DOS POSIBLES CAMINOS
Habrá hoy muchos sitios donde
las lecturas del martirio de San Juan Bautista se prefieran a las que
corresponden en la lectura continua. De suyo, en rigor, correspondería la
lectura continua, porque la otra celebración está “catalogada” litúrgicamente
como memoria, y eso no le da
primacía. Pero trataremos los dos caminos y, así, todos contentos.
En la correspondiente al
miércoles se acaba la 2ª carta de San Pablo a los tesalonicenses, en el mismo
tono cordial con que empezó. Les exhorta
a trabajar y ganar su pan con su trabajo, pues el propio Pablo que hubiera
tenido derecho a una ayuda por su labor, nunca quiso aprovecharse de ello, sino
que trabajó para sacar su sustento. Les
advierte que no entren en trato con los que pueden hacer daño a sus
convicciones y a su fe y que llevan una vida desordenada, y –aunque la carta
está escrita de mano de un amanuense, aún pone Pablo su firma de puño y letra,
como contraseña de que es de verdad una carta suya. El Salmo
incidirá en esa paz y buen hacer de esa
comunidad cristiana, repitiendo el típico saludo hebreo: Dichoso el hombre que teme al Señor, lo que es bíblicamente igual
que dichoso
el hombre que AMA al Señor, puesto que el Espíritu de Dios que hemos
recibido no es espíritu de temor sino de
amor, por el que somos elevamos a la dignidad de hijos que se dirigen a su
Padre, que es Dios de Amor.
El Evangelio continúa en la línea de los días anteriores, con ese
capítulo 23 de San Mateo, cuando está bastante cercana la hora de Jesús (su
muerte), y quiere dar a las hipocresías farisaicas el último zamarreón para que
puedan reaccionar. Y les va a esos casos
concretos que dominan la vida farisaica:
son como sepulcros blanqueados. Por mucha cal que le pongan por fuera, lo que
tienen dentro son cadáveres, huesos, podredumbre. Todo muy bonito por
fuera… Volvemos a lo mismo de ayer, y
desde luego que no se queda en los fariseos, y que mucho tenemos todos que
penetrar dentro de nuestras intenciones, actos y actitudes, palabras y medias
palabras, para no caer en esa “categoría” que tanto rechaza Jesucristo: por
fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y malicia.
[No se me escapa todo ese conjunto de expresiones que constituyen para muchos “su religión”, y que luego queda todo eso
tan alejado de la vida que Cristo vino a instaurar en la tierra, donde lo
externo podrá tener un sentido si es expresión de lo interior… Porque todos los modos exteriores que quieren
expresar devociones populares son
válidos y meritorios y laudables en la
medida que reflejen un mundo interior evangélico, auténticamente cristiano,
y, POR TANTO, SACRAMENTAL. Y en la
medida que los sacramentos estén ausentes de las velas, las flores, los tronos,
las “promesas”, las medallas y las varas de mando, etc., se convertirá todo en
hojarasca y apariencia, en un querer y no poder y no saber. Jesús, todavía afinando más aquella diatriba
contra los fariseos: alabáis a los
profetas y le construís mausoleos suntuosos… Muy fácil a toro pasado,
cuando llega “el día de las alabanzas” (ya muertos)…, pero son los mismos
profetas que mataron vuestros antepasados.
Colmáis así la medida de vuestros antepasados, porque vosotros ahora mataréis
a otro profeta y vuestros hijos les harán las tumbas con piedras
preciosas. Muy fácil alabar después de
haber arrumbado a quien os hace sombra.
De otra parte, SAN JUAN BAUTISTA, no ya en la solemne fiesta de su
NACIMIENTO, que celebramos en Junio, sino en el recuerdo de aquel día que
Herodes lo mandó decapitar por instigaciones de Herodías, la mujer de su
hermano, con la que incestuosamente convivía el tetrarca.
Una primera lectura con el
paralelismo de Jeremías, el profeta del Antiguo Testamento que fue tan
perseguido y acusado, al que Dios le puso delante la causa de la verdad y –por
tanto- la necesidad de hacer cara a quienes pretendían acallarlo. La peor “amenaza” sería que Jeremías tomara
miedo a sus enemigos y transgrediera el mandato de Dios. Por tanto, aún
amenazado de muerte por los jefes de Israel, Dios incita a Jeremías a
permanecer justo y cabal con la verdad. La fuerza para Jeremías es la promesa
absoluta de Dios: Yo estoy contigo.
De ahí el SALMO: Mi boca cantará tu salvación.
Podrá estar Juan en la cárcel, podrá estar amenazado, podrán hasta
cortarle la cabeza…, y sin embargo Juan Bautista será el mayor de los nacidos
de mujer, el hombre recio que no se bambolea al viento, que no vivió para
servirse a sí mismo y andar por ahí pavoneándose de sí. Su misión fue anunciar a Jesús, y luego –como
él mismo dijo: Disminuir él y crecer
Jesús. Que no penséis que eso fue propio solamente del Bautista. Todo el que quiera vivir la causa de Jesús, ha
de contar con ese saber disminuir…, dejarse disminuir, par que quien realmente
aparezca y emerja sea JESÚS, EL SEÑOR. Por eso cuando sentimos la tentación
fácil de “medrar” a costa de nuestro servicio a la fe, aún nos queda que pasar
por tribulaciones, que vendrán a ser
el crisol de nuestra auténtica verdad.
Y esa situación del Bautista no
ha sido la última en la historia , ni con ella se acaba este estado de
cosas. Decapitar es siempre fácil. Lucir con luz propia, no. Porque para ese lucir hay que tener luz. Y la LUZ la tiene Cristo, y lucirá quien se
deje emprender y abrasar por esa LUZ.
La exhortación de Pablo a trabajar y ganar el pan con su trabajo va dirigida a aquellos que viven desordenadamente y no hacen nada de nada, sólo tocarse la barriga y mirar como pasa el día. Va más allá el apóstol y especifica que hay algunos que no trabajan nada, pero que se meten en todo. Trabajos hay muchos, y hay mucho por hacer pero hay quien no hace nada más que pasar el rato y el tiempo. Muchas mujeres se pasan el día viendo telenovelas y programas del corazón, y en el otro lado también las hay. Muchos hombres se pasan el día sentados en la plaza o jugando al dominó en el bar, pero en el otro lado también hay de esos. A esos exhorta Pablo en este fragmento de la carta. En los días en que vivimos no es suficiente con mandar a alguien que trabaje, también los demás tenemos que colaborar para ayudar a crear las condiciones necesarias para que el trabajo sea posible, y si sólo nos limitamos a criticar pero no hacemos nada por poner soluciones a los problemas de los demás, eso me parece que valdrá poco.
ResponderEliminarEfectivamente Pablo afirma no haber comido el pan de balde mientras estuvo en Tesalónica, pero más bien lo hizo para dar ejemplo a los aquellos que andaban metiéndose en todo y no haciendo nada por los demás, porque derecho, como bien dice Pablo, tenía, a haber comido sin tener que añadir una nueva carga sobre sus hombros. Ya lo dice la Escritura en otro lugar, concretamente el propio Jesús: El obrero tiene necesidad de su salario, y Pablo era obrero libre de toda duda de su trabajo por el Reino de Dios. Ese es para mi el principio evangélico más importante para aquellos que dedican su tiempo a servir a Dios, que no necesariamente tienen que ser los curas y las monjas.