SAN BARTOLOMÉ
FIESTA LITÚRGICA, y por tanto
con sus lecturas propias. La primera, del Apocalipsis, lo que casi nos
transporta a las expresiones misteriosas y proféticas de difícil comprensión a
bote pronto. Describe el Cielo, “lugar”
de medidas perfectas, altísimo. Una Piedra
preciosa y alrededor, doce ángeles con los nombres de las doce tribus de
Israel…, doce cimientos con los nombres de los doce apóstoles.
El Salmo es la obra misma apostólica, dando gracias, proclamando la
Gloria de Dios y explicando sus hazañas a los hombres.
Y el Evangelio, directamente referido a San Bartolomé (Natanael), un
hombre cabal al que Felipe comunicó el hallazgo del Mesías, a lo que el buen
hombre puso sus reparos porque no le encajaba que el Mesías de Israel pudiera
venir de una aldea sin nombre, o de mal nombre…, y al que Felipe no le discute
sino que hace lo mejor que puede hacer: Ven
y lo ves…: conducirlo a Jesús. En
vez de discutir, en vez de querer convencerlo, le invita a ver. Y Jesús, en cuanto lo tiene cerca, hace de
Natanael un elogio especial: Un buen
israelita, sin doblez. Bartolomé se queda perplejo y cogido en lo más
hondo, porque aún no le había dado tiempo a él ni a saludar. Su pregunta es admirada y extrañada: ¿De qué conoces? Y Jesús fue a la misma línea de flotación,
porque seguro que aquello a lo se refería Jesús era algo muy particularmente
íntimo para Natanael. Le dijo Jesús: Antes de que Felipe te llamara, yo te vi
cuando estabas debajo de la higuera. Bartolomé pegó un respingo. Se quedó perplejo, y no tuvo ya más reacción
que la de reconocer que Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías de Israel. La cosa estaba muy clara y hasta podía
haberse quedado ahí. Pero Jesús ya lo
había mirado y las miradas de Jesús
no son baldías… Por eso que te he dicho, ¿crees?
Verás cosas mayores. Estaba lanzada la llamada expresa a IR CON ÉL
Y VER…, y le esperaba ver cosas muy grandes.
Como todo el que acepta la invitación de IR Y VER…, y tiene la
constancia de ir siempre al Evangelio como a la fuente.
No quiero dejar cortada la
lectura continua –a la que tanta importancia da la Instrucción de Sagrada
Liturgia-. Es la que lleva la historia
que está ahí para mostrarnos la verdad de Dios y su amor al hombre. Ezequiel
(17, 1-14) nos presenta hoy esa novela de
“ciencia ficción” en la que Dios va expresando etapas de reconstrucción de
aquel pueblo que tanto se ha deteriorado que viene a ser como un valle lleno de
huesos. Y le hace a Ezequiel dar vueltas y vueltas alrededor para que el
profeta vea con evidencia que sólo hay huesos sueltos, realidad sin vida, Pero a su vez Dios quiere que el profeta
llegue a confiar, pese a todo. Y Dios le
pregunta: Pueden revivir esos huesos? Con la belleza inmensa del hombre de fe,
Ezequiel no niega, y opta por remitirse a Dios… (Dios es capaz de todo, piensa
el profeta). Y su respuesta es la fe
que soporta y sobrepasa la duda y responde en abandono precioso: “Señor mío: Tú lo sabrás”. ¿Puede
alguien recomponer la destrozada casa de Israel? - Dios lo sabe. Y en el fondo, está diciendo el profeta: Dios
lo puede. ¡Y mira que lo que tiene
delante son huesos secos! Pero sigue pensando que DIOS SABE…, que Dios puede.
Y Dios le deja a Ezequiel la
palabra: Pronuncia un oráculo y diles:
“Huesos secos, escuchad la Palabra de
Dios: Pondré tendones y carne.., extenderé piel y os infundiré espíritu. Y sabréis que SOY EL SEÑOR”. [Invito a meditar despacio. Donde los hombres se creen dioses y han
acabado en huesos secos, bastará ahora la Palabra del Señor para que empiece la
recuperación de ese osario y tendones, carne, piel…, recompongan siquiera la
figura de hombre. Ocurrió tal como Dios
había anunciado. Pero seguí siendo un
cementerio de cadáveres, aunque sea cementerio de la entera casa de
Israel. ¡Menos era hace un rato! Y ahora Dios promete: Os haré salir de vuestros sepulcros y os traeré a la tierra de
Israel… Pero será porque yo os infundiré mi espíritu Y VIVIRÉIS,
y os colocaré en vuestra tierra y SABRÉIS
QUE SOY EL SEÑOR”.
Hasta que no seamos capaces de
sentir así a Dios, no habremos entendido ni una sombra de Dios.
El Evangelio nos deja la síntesis de todo esto, con ese mandamiento primero y principal: amarás al Señor tu Dios, con todo el
corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. Lo que Jesús hizo fue añadir –o explicitar- la plenitud…, que se da
cuando amas al prójimo como a ti mismo. El doctor de la Ley salió satisfecho. Jesús era de fiar… Y aún no ha llegado Jesús a plantear su ideal
distintivo de seguidor suyo, que
llega a pedir el NO VA MÁS: amar como Yo os he amado. Y ya no hay la menor distinción entre amigos
y enemigos, porque para Jesús no hay enemigos, en lo que a Él respecta,
Ahora nos toca a nosotros llegar
a ESA PLENITUD. Es que Bartolomé tenía
por delante ver cosas mayores…, y aún
no ha llegado –con ello- a verlo todo…
Tendrá que tener la paciencia humilde que deje tiempo a que “los huesos
secos” adquieran toda la vida.
1 Corintios 15:25
ResponderEliminarPreciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
No es que Dios sea un Rey tirano, sino justo.
La muerte es otro enemigo que será destruido al final.
Hay otros enemigos, que lo son de la cruz de Cristo
Filipenses 3:18
porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo.
Y otra vez dice:
Hebreos 1:13
¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: «Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies»?
El Apostol Santiago dice que los amigos del mundo se convierten en enemigos de Dios.
El amar no implica que no haya enemigos de Cristo. Una cosa es amar al enemigo y hacer el bien a todos, en eso no hay distinción.
ResponderEliminarMe preguntaba al leer el pasaje si Natanael sintio en aquella mirada el gran amor que Jesús le tenia ;tanto que se sintio amado por Dios mismo .Su corazón se inundo de un gozo y seguridad que jamas habria sentido nunca antes ,un sentimiento sobrenatural ,