martes, 17 de julio de 2012

Sigue habiendo tomate


DIFÍCIL
             No me lo pone fácil lo que dejan hoy las Lecturas. Pero suelo explicar el sentido del salmo responsorial como el papel del CORO EN LA TRAGEDIA GRIEGA, o si se quiere más moderno, el Coro de una Ópera o de una Zarzuela: su labor es remarcar en uno u otro sentido el tema básico de fondo.  Hoy tendremos que irnos al Salmo para sentir lo que palpita bajo las dos lecturas. Dios ha fundado su ciudad para siempre. Dios no planifica a plazos.  Sus proyectos son siempre eternos, como Él mismo.  Y al fundar “su ciudad” –su proyecto hacia la humanidad- lo hace con mirada eterna y tal mirada que es siempre constructora de bondad.  Por eso “Grande es el Señor y muy digno de alabanza…; su Monte Santo es altura hermosa, alegría de toda la Tierra.  Por eso, cuando hoy tenemos unas lecturas tan poco gratificantes por sí mismas, hemos de ESCUCHAR AL CORO para saber por dónde vamos: en la 1ª Lectura por tres palabras básicas y definitorias:  ¡Vigilancia y calma!; No temas.  Tres aspectos fundamentales.  En lo humano, la prudencia, la vigilancia, el no perder el dominio de uno mismo. El no te acobardes”…   En lo divino: NO TEMAS, esa expresión tan repetida en la Sagrada Escritura, siempre que la criatura mira a Dios y mantiene su equilibrio y confianza.
             En el Evangelio también el CORO tiene que marcar ritmos.  Que Jesús se enfrente a las tres ciudades que, habiendo recibido sus mayores favores, viven al margen de su obra salvadora, lleva a Jesús a esa pedagógica amenaza que ya hemos visto en diversas reflexiones bíblicas. No es Jesús, ni es Dios, quien “castiga”.  Pero Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm, los fariseos, los recalcitrantes que se empeñan en su negativa, esos sí son capaces de castigarse a sí mismos.  Y ya es muy penoso que Jesús se saliera de allí y se fuera a otras ciudades a predicar la salvación y la Buena Noticia de Dios que reina y salva, y funda su ciudad para siempre.
             Lo que yo no me quedo es tan tranquilo mirando a Corozaín y las demás “ciudades”.  Yo me vuelvo inmediatamente a hacer mi revisión personal. Porque yo no puedo caer en “lo Corozaín” impenitente; en “yo soy el bueno y los demás son los malos”; en “yo no tengo ninguna culpa”, o –como tantos que se parapetan en su: “yo no hago nada malo”.  Esto es lo que a mí me levanta una urgencia de reflexión personal, porque no fui llamado a “no hacer malo” sino a ser excelentemente bueno;  a serlo y a parecerlo.  Porque la Iglesia necesita SANTOS, que –sin ser de Altar- estén mostrando día a día que DIOS Y JESUCRISTO SON SANTOS.

1 comentario:

  1. Anónimo10:01 p. m.

    Este párrafo suyo me ha parecido muy importante, y quiero pegarlo de nuevo para reforzar la idea:

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    Lo que yo no me quedo es tan tranquilo mirando a Corozaín y las demás “ciudades”. Yo me vuelvo inmediatamente a hacer mi revisión personal. Porque yo no puedo caer en “lo Corozaín” impenitente; en “yo soy el bueno y los demás son los malos”; en “yo no tengo ninguna culpa”, o –como tantos que se parapetan en su: “yo no hago nada malo”. Esto es lo que a mí me levanta una urgencia de reflexión personal, porque no fui llamado a “no hacer malo” sino a ser excelentemente bueno; a serlo y a parecerlo. Porque la Iglesia necesita SANTOS, que –sin ser de Altar- estén mostrando día a día que DIOS Y JESUCRISTO SON SANTOS.


    AÑADO: Urge responder a esta llamada a la santidad, antes de que sea demasiado tarde. Además, la carta a los hebreos lo dice. Sin santidad no se verá al Señor...

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