LA VOCACIÓN:
LUCES Y CRUCES
Los
textos que nos trae hoy la Liturgia nos apuntan esas dos características: le
belleza de la vocación y la cruz que conlleva el Sí a Dios. Cuando Isaías
nos habla de la llamada de Dios hacia él, inmensamente respetuosa y sin forzar
nada, nos presenta una visión gozosa de Dios, de su trono alto y excelso, con
los ángeles más sublimes que cantan alrededor em triple SANTO que viene a expresar esa santidad de Dios inigualable.
Admirado Isaías ante tal visión, lo que se le pone delante –sobras suyas ante
tanta luz de Dios- es su indignidad, su pecado…, y su sentimiento primario de
estar ya perdido porque ¿quién puede quedar así ante el Sol brillante de
Dios? Un querubín –ángel de rango
supremo que sirve directamente a Dios- se viene hacia el altar, toma una brasa
ardiente con unas tenazas y se la acerca a la boca de Isaías. Y dice una palabra trascendental (¡que tanta
falta nos haría a todos saber escuchar y aplicar!):
Mira: tu pecado HA DESAPARECIDO.
Está perdonado. Parecería que podría acabar ahí el relato,
pero Dios continúa ahora como quien habla solo…: ¿A quién mandaré?, ¿quién irá por Mí? No se lo decía “a nadie”… Y sin embargo
aquella pregunta estaba pidiendo una respuesta.
Y si tomáramos una expresión de San Ignacio de Loyola en los Ejercicios,
quien tiene juicio y razón…, y quien
quiere corresponder fiel y generosamente a tantos beneficios de Dios –Isaías
ha sentido su alma purificada por aquel ascua que ha hecho desaparecer su
pecado- siente el impulso profundo dentro de sí, y responde con la nobleza de
un alma grande: AQUÍ ESTOY. Mándame.
El
Evangelio continúa el envío que Jesús ha hecho de sus apóstoles a anunciar
el Reino. Pero –con juicio y razón y
generosa decisión de responder al encargo- han de empezar por dejar a un lado
amor propio, comodidades y deseos de tranquilidades… Si ayer les advertía Jesús que los enviaba como corderos en medio de lobos, ahora
continúa advirtiéndoles que el discípulo
no es más que su Maestro, y que al Maestro le llamaron “Beelzebul”
(=demonio). Ellos nos van a ser más
privilegiados. Y lo que ellos lleven en su corazón, se va a saber, porque nada queda oculto que no se manifieste. [Otro tema para pararse un buen rato, y hacer
examen de “nuestros sentimientos ocultos”, de nuestros resabios que no pasan de
largo, y que se vomitan a la primera de cambio…: nada queda oculto, aunque lo
pretendamos disimular, ocultar o emborrizar.
Todo eso es una parte dura del seguimiento de tal Maestro.
Simultáneamente,
surge el “ascua ardiente” para purificar nuestros labios y nuestro
corazón: “No tengáis miedo”. Es emblema de Dios. El miedo, el temor, la
actitud negativa ante cosas o personas, contradice a Dios, que empieza por su
palabra emblemática: “No tengáis miedo”.
Y sigue Jesús: No tengáis miedo a
los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. La cruz de los apóstoles enviados y lo que
pueden padecer, no debe crearles miedo ninguno.
A lo que deben tener pavor es a lo
que mata el alma; a lo que crea infiernos interiores. A eso sí hay que tenerles pavor. A eso sí hay que estar vigilantes y en guerra
total. Lo demás, no tiene importancia,
porque el día que Dios envía…, que cuenta con uno para algo, ese día va uno
seguro. Que si Dios se ocupa de gorriones, ¡Cuánto más de los que Él tanto ama: la
humanidad! ¡Que no hay comparación entre
vosotros y los gorriones!
Los
que somos destinados Al Reino, sí tenemos que tener muy presente que no podemos
escudarnos en nuestras cómodas posiciones de escamoteo de la misión a la que
somos llamados: que hay que dar la cara y
estar muy de parte de ese Dios que nos ha perdonado y nos envía.
Intervengo nuevamente para decir, que en este tema, no tengo nada que decir. Gracias y saludos cordiales.
ResponderEliminar