PRIMER VIERNES
DÍA 6 ……………… Reunión de fin de Curso
5’30 tarde
TEMA: San Mateo, desde12, 22 hasta el final.
Profeta a su pesar
Amós no era ni profeta ni
descendiente de profeta. Era un
labrador. Pero un día Dios le manifestó algo, y Amós, honradamente, no tuvo
sino que decir lo que Dios le había comunicado. Como otras veces, Dios hablaba
de antemano para evitar que algo sucediera: la ruina de Jerusalén e Israel. Y eso no sentó bien. Y le recomendaron, por su bien, que se
marchara. Su respuesta fue tan fiel como había sido hasta allí: él no había
elegido tener que hablar de aquello, pero Dios manda, y él tiene que
comunicarlo por fidelidad a su Dios. De
ahí que el SALMO elegido para hoy sea el extenso 118 que cada dos líneas saca a
relucir los mandatos, la ley, los preceptos, los decretos, los mandamientos…,
de Dios. Y ante esa realidad, sólo cabe
la postura de ese hombre fiel
En el Evangelio, también ¡fiel Jesús!
Le tren un paralítico. Es muy claro que la finalidad del enfermo y de
los que lo traen es que Jesús le haga andar.
Pero Jesús tiene sus caprichos,
y en vez de curarlo (como tantas veces hizo), le sale por otro sitio, que –muy posiblemente-
no era lo que más emocionara al lisiado.
Jesús le dice: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados son perdonados. Si al enfermo no le entusiasmara demasiado
aquella salida, los escribas estaban como aves de presa para atacar a Jesús por
cualquier motivo. Y aquella palabra de
un hombre perdonando pecados les supo a blasfemia, “porque sólo Dios puede perdonar pecados”. Si tanto el paralítico como los doctores de
la Ley hubieran echado mano de la creencia popular, de que la enfermedad viene
como consecuencia de haber pecado, hubieran podido muy bien entender a
Jesús. Pero cuando hay malevolencia, no
se entiende ni lo más claro para la
gente sencilla.
Jesús entonces va a lo que
realmente iba: a mostrar a los doctores
fariseos su realidad profunda. Porque se
dirige a ellos y les hace un reto: Qué puedo
decir más claro: “tus pecados son perdonados” o “levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa? Pues para que veáis que Yo, Hijo del hombre, puedo perdonar pecados
[=tengo en realidad el poder mismo de Dios, como su Mesías que soy], se dirige al paralítico y le dice: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Lo más llamativo de estos relatos en que no
nos digan “el después”. Nuestra curiosidad lo desearía, pero los
evangelios no se escribieron para curiosidades sino para mostrar la verdad que
venían a mostrar. Y para el más mínimo
entendedor, la respuesta esencial estaba dada.
Los fariseos ni respiraron. Y a algo de esto…, a la gravedad de esto, va
a ir dirigido el acto del Primer Viernes, con el texto que he indicado al
comienzo. Es amplio, y muy rico en contenido
profundo y práctico para la aplicación a la vida personal.
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