Domingo 18 B, T.O.
La
historia de toda la vida. Dios ha hecho
prodigios de misericordia con su Pueblo, sacándolo de la esclavitud de Egipto.
Pero cuando el desierto -su camino de
liberación- le presenta las carencias y las dificultades, el Pueblo protesta,
echa de menos sus “ventajas” de la esclavitud, y protesta contra Moisés y
Aarón, los dos encargados por Dios para conducirlo hacia la tierra
prometida. Ahora protestan porque les
han sacado de Egipto para morir de hambre en el desierto. Dios, entonces, les alimenta con una extraña escarcha de la
mañana que, al evaporarse deja unas semillas que vinieron por los aires (“del cielo”) que pueden alimentarles,
con un parecido al pan Es, pues, el pan que el Señor os da de comer.
En
el Evangelio la gente busca a Jesús
con curiosidad porque sólo había una barca para el regreso desde el lugar
desértico en donde habían comido el pan multiplicado, y en esa barca habían
regresado los apóstoles, mientras Jesús se quedó orando en el monte. De ahí la
pregunta extrañada de las gentes: Maestro, ¿cómo has venido aquí? Y Jesús les responde que le buscan no por interés por Él sino por el pan que comieron de balde
en el desierto. Se ha establecido un
paralelismo entre las dos lecturas. Pero
Jesús aprovecha para enseñarles que el “pan” necesario no es ese que ellos
comieron, y ni siquiera el que comieron sus antepasados en el desierto. Hay un pan muy superior que es ocuparse en las cosas de Dios, en los trabajos que Dios quiere. Se sigue lógicamente, por parte de los oyentes,
la pregunta: ¿y qué trabajos quiere Dios? Poco a poco Jesús va entrando en materia: - Que
tenéis que creer en Mí. –Y por qué creer en ti?; ¿qué signos das para
eso? Realmente podría Jesús haberles
remitido a ese pan del que comieron miles de personas. Pero el estilo normal de los mismos profetas
no es dar como signo algo que ya a ocurrido, sino poner como signo lo
que va a ocurrir. Y Jesús
establece ahora la comparación entre aquel “pan” del desierto que vino en
tiempos de Moisés, que se acabó y no sació del todo. Y el Pan que Yo daré, el de Dios,
el que baja del Cielo, de mi Padre..., y da vida al mundo. Como en otro tiempo la samaritana no se enteró
de qué agua que salta hasta la vida
eterna era de la que le hablaba Jesús, ahora tampoco se enteran…, pero les
parece algo misteriosamente sugerente y la gente acaba pidiendo: Señor Jesús; danos ese pan.. Y aquí Jesús comienza la gran revelación de
sí mismo: YO SOY EL PAN DE LA VIDA, y el que viene a mí no pasará más hambre.
Hoy
queda cortada aquí la lectura. [Es curioso cómo los otros evangelistas
sinópticos describieron la multiplicación de los panes a propósito de hechos
que habían sucedido, y que fue como la liturgia nos trajo hasta este lugar tranquilo de descanso” hace tres
domingos]. San Juan –adonde saltó la
liturgia dominical- prescinde de esa circunstancia histórica de lo sucedido
y su recurso a la multiplicación de los
panes dará lugar a esto que hoy hemos leído, y que traerá cola.
Pero
si queda el relato donde hoy nos brinda este domingo, dejémoslo estar, y
vayamos a buscar fondo y práctica.
Será la 2ª lectura la que nos ayude. Dos
aspectos especialmente reseñables, prácticos y complementarios. Uno: No podéis andar como los paganos, con
criterios vacíos. Lo segundo: Lo que habéis aprendido de Cristo es lo que
os toca penetrar y vivir. Ahí es
donde está la verdad. Lo que tiene que cambiar es vuestra mentalidad. Dos conceptos sugieren esa palabra: en nuestro lenguaje, expresaría la necesidad
urgente de examinar nuestros modos de pensar, nuestros criterios, que llevan
detrás una manera de actuar. Lo que pensamos es lo que acaba llevando a una
manera u otra de actuar. En lenguaje de
San Pablo, la “mentalidad” no es
elemento sólo de la mente. Abarca al ser
entero. Por tanto, el cambio de
“mentalidad” está llevando a una profunda renovación de actitudes y formas. Es dejar que el Espíritu renueve por dentro,
y revista de una nueva condición y modo de ser, para que la vida personal se
desarrolle en justicia y santidad
verdaderas. Justicia y santidad
es repetir una misma actitud de vida… Y
de vivirlo verdaderamente, justamente, santamente.
El
Evangelio de hoy dejó las palabras de Jesús en los comienzos de ese
capítulo. Un capítulo que va a ser muy
denso… Un capítulo que va a expresar un momento duro para Jesús… Pero no por eso cambia su enseñanza, ni se
echa atrás.
Cuando
hoy nosotros comamos EL PAN DE LA VIDA, ya sabemos que se nos pide una mentalidad nueva y renovada; ya sabemos que se nos anuncian trabajos mayores.
Eso
es el Evangelio que nos alimenta…, esa es la Eucaristía, que nos conduce. Pero que esto no es –en el discurso completo
de Jesús- la dulce “Comunión” de cada domingo o cada día. Hay mucho más detrás de todo ello.
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