Picar la antífona: En el antiguo rezo oficial de la
Iglesia (=Oficio divino o Breviario), no se rezaba completa la antífona antes
de cada Salmo. Pongo un ejemplo simbólico. Se decía simplemente: “Dios dijo”. Y
se comenzaba inmediatamente después el Salmo.
Al acabar, se decía ya la antífona completa. A eso se llamaba: Picar la antífona. De eso me
ha valido para dar las claves de este domingo, y ahora “diré la antífona completa”.
La 1ª lectura nos pone a Elías huyendo por orden de Dios, porque le
persiguen a muerte. Elías camina hasta caer exhausto bajo una retama, y allí,
desfallecido y angustiado por su situación, se desea la muerte…, y se queda
dormido. Dios acude a él con un alimento
providencial, lo despierta y le dice: Toma
y come. Allí tenía pan y agua. Y pretendía quedarse allí tumbado, pero “el
ángel” le dice: “Levántate, come, que el
camino es largo”. Y anduvo, dice el
texto “cuarenta días con sus cuarenta noches” (podría decirse: toda una vida)
con la fuerza de aquel alimento. Como
puede vislumbrarse, se está preparando el terreno para el Evangelio.
En el Evangelio Jesús se encuentra con la crítica de los judíos por haber
dicho Jesús que Él era “el Pan que ha
bajado del Cielo”. Porque le sacan a colación que él es un humano como los
demás, con su familia allí nacida entre ellos. Jesús les dice, lo primero de
todo: “No critiquéis”. Es como un primer efecto que debe llevar
la Eucaristía, que es lo que Jesús está tratando de explicar, poco a poco,
pedagógicamente. [San Juan puso la multiplicación de los panes, expresamente
para desembocar en ello]. Y advierte que
todo el que escucha a Dios, aprende. En
vez de criticar, escuchar a Dios. Y
ahora da un paso nuevo: “Yo soy el Pan de la Vida; el que coma de
este Pan, vivirá siempre”. Por
si le faltaba algo a los judíos aquellos para sentir cierto embarazo en aquella
exposición, Jesús ha dado una vuelta de tuerca más para explicar lo que Él está
explicando dosificadamente. Ya hay un
punto de mayor envergadura que el ser
bajado del Cielo. Ahora es que no fue Moisés quien les dio pan de vida,
porque aquellos hombres y mujeres murieron. El PAN DE LA VIDA es Jesús, y Él
da vida para siempre. ¡Y aún no ha
acabado! La última frase de este evangelio es la que va a resultar explosiva.
Han dejado cortado aquí… Ya lo veremos
más adelante.
Bien sabemos que la 2ª lectura en el “tiempo ordinario”
[=de ornamentos verdes] no lleva conexión pretendida con el argumento principal
de cada domingo. Si embargo suele ser
siempre una buena manera de encontrar “aterrizaje” del mensaje litúrgico del
día. En efecto, San Pablo –escribiendo a
los fieles de Éfeso- nos ayudará a concretar que todo lo que nos ha dejado esa
Palabra de Dios, ha de desembocar en vida cristiana que concreta la urgencia de
desterrar amargura, enfados, ira, palabras molestas y maldad. Y a vivir –por el contrario- la comprensión, la bondad,
el perdón, hasta llegar a ser imitadores de Dios como hijos queridos, y vivir en el amor como Cristo.. .
Por eso se entenderá muy mal la Eucaristía si no conduce a esa realidad en la
vida diaria… Como manos de Cristo que
acuden a la necesidad…, como pies de Cristo que caminan para hacer el bien,
como Corazón de Cristo abierto al perdón y al amor…, como lengua de Cristo que
habla siempre para hacer el bien…, así es Jesús EN NOSOTRO Pan de vida. Nos constituye así en custodias vivientes cuando salimos de celebrar la Eucaristía. La
Palabra se ha hecho Sacramento y el Sacramento actúa. Mal comulgamos si esa comunión
no tiene proyección cuando salimos de haber vivido la Eucaristía. Si el final de “la Misa” se queda en el pobre
“podéis ir…” y no salta automáticamente
a un encargo/mandato expreso de
salir ahora al mundo real nuestro como un evangelio
vivo que se va expandiendo como aceite derramado en y desde nuestros
corazones. [Por qué no lo ensayamos
siquiera en nuestras palabras, conversaciones, y diversas expresiones de este
día].
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