SE TRANSFIGURÓ ANTE ELLOS
Hoy
es fiesta litúrgica. Hoy se deja la lectura continua por el mayor rango que
tiene la fiesta. Estamos ante un hecho
importantísimo en la vida de Jesús. La transfiguración se lee en Cuaresma
por la necesidad de dar a ese período un matiz de gozo, de esperanza, y no el
de sola conversión, y mucho menos el de
mera penitencia del pecado personal. En ese contexto, este hecho de la vida de
Jesús viene a decir: vivimos una urgencia de abnegación de sí y muerte del
pecado, pero todo nos conduce a la Luz Pascual…, a la luz deslumbrante de la
Resurrección. Hemos de controlar nuestra
criatura vieja pero es mirando a que
la Luz de Cristo nos lleva ya la criatura
nueva que se va haciendo en santidad.
Podemos
decir –salvando la misma realidad evangélica- que lo que hoy se quiere insistir
es en el carácter festivo de este hecho maravilloso; en la manifestación que Jesús hizo en vida de
su misma divinidad (aunque fuera en un solo destello breve, y que siempre que
miremos a Jesús, aunque sea en medio de la sangre de su Pasión, la fe nos lleva
a poder descubrir la Luz diáfana y humanamente imposible, de ese Jesús de
rostro y vestidos resplandecientes, como no se podría lograr bajo ningún arte
humano. Más aún: Dios mismo, el Padre
del Cielo, testifica que ese Jesús es su Hijo amado, a quien hay que escuchar.
La
pedagogía litúrgica va poniendo matices importantes: ya desde el Antiguo
Testamento –siempre un peldaño que conduce a la mejor comprensión y concreción
del Nuevo-, nos presenta una visión de Daniel en la que el Anciano (=el más grande, el Altísimo) tiene un vestido blanco como
nieve, y todo su porte y lo que le rodea es llamativo, grandioso. “Un hombre avanzó hacia Él entre las nueves
del Cielo y llegó a su presencia, y se le dio poder, honor y reino”. No se nos pase que era “un hombre”…, que
puede llegar hasta el trono de Dios, y
al que se le da el poder, el honor y el Reino.
Ese es precisamente Jesús,
anunciado ya desde antiguo.
La
Lectura de la carta 2ª de san Pedro,
testigo ocular de aquella maravilla indescriptible, confirma que esa honra y gloria la recibió Jesús, con
aquella voz llegada del Cielo en el Tabor.
Esa voz la oímos nosotros en la
montaña sagrada…, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta el día que
ese lucero luzca en vuestros corazones.
San
Pedro puede hablar ya ahora de este suceso indescriptible porque Jesús ya ha
resucitado de entre los muertos, y fue una condición que Jesús les puso a sus
tres discípulos cuando bajaban de la montaña. Y dice el Evangelio que esa
condición se les quedó grabada, aunque ellos –siempre sordos a lo que Jesús
quería enseñarles sobre su Pasión y su muerte-, se quedaron discutiendo lo que
tal afirmación querría decir.
La
historia de siempre: todos querríamos hacer tres tiendas cuando lo que tenemos delante es tan bello y lindo como aquellos brillos luminosos y
blanquísimos de Jesús. Hasta ahí, todos
entendemos el Evangelio. Pero si Jesús
habla de su resurrección de entre los muertos
ya “no se entiende lo que quiere decir”.
Si por “los buenos” fuera, lo mejor sería no hablar ni de Pasión, ni de
sufrimiento, ni de calvario. Como aquel
amigo que un día me dijo que no hablara yo en delante de “sacrificio”… Y le respondí que entonces arrancara todas
las hojas del Evangelio. Y le
añadí: y si un día te deja tu novia, o
el día que muera tu madre, o que te menosprecien en tu labor social tan
meritoria que llevas..., ¿yo puedo seguir con el esparadrapo en la boda sin
mentar esa palabra: sacrificio…, pero tú
me dirás lo que será para ti…, y cómo podrás reaccionar en esos supuestos. Mucho
sentí más tarde, haber acertado en las tres cosas. Lo que no tuve fue la ocasión de preguntarle
si me quitaba ya el esparadrapo.
En el Oficio de Laudes hoy rezamos un Himno que
repite varias veces: “Transfigúrame,
Señor, transfigúrame” porque es mi vida HOY la que necesita transfigurarse,
transformarse. Pero no sólo a mí; también a los otros –dice el himno- con cataratas en los ojos y por eso no
te ven. Transfigúralos… Para acabar en un plural: Transfigúranos,
Señor, transfigúranos por el mal que nos envuelve, por la vieja figura
que deja en cada uno el mal… O el mundo
se transfigura y nosotros vamos en primera fila, o este mundo se droga con querer quedarse en lo lindo” de su opio,
porque “se está muy bien así”. Pero este
mundo se puede morir drogado, insensible, infantilizado en su hedonismo,si no
hay una transformación que vuelva blancos los vestidos sucios y ajados con los
que se ha recubierto…, cuando no son ya harapos de la vida, en la que no hay ni
luz que ilumine, ni Palabra de Dios que se oiga, ni querer enterarse de que hay
una muerte y que sólo después de ella –cuando se ha vivido dignamente- hay una
resurrección de vida.
Este mundo va hacia el abismo, pero la esperanza está intacta para el que la quiera.
ResponderEliminarGracias padre por sus meditaciones y me aunmentan la Fe y me ayudan a orar ; Cristo pervive en los religiosos, a traves de usted siento la cercania de Cristo .
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