AMENAZAS. ¿Por
qué y para qué?
El día que un buen educador o un buen
padre de familia amenazan ante un desmán de la familia, no lo hace para llevar
a cabo la amenaza, porque lo que pretende precisamente es que no tenga que
cumplirla. Lo que busca pedagógicamente es corregir el desmán y evitar así que
llegue a mayores y a graves consecuencias.
En la Sagrada Escritura aparece el “género” de la amenaza e Dios en
diversas ocasiones. Una muy sonada es la
de Nínive, a quien envía a Jonás para advertir que en pocos días Nínive será
arrasada. Nínive –rey, pueblo, y todo
viviente- se toman en serio la amenaza condicional…, y toman la decisión de
cambiar (hacer penitencia), sacrificar sus malas costumbres pecaminosas e
injustas, y esperar con humildad y fe que no se cumplan las amenazas. Y, en efecto, “Dios se arrepintió y no realizó lo anunciado”. Jeremías
tiene hoy en Jerusalén la misma misión que Jonás en Nínive. Pero, al contrario de esa otra ocasión, los
sacerdotes, los dirigentes, y el mismo pueblo vuelcan contra el mensajero toda
la culpa…, y ellos se quedan en donde estaban. A Jeremías se le sentencia, sin
más, como reo de muerte, y ellos se
quedan en lo suyo. Lo que vendrá es ya explicable. Dios lo había querido evitar. Lo había
avisado. Había enviado profetas, había advertido…
¿Pensamos que Dios no dice nada
ante el mundo de hoy, el que estamos viviendo hoy? ¿Pensamos que Dios no nos
está avisando por mil medios, que este mundo va a quedar como aquel templo de
Jerusalén? ¿Pensamos que nada ocurre, o que Dios no habla, porque ya hasta un niño pequeño puede quitar de en
medio a Dios? Dios habla desde los
acontecimientos, que es un medio profético de Dios. Un mundo que se devora a sí mismo, que los
pobres claman desde lo hondo de su sufrimiento y miseria…, un mundo donde la
violencia, las armas, las venganzas, sustituyen al entendimiento, la escucha de
los que sufren, las necesidades perentorias de miles de almas en el mundo
entero… Un mundo en el que se ha ido
eliminando sistemáticamente a Dios, a Cristo, a la Iglesia Católica, a los
principio morales, a la vida y a la familia, al recién concebido y al anciano,
etc., etc., no lo consideramos verdadera amenaza
pedagógica de Dios, como para reaccionar desde el mandamás que más mande a
a la familia que menos tiene? ¿No están
ahí los gritos de los que sufren como clamor de una humanidad que se va al
traste? ¿Hay penitencia y cambio que se
tome en serio que Dios avisa? Lo peor de
todo es que el mundo opta por hacer oídos sordos, emborrachado, como está, de
otras drogas y perniciosos opios que le tienen adormecido.
Jesús fue a Nazaret con toda la
ilusión del mundo: Había hecho tanto bien por otros sitios…, había curado a
tantos enfermos…, había anunciado el Reino de Dios en tantos ligares… Llegó a su tierra, su patria chica, lleno de
deseos de volcar allí, entre los suyos de tantos años, esa bendición de Dios
que llevaba en sus manos. Y los paisanos
se tomaron a mofa a Jesús…, demasiado conocido para ellos…, compañero de juegos
de niño, de paseos de adolescente, de joven trabajador que iba codo a codo en
el tajo…, que bien sabían que era un pobre pueblerino, de familias conocidas y
no precisamente brillantes… ¿Y ahora iba
a venir a dar lecciones y a creerse enviado
de Dios? Y aquel anuncio y aviso de
salvación se quedó con las manos atadas.
Jesús, que siempre actuaba desde la fe de quienes lo recibían…, se
encuentra con un pueblo que no cree en él…, que no pone su fe…, que rechaza…,
se encuentra que no puede actuar, no puede curar… (Sólo alguno que otro suelto,
y que sí se tomó en serio a Jesús, recibió el beneficio de alguna
curación). ¡Ya se habían juzgado los
propios paisanos. Y ya se la habían
juzgado. Ellos no quisieron aceptar a
Jesús. Y sabemos por San Lucas que Jesús
nunca más volvió a su tierra, al pueblo que le vio tantísimos años… La verdad: ese es el mayor desastre que puede
recaer sobre un pueblo, una nación, un mundo…, o una persona. Mientras Dios habla, mientras Dios grite…,
estamos en camino de poder ser salvados.
El día que Dios calle, el día que Jesús dijo a aquella generación
perversa: ¿para qué seguir hablándoos?,
ese día el mundo ha echado ya la última papeleta de su desastre.
¿De verdad creen aún algunas gentes
que Dios no está hablando? ¿Todavía hay sordos que y ciegos que no oyen el
clamor de los pobres, o el grito apagado, dormido, desesperanzado, angustiado,
de una sociedad universal? ¿Todavía no se ha entendido que los
acontecimientos hablan también de dios, y que la creación entera manifiesta las
obras de sus manos?
O somos ciegos y sordos (y un poco
lelos?, si no advertimos que Dios está hablando y mucho en este mundo de hoy.
Amenazar para no tener que cumplir la amenaza, para dar lugar al arrepentimiento y al cambio de conducta, eso fue así en tiempos de Jeremías y sigue siendo así hoy. Dios sigue hablando a las gentes, y las gentes, la gran masa de gentes ignora a Dios y se pregunta el motivo de sus desgracias. Y es que las amenazas si no se cambia, se cumplen. Se tienen que cumplir, porque si no no serían amenazas, sería una farsa, y Dios lo que quiere es que la gente se convierta y se sane y se salve, y si no, no echen culpas sobre Dios, que el no quería que fueran las cosas mal.
ResponderEliminarVivimos en un mundo que "aparta", incluso que no lo niega sino que lo obvia, (señal inequívoca del vacío que pretende llenar con valores mundanos) a Dios de todo. Un mundo que chirría, que "vocifera" para que no escuchemos a ese Dios que "habla". Hemos de silenciar nuestras vidas, no un silencio físico (a veces muy necesario) sino un silencio como actitud permanente de escucha a Su voz.
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