Dios…, y que es el que
pone las cosas en su lugar.
El salmo 21 que corresponde a las lecturas de hoy es una oración del salmista que comienza diciendo:"Dios mío,Dios mío,¿Por qué me has abandonado?.
ResponderEliminarEs uno de los salmos más trágicos del Salterio.Es la oración de un justo,devorado por la suprema amargura de un abandono total.
En ningún justo se cumplió este salmo tan al pie de la letra como en Jesús de Nazaret.Más que una profecía parece una historia de la pasión del Señor.Esta es la primera parte del salmo,seguida de un final claramente mesiánico.
La segunda parte del salmo:Acción de gracias.Cambia bruscamente el paronama.El salmista ya no piensa en Sí mismo,sino en la acción de gracias que él juntamente con la asamblea de los fieles van a tributar a Dios.
Lo recordarán y volveran al Señor hasta de los confines del orbe;en su presencia se postrarán todos los pueblos.Porque del Señor es el Reino,él gobierna a los pueblos.Ante él se postrarán las cenizas de la tumba.
El evangelio me hace meditar en la invitación que Jesús nos hace. Una invitación que el hombre rechaza, condiciona a otras cuestiones/intereses, una invitación que se queda perdida en el camino del hombre que antepone otros intereses.
ResponderEliminarJesús nos invita a ese encuentro con El, y a veces... buscamos excusas para no ir a ese encuentro. ¿Dejaremos nuestro asiento vacío en ese banquete?