DIFÍCIL
No me lo pone fácil lo que dejan
hoy las Lecturas. Pero suelo explicar el sentido del salmo responsorial como el
papel del CORO EN LA TRAGEDIA GRIEGA, o si se quiere más moderno, el Coro de
una Ópera o de una Zarzuela: su labor es remarcar en uno u otro sentido el tema
básico de fondo. Hoy tendremos que irnos
al Salmo para sentir lo que palpita bajo las dos lecturas. Dios ha fundado su ciudad para siempre. Dios no planifica a
plazos. Sus proyectos son siempre
eternos, como Él mismo. Y al fundar “su ciudad” –su proyecto hacia la
humanidad- lo hace con mirada eterna y tal mirada que es siempre constructora
de bondad. Por eso “Grande es el Señor y muy digno de alabanza…; su Monte Santo es altura
hermosa, alegría de toda la Tierra.
Por eso, cuando hoy tenemos unas lecturas tan poco gratificantes por sí
mismas, hemos de ESCUCHAR AL CORO para saber por dónde vamos: en la 1ª Lectura por tres palabras básicas y
definitorias: ¡Vigilancia y calma!; No temas.
Tres aspectos fundamentales. En
lo humano, la prudencia, la vigilancia, el no perder el dominio de uno mismo. El
no te acobardes”… En lo divino: NO TEMAS, esa expresión tan repetida en la Sagrada Escritura,
siempre que la criatura mira a Dios y mantiene su equilibrio y confianza.
En el Evangelio también el CORO tiene que marcar ritmos. Que Jesús se enfrente a las tres ciudades
que, habiendo recibido sus mayores favores, viven al margen de su obra
salvadora, lleva a Jesús a esa pedagógica amenaza que ya hemos visto en
diversas reflexiones bíblicas. No es Jesús, ni es Dios, quien “castiga”. Pero Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm, los
fariseos, los recalcitrantes que se empeñan en su negativa, esos sí son capaces
de castigarse a sí mismos. Y ya es muy
penoso que Jesús se saliera de allí y se fuera a otras ciudades a predicar la
salvación y la Buena Noticia de Dios que reina y salva, y funda su ciudad para siempre.
Lo que yo no me quedo es tan tranquilo
mirando a Corozaín y las demás “ciudades”.
Yo me vuelvo inmediatamente a hacer mi revisión personal. Porque yo no
puedo caer en “lo Corozaín” impenitente; en “yo soy el bueno y los demás son
los malos”; en “yo no tengo ninguna culpa”, o –como tantos que se parapetan en
su: “yo no hago nada malo”. Esto es lo
que a mí me levanta una urgencia de reflexión personal, porque no fui llamado a
“no hacer malo” sino a ser
excelentemente bueno; a serlo y a
parecerlo. Porque la Iglesia necesita
SANTOS, que –sin ser de Altar- estén mostrando día a día que DIOS Y JESUCRISTO
SON SANTOS.
Este párrafo suyo me ha parecido muy importante, y quiero pegarlo de nuevo para reforzar la idea:
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Lo que yo no me quedo es tan tranquilo mirando a Corozaín y las demás “ciudades”. Yo me vuelvo inmediatamente a hacer mi revisión personal. Porque yo no puedo caer en “lo Corozaín” impenitente; en “yo soy el bueno y los demás son los malos”; en “yo no tengo ninguna culpa”, o –como tantos que se parapetan en su: “yo no hago nada malo”. Esto es lo que a mí me levanta una urgencia de reflexión personal, porque no fui llamado a “no hacer malo” sino a ser excelentemente bueno; a serlo y a parecerlo. Porque la Iglesia necesita SANTOS, que –sin ser de Altar- estén mostrando día a día que DIOS Y JESUCRISTO SON SANTOS.
AÑADO: Urge responder a esta llamada a la santidad, antes de que sea demasiado tarde. Además, la carta a los hebreos lo dice. Sin santidad no se verá al Señor...