UNA RIQUEZA LITÚRGICA
Confieso –y no es la primer vez
que lo digo así- que no soy un escritor como aquellos de quienes se dice en 24
horas pasaban sus obras de la musa al
teatro. Lo que cada día aparece en
el blog, lleva detrás un largo tiempo de oración, ese momento grande en que uno
acaba viendo lo que ni siquiera había imaginado en una primea lectura. Hoy he tomado a Jeremías, como corresponde a
este viernes, y me ha admirado algo que nunca había sido objeto de mi
atención. Jeremías, el profeta tan perseguido
por profetizar ruina de Jerusalén, hoy abre a la esperanza, humilde de momento,
de que los mismos hijos apóstatas
volverá UNO de una ciudad y DOS de una tribu… Muy poquito a poco… Pero al final
os multiplicaréis y creceréis en Jerusalén.
Y lo que me ha resultado muy llamativo es que anuncia que ya no se nombrará el arca de la alianza del
Señor; no se recordará, no se echará de
menos ni se hará otra. Si ayer,
cuando puse en el blog una explicación aclaratoria sobre “DEVOCIÓN y devociones” hubiera tenido delante este
texto, casi que hubiera parecido que lo estaba explicando yo con mis palabras.
Hoy es el Profeta quien lo explica, y nada menos que con el arca de la alianza
del Señor, el símbolo sagrado de generaciones, porque de alguna manera les hacía
presente a Dios. Pero Jeremías está
apuntando ya a esa nueva Jerusalén mesiánica, al momento en que ya no se seguirán la maldad del corazón
obstinado…, el momento en que llega Jesús mismo, que ya no es un símbolo, una representación. Y hasta el mismo arca sagrada no se nombrará
ni se recordará ni se mencionará, ni se echará de menos. Porque lo que hay delante, Jesús mismo, no
tiene ya parangón con lo demás.
Otro momento grande evangélico
es la parábola del Sembrador, de la
que hoy escuchamos la EXPLICACIÓN. [La exposición se “perdió” con la Solemnidad
litúrgica de Santiago]. Pero la
explicación vuelve a cada detalle y, además, explicado por Jesús. En e entendimiento de esta explicación caben
las interpretaciones maniqueas de “buenos” y “malos”, como personas
diferentes. En realidad es mucho más personal. En toda persona que recibe la siembra de la
Palabra hay tierra buena y mejor. Por
tanto es una parábola para quien ya recibe y acoge la Palabra. Pero no toda Palabra, ni en todos los
aspectos. Porque yo he confesado muchas veces la clara conciencia que tengo de mi impermeabilidad para determinadas
llamadas de la Palabra. Hay durezas “de camino” que impiden que la semilla
entre en la tierra; espacios de vida personal “muy hechos” a la propia manera,
donde n me bajo del burro, y dejo perder la semilla…, la Palabra está ahí, pero
yo no me la aplico. Me llevaría a bajar del burro de mis conveniencias y
seguridades, y a eso estamos poco dispuestos. El tipo fariseo (de entonces o de
ahora) sintetiza muy bien esta realidad. Otra zona es más sutil, más engañosas,
más traicionera. En la primera no quedan sordinas sino humildad. En l segunda
hay claras sordinas. “Se goza” con la
Palabra, se cree haberle ofrecido tierra, pero era tan poca tierra que la
solanera del amo propio y de muchas influencias distintas, dejan en ciernes lo
que había comenzado. Nace la planta, PERO…
Es la palabra más demoledora ante el Evangelio. Es la de los buenos, PERO… Sigue la zona de matorrales. ¡Peligrosísima!
Jesús la explica como ese lugar donde la Palabra se ahoga entre los afanes de esta vida, la educción de las
riquezas… Y ahí en “las riquezas”
está esa autosuficiencia en la que uno se ahoga, tanto más cuanto que “la culpa
es de los matorrales” (un término
genérico, sin nombre propio, sin autocrítica), del que ya no es posible
liberarse. ¡Si pudiéramos
“individualizar” cada hierba de ese “matorral”…!
En mis tiempos de niño había una
colección de cuentos de Pinocho y Chapete.
Chapete era el enemigo visceral de Pinocho, que le hacía todas las
perrerías mayores que podía hacerle. Chapete parecía queda siempre encima
porque parecía ser el último que hablaba y hacía. Pero estaba siempre el “pájaro Pifa” que se
encargaba de buscar a tiempo la ayuda necesaria para que vinieran a arreglar
los daños que Chapete le había hecho a Pinocho. Pues bien: otro personaje era
clave en “la historia”: Pepito Grillo, que era “la conciencia” que iba de acá
para allá para intentar ayudar en el fondo de los personajes. Y yo siempre pienso en la gran labor que
Pepito Grillo debe hacer en mí ayudándome a ir tomado hierba por hierba,
poniéndole nombre, buscando el remedio para que mi tierra buena del 30 se pueda
aumentar al 60 cuando haya logrado yo identificar “mi matorral” y, por tanto
pueda empezar por quitar una mala hierba.
Claro: lo normal son los “Pepitos Grillos” que Jesús expresaba, de
quienes teniendo la viga en su propio ojo, pretenden servir para sacar la paja
del ojo ajeno. Aquí, ante la parábola dl
sembrador, ni cabe hablar de ello. Pero
sí mucho de esa personal conciencia que sabe buscar en uno mismo aquello que le
está siendo afán de su propia existencia
y mundo al que se aferra, o la seducción de ese YO, que siempre intenta
emerger sobre nosotros mismos y sobre los demás, y lo que no deja es el espacio
que la PALABR está necesitando para desarrollarse siquiera en el 30…, o en el
60.
"ya no se nombrará el arca de la alianza del Señor; no se recordará, no se echará de menos ni se hará otra"
ResponderEliminarMe ha encantado ésta frase, es una cosa que yo pienso con frecuencia y a veces veo demasiado interés en referirse constantemente al Antiguo Testamento, donde se presenta a un Dios vengativo en muchas ocasiones que contrasta en cierto modo con nuestro Dios misericordioso y Padre.
Pero me llama mucho mas la atención la parabola del sembrador y tu interpretación, nos aferramos a nuestra vida y no la dejamos crecer, pero además buscamos justificación a nuestros actos.
De un documento importante de la Iglesia:
EliminarImportancia del Antiguo Testamento para los cristianos
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15 La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación
Unidad de ambos Testamentos
16 Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.
El Antiguo Testamento es Palabra de Dios ya que contiene la verdad que Dios quiso revelarnos pero al mismo tiempo manifiesta el comportamiento de hombres duros de corazón que aun son incapaces de actuar plenamente como Dios quisiera. (Padre Jordi Rivero)
ResponderEliminarEl Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: «Jesús es el Señor» (cf. 1 Co 12, 3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura de la Biblia tomaba el lugar de su nombre impronunciable. (Papa Benedicto XVI)
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CAPITULO IV
EL ANTIGUO TESTAMENTO.
La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento
14 Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes. La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rm 15, 4)