LITURGIA: San Ignacio de
Loyola
Celebramos los jesuitas a nuestro fundador. Él
no quiso que nos llamáramos con su nombre (ignacianos o iñiguistas). Centrada
su vida en la persona de Jesucristo, quiso que nuestro nombre fuera “de la compañía del nombre de Jesús”. De
ahí, y quizás con un tono despreciativo, se nos llamó jesuitas, nombre que
aparece con connotaciones peyorativas en los diccionarios, y que sin embargo
para nosotros es el emblema que nos distingue nuestro espíritu y nuestro modo
de proceder centrados en Jesús, ese Jesús que mamamos en el Mes de Ejercicios
desde el comienzo de nuestro noviciado, y que marca una vida.
A eso responde la 1ª lectura de la solemnidad (Jer,20,7-9):
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir.
Y reconoce el profeta que eso le ganó el ser
el hazmerreír de todo el mundo, que se burlaba de mí. Cuando San Ignacio
nos da el “Examen” para que sepa el que desea ser jesuita a qué se atiene, le
planta por delante un principio fundamental de humillaciones y cruces, que debe
amar el jesuita como el mundo ama la gloria y la alabanza.
Comenta el profeta Jeremías que pretendió dejarlo todo eso
a un lado (“olvidarme del asunto”)
pero se encontró que el pensamiento de dejarse seducir por Dios le ardía como
fuego en el alma. ¡Tenía que aceptar esa humillación! E Ignacio de Loyola lo
llevó a rajatabla y lo inculcó a sus seguidores.
El SALMO 33, que afianza la idea, nos hace repetir algo
hasta que se meta en las entrañas de nuestra vida: Gustad y ved qué bueno es el
Señor.
En la 2ª lectura (1Co,10,31 a 11,1) se expresa lo que será
el colofón distintivo de la obra ignaciana: A
mayor gloria de Dios. Pablo lo expresa diciendo: Ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria
de Dios. Dice Pablo que él procura no escandalizar a nadie: ni a judíos ni
a griegos ni a la Iglesia de Dios, sino que procura contentar a todos para que
se salven.
Una acepción del diccionario sobre la voz: “Jesuitas”, es
la de “hipócritas”. Y es que el jesuita responde a esa palabra de Pablo: no
escandalizar a nadie y estar abierto a todo el mundo para salvarlo. Ignacio era
un hombre serio y recto, pero su actitud era condescendiente, buscando no mi propia ventaja (dice Pablo), sino
el bien mayor. Y concluye; Sed imitadores
míos como yo lo soy de Cristo, expresión que muy bien encaja en Ignacio de
Loyola, y que ojalá sea la mística interior de un buen jesuita.
El evangelio (Lc.14,25-33) finalmente viene a marcar una de
las características más determinantes de Ignacio de Loyola: el
discernimiento. Jesús enseña a CALCULAR…, a no dejarse llevar del
primer impulso…, a calibrar lo que es conveniente hacer en cada caso: el que
empieza una torre tiene que saber si tendrá medios para concluirla, porque de
lo contrario será objeto de burlas, porque empezó y no pudo concluir.
Lo mismo el rey que va a aceptar batalla contra otro rey
que le ataca con muchos efectivos, tiene que sentarse a pensar con los que él
cuenta. Porque si no tiene un mínimo de garantías, mejor es que envíe
mensajeros a pedir una paz digna.
San Ignacio de Loyola centra la espiritualidad de los
Ejercicios en la ELECCIÓN, y tiene dos
tandas de Reglas para orientar una sana elección, unas que están más al
comienzo de la experiencia espiritual, y otras –más de iniciados- cuando se
trata ya de personas más cultivadas, en las que el peligro es más subrepticio y
la atención a las señales tiene que ser más sutil. Hay que sentarse a calcular…
La vida diaria conlleva muchas situaciones que piden
determinadas decisiones. Y aunque entonces no se van a pasar por delante las
Reglas, sin embargo tiene que haberse hecho un “fondo” que casi automáticamente
aplique los principios. He ahí una de las razones por las que no es fácil que
un jesuita adopte posturas definitivas en cualquier modo y momento. Y es que en
su “mecanismo interior” se están poniendo en acción esas señales que indican
por dónde se mueve realmente el Espíritu…, o qué “espíritu” es el que realmente
mueve en ese instante: ¿el de Dios?, ¿el espíritu del mal? [que no es
necesariamente el demonio, porque pueden ser los resortes subrepticios
interiores o las influencias externas lo que esté moviendo a una parte a otra,
no precisamente bajo la acción de Dios].
Interesante el enfoque de San Ignacio.
ResponderEliminar"No me habéis elegido vosotros, sino que yo os elegí, y os he puesto para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto sea permanente" (Juan 15,16-18) Dijisteis SI y os comprometisteis en la obra de Dios, damos gracias a Dios por haber sido elegidos, os felicitamos y os pedimos fidelidad a vuestro compromiso
ResponderEliminarMuchas felicidades y un fuerte abrazo.No conocía ese tono despectivo del diccionario que se debería suprimir.Siempre habrá enemigos de Jesús y su Iglesia por los que rezamos como hermanos.Jesus elige sus instrumentos y les comunica las gracias convenientes.Vuestra semilla ha fructificado.ENHORABUENA!
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