EL CELO DE PABLO. Y el “último
lugar”
La carta a
los filipenses puede ser la más entrañable de Pablo. Quien tenga gusto en ello debe buscar el comienzo
de esta carta para poder ver el marco en que se desenvuelve toda ella. [El día
de la conmemoración de todos los fieles difuntos, impidió que pudiéramos
comenzarla ayer, el ritmo de la lectura continua]. Hoy Pablo se desborda en su celo por la
gloria de Dios y –aunque él está en la cárcel y no puede lanzarse a la predicación-
dice expresamente que con tal que se
anuncie a Cristo, ya se da él por satisfecho. Deben, pues, los cristianos de Filipos
hacerse apóstoles anunciadores de Cristo, porque esto será un bien para mí.
Está convencido el prisionero de que sea que viva, sea que muera, lo
importante es que Cristo sea glorificado…: ¡sea por mi vida o sea por mi
muerte! PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO y –precisamente por eso- una
ganancia el morir.
¿Qué
es lo que Pablo anhela ya? Morir para estar con Cristo. Santa Teresa expresará ese mismo sentir
suyo en esos sublimes versos: “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero,
que muero porque no muero”. Esa fue la experiencia íntima del Apóstol. Pero entonces se plantea un dilema ante el
que siente cierta perplejidad: Morir para mí es lo mejor. Pero pensando en el servicio que aún puedo
hacer por la gloria del mismo Cristo y la ayuda a vosotros, acaba intuyendo que
he de seguir viviendo, y que me quedaré con vosotros, a vuestro lado, para que
avancéis alegres en la fe. Que el día
que volvamos a encontrarnos, vamos a rebosar de gozo vosotros y yo.
Llama la atención el sentimiento
espiritual de satisfacción íntima de Pablo, porque estando prisionero, aún es
capaz de hacer planes de futuro. No era de los pesimistas que acentúan siempre
la parte negra de las cosas. Bien podemos decir que vive el optimismo de la Resurrección
de Jesucristo, ese resorte de alegría que levanta hasta lo imposible…, pero
también en lo imposible sigue soñando y viendo con ojos claros un algo “detrás”
que le hace gozar y tener proyectos.
¡Qué maravilla! Es lo que deja en
el fondo del alma la fe en Jesucristo, la ilusión por poder seguir estrujando
un poquito más la vida para extraer ese jugo final…, ¡con tal que Cristo sea
glorificado en mi cuerpo!
El Evangelio es otra pieza maestra de Jesús. Una vez más, invitado por
un fariseo principal (invitaciones que acepta Jesús, no porque esté en acuerdo
y sintonía con aquella forma de concebir lo religioso y la misma vida). Jesús, también ardiendo en celo por el Nombre
de Dios, no quiere rechazar una invitación. Y también porque sus ojos son
limpios, sigue siempre pensando que un día puede ser el que aquella falsía
farisaica encuentre luz. Y entonces
Jesús está allí…, por si acaso…, porque espera.
Y fácilmente observa la forma de llegada de aquellos comensales,
cada cual buscando el primer puesto.
¡Era lo propio de aquella casta!
Jesús quiere enseñarles una lección práctica…, pero de muchos más vuelos
que los que aparecen a primera vista.
Les dice que cuando sean
invitados, se vayan a ocupar el último lugar…, no sea que si ocupáis la cabecera,
venga alguien de más importancia que vosotros y os tenga que decir el que os
invitó que cedáis el puesto… Y
claro: como ya han ido llegando los otros y han ocupado todos los puestos más
centrales, ahora os toque a vosotros ir a
ocupar –abochornados- el último puesto de la mesa.
Podría haberse quedado ahí, ¡que ya
era una enseñanza de humildad…, tan poco practicada por los fariseos! Con un detalle tan particular les estaba
dando todo un tratado de humildad. Un poco inútil, la verdad, para aquel tipo
de gentes que son como la espuma que tiene que estar siempre encima.
Pero todavía Jesús les completa: Cuando seas invitado, tú te vas al
final. Que el que te invitó irá por ti y
te dirá: sube más arriba. Y quedarás muy
bien ante todos. Lo que casi seguro han pensado los lectores de este
Evangelio que Jesús está dando una solución ratonera de sagacidad humana. “Tú
te pones el último, y así eres ensalzado cuando venga el anfitrión y te haga
subir”. Pero Jesús iba mucho más lejos… Estaba dando una lección cristiana: ocupa
siempre el último lugar, que es el que te corresponde. Como el publicano de la parábola que se queda
a la entrada del templo y ni se atreve a levantar los ojos… Y sin embargo, aunque nadie le dijera que “subiera
más arriba”, sin embargo había estado –ante
Dios- en el puesto más privilegiado.
Porque –otra vez Santa Teresa- la humildad es la dama que da jaque el Rey…; otro lo dijo de otra manera pero igualmente
traducía el pensamiento de Jesús: la
humildad es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios. [Lo original se refiere a la oración, pero la
oración o es humilde o no es oración]. Y
esa es la lección de Jesús, que no incita a la sagacidad sino a la ciencia
divina de la fe: esa seguridad que conduce a la práctica de “saber perderse”,
de no aparecer, de pasar desapercibido…, de ocupar el último lugar. Quien sitúe “más arriba” no será seguramente
le realidad que uno vive ni por parte de las personas que rodean. Pero Dios sí enaltece y ve los talentos bien
aprovechados…, “al sirvo fiel en lo poco,
que para así al banquete del Señor…, que da lo mucho, ¡que da LO MÁS!
Qué importante la humildad, no la falsa humildad, sino aquella que brota de la aceptación de uno mismo como ser limitado, débil, frágil, quebradizo... y que ha de contar con Dios si desea "ser". Da pena esta sociedad que ensalza a personajes mediocres, superficiales... por "logros" intrascendentes, banales. Me gusta mucho esa parte del Salmo que dice "... Al Corazón contrito y humillado no desprecias Tú, oh Dios....", que entiendo que es una actitud para el encuentro con el Señor en la oración y que ha de ser referente con los hermanos. Los Santos lo son, entre otras virtudes, por un derroche de Humildad, ojalá aspiremos a ella desde la sinceridad del corazón.
ResponderEliminarSALMO 41
ResponderEliminarMI ALMA TIENE SED DEL DIOS VIVO.
Como busca la cierva corrientes de agua.
así mi alma te busca a tí Dios mío.
Comienza el salmista c0n una imagen encantadora en la que expresa su sed de Dios.Es un salmo de nostalgia y dolor.
A)LA SED DEL DIOS VIVO:El Dios vivo quiere decir el Dios que vive ,que existe,que es y vive, en oposición a los falsos ídolos que no tienen entidad ni consistencia.Pero también significa el Dios de mi vida,el único que da vida al hombre tanto física y orgánicamente,como social y espiritualmente.A ese Dios busca, por El anhela;sin Ël no puede vivir.
mí JESÙs, nos dice,a su vez,cual es la fuente a la que debemos correr,para encontrar a Dios:¨"EL que tenga sed,que venga a mí y beba.
B)CUANDO ENTRARË A VER EL ROSTRO DE DIOS?.Tiene un sentido bien concreto:se refiere a la entrada en el Santuario del Templo de Jerusalén.Y es que el culto externo es necesario porque radica en el ser íntimo del hombre.Es como el signo visible de la entrega interior a Dios.
La fe es comunitaria y es en una comunidad de hermanos como hay que vivirla y defenderla.ESta es la Iglesia. Bendita Iglesia que es madre de nuestra fe.
El salmista se moría de sed de Dios.El cristiano debería experimentar esa misma sed ardiente por estar con Dios hecho hombre en la Eucaristía.Más aún,no teme a la muerte,pues para el la muerte es la puerta para ver a Dios"cara a cara".
Esta vida que yo vivo
es privación de vivir
y así es continuo morir
hasta que viva contigo.