HOMBRE DE BIEN
Acababa
ayer la primera lectura con las palabras de Miqueas: Te he explicado, hombre de bien, lo que Dios desea de ti: simplemente que respetes el derecho,
que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios. Inmenso programa.
La
pedagogía de la lectura continua lleva hoy al capítulo siguiente, Dios encarga
pastorear a sus ovejas con el cayado de pastor, a esas que estaban apartadas en
la maleza. Y que ahora pastarán como en
los tiempos antiguos, en que Dios mostró su poder al liberar de Egipto. Y el profeta se admira de que no hay un Dios
como este Dios, que perdona el pecado y absuelve la culpa; se complace en la misericordia, y volverá a
compadecerse. ¿Cómo? Arrojará a lo hondo del mar todos nuestros
delitos y extinguirá nuestras culpas.
Si
pudiéramos expresarnos con atrevimiento, diríamos que “Dios es HOMBRE DE BIEN”.
Basta ir sacando el jugo profundo de esas expresiones para hacer labor
de abejas que succionan lo que les va a llevar a hacer la miel, dejando la flor
sin ajar. Bien podremos hoy hacer oración en esas palabras y “sentimientos” de
Dios, y habremos planteado todo un proyecto de vida constructivo, el que siempre
siembra y siempre construye.
El
Evangelio es uno de esos que los
“piadosos” querrían no tener escrito. En realidad es una reafirmación que hace
el evangelista de que en Jesús prevalece su misión, su llamada mesiánica sobre
los naturales afectos. Cuando San Ignacio de Loyola abre el libro de sus
Ejercicios, plantea la base fundamental de todo buen funcionamiento. Partiendo
de que Dios ESTÁ PERMANENTEMENTE creando y sosteniendo a cada persona y a todas
las cosas, es Dios mismo quien sabe cuál es la finalidad perfecta de cada
criatura suya: ser lo más que se puede ser…, el bien mayor que se puede tener:
DIOS MISMO como objetivo. Y eso desde la pura gratuidad de alabarlo, el amor filial
respetuoso de un hijo hacia su Padre, y la gran misión de servir a Dios que es lo que da la mayor
libertad a la persona, y su mayor dignidad.
María sabe muy bien que su Hijo ha seguido la llamada de Dios, y que su
finalidad en la vida es hacer la voluntad del Padre. ¿No lo iba a saber Ella, que sólo tuvo como
norte dejar que en Ella se hiciera
conforme al proyecto y Palabra de Dios?. Por eso a María no le sabe a nuevo
aquella respuesta de Jesús. Incluso pudo
pensar entonces si aquella venida de los parientes, que la habían traído hasta
allí, sería solamente deseando y
eligiendo lo que más agrada a Dios, o si los familiares se habrían
equivocado en aquella “inocente” intención de llamar a Jesús con su recado de
que “aquí están tu Madre y familia, que
quieren verte”.
No hace mucho tiempo expliqué
este texto en una charla de reflexión evangélica, relacionándolo con aquellos familiares de Jesús que pretendieron llevárselo por pensar que estaba fuera de
sus cabales. Como las devociones no
tienen límite, alguien objetó alguna cosa frente a lo que yo sugería: si quizás aquellos parientes habían intentado
ahora la misma operación de antes trayendo a María, y enviando el nuevo recado
a Jesús: tu Madre y tu familia quieren
verte. Imposible no es. Lo que fuera en realidad, nadie lo va a poder
saber ahora. Ni voy a tratar de erigir
una reflexión personal en piedra de tropiezo.
Sobre todo cuando el fondo de la respuesta de Jesús es –indirectamente-
una gran alabanza a su Madre. Porque es
cierto que ahora estaba centrado en sus discípulos en su enseñanza del Reino, y
eso estaba por encima de afectos familiares.
Los afectos son nobles y necesarios, pero secundarios. La misión está
muy por encima. Pero al definir Jesús a
aquellos que le escuchaban como que “estos
son mi madre y mis hermanos, porque todo
el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre",
estaba en realidad ensalzando inmensamente a la gran Mujer que era María, su
Madre, porque también Ella realizaba con perfección y sacrificio su gran misión
para la que Dios la puso en la tierra.
Estamos en el terreno de la obra de Jesús y de la fidelidad total de
María. Nuestras devociones van por otro
camino, muy válido en cada cual, pero sin tocar el auténtico fondo del tema.
No
vendría mal acabar con el SALMO: Muéstranos, Señor, tu misericordia. Ni es de descartar lo que me ha servido
de introducción: el ser HOMBRES DE BIEN,
que proceden anteponiendo a todo LA MISERICORDIA y EL RECTO PROCEDER.
Recomiendo un video del Papa hablando de las devociones como elemento importante de la nueva evangelización
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=eMweXCwdobM
Sinceramente, a mi me parece que María es la perfecta discípula de Jesús, la primera cristiana, un ejemplo para todos nosotros, Madre nuestra, pero en las palabras de Jesús siempre me ha costado ver el halago de Jesús a su madre. Tampoco veo un desprecio, como hacen algunos protestantes para quitarle dignidad a María. A mi me parece, y he leído el texto muchas veces, que Jesús está cumpliendo su misión, y que deja claro que por encima de su misión no hay nada en la tierra (el que no deja casa, padre, madre...). ¿Se imaginan a un sacerdote en mitad de una Misa, abandonando el altar porque su madre y sus hermanos han venido a visitarle? Yo no. Me imagino que esperaría a acabar la Misa, y luego con gozo, recibiría a su otra familia.
ResponderEliminarAcerca del tema de las devociones, estas son buenas cuando tienen la fe en Cristo y su Palabra en el centro de su actividad. Una devoción sin estos ingredientes se hace vana y no sirve más que para dar gusto al que la practica. Sin embargo esta realidad no es para atacar las devociones, sino para ponerlas en el contexto que tienen. Por ejemplo la Divina Misericordia es una gran devoción que puede santificar a quien se acerca a la luz de Santa Faustina Kowalska, a la que se le apareció el mismo Jesús del Evangelio.
ResponderEliminar