LITURGIA Domingo 15-C T.O.
Domingo con un contenido práctico. En la 1ª
lectura (Deut.30,10-14) Moisés habla al pueblo y le pone delante los preceptos
y mandatos del Señor, y pide al pueblo que se vuelva hacia el Señor y que
cumpla con la ley que el Señor le pone delante, y que es perfectamente
factible. No hay que tener virtudes heroicas. Lo que hay que hacer es tener
presente que el mandamiento está muy
cerca de ti, porque está en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo. Lo que Dios
prescribe ya lo lleva la persona grabado en el fondo de su conciencia. Dejar de
hacer lo que Dios manda tiene que forzar el interior de la persona, porque el
mandamiento de Dios está en el mismo corazón.
En el evangelio (Lc.10,25-37) un doctor de la ley se acerca
a Jesús con el deseo de alcanzar vida eterna, y pregunta qué tiene que hacer.
Jesús le responde con la respuesta que corresponde a todo judío, y que se la
sabía de memoria y la llevaba en el corazón. ¿Qué está escrito en la Ley?,
pregunta Jesús. Y el doctor de la Ley responde de corrida el mandamiento
supremo: Amarás al Señor tu Dios con todo
el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas y todo tu ser. Y al prójimo
como a ti mismo. Jesús no tiene nada que añadir. Sencillamente emplaza al
doctor de la Ley a vivir eso que sabe perfectamente.
Pero quiere este personaje aparecer como hombre bueno y
pregunta a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Y Jesús se luce en la descripción de una parábola que es
una pieza maestra. Un hombre es asaltado por bandidos que le roban y lo dejan
medio muerto. No lo atiende ni el sacerdote ni el levita que se dirigen a
Jerusalén y que si tocan un cadáver ya no pueden oficiar su ministerio. Pero un
samaritano, que acierta a pasar por allí, sí se hace cargo del herido, y allí
mismo le aplica los primeros remedios que tiene a su alcance, y luego lo monta
en su cabalgadura y lo lleva a la posada más cercana, donde lo cuida. Y
teniendo que marcharse, paga al posadero y le encarga el cuidado del hombre, y
le paga por adelantado dos denarios, y si gasta más, él lo pagará a su vuelta.
La descripción es una maravilla. Tiene una fuerza y un
dinamismo maravillosos, y una lección que entiende el más torpe. Pregunta
entonces Jesús al letrado quién cree él
que se portó como prójimo del que había caído en manos de ladrones. El
doctor de la ley tiene que tragar saliva, porque los samaritanos no eran bien
vistos por los judíos, y Jesús le ha puesto delante al samaritano como el
hombre bueno de la parábola. Y el doctor de la ley responde que el que ha sido
verdadero prójimo es el que ha usado de
misericordia con el herido.
Jesús entonces le responde: Anda y haz tú lo mismo. Y cierra el capítulo. Para actuar como
prójimo de alguien, hay que vivir con él la misericordia. Observen que no ha
preguntado Jesús por el otro prójimo que había sufrido la emboscada. Sino por
el que hizo la buena obra. Ese es el verdadero prójimo o próximo, que se toma en serio la necesidad que tiene delante.
Al acercarnos a la EUCARISTÍA se nos va a preguntar si
somos prójimos abiertos a las necesidades y penurias de otros. Si tenemos el
corazón abierto para hacer el bien sin mirar más detalles, o nos refugiamos en
nuestras razones, como el sacerdote y el levita, para dejar de ejercitar el
bien que tenemos que hacer. Porque ahí se nos presentaría el pecado de omisión,
que no es el que hace algo mal hecho sino el que deja de hacer el bien que debe
hacer.
En la presencia de Dios miramos hacia los sentimientos de
nuestro corazón.
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Para que no consideremos los mandatos del Señor como algo imposible de
vivir, Roguemos al Señor.
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Para que tengamos en cuenta que Dios busca nuestro bien en los
mandamientos que nos pone delante, Roguemos
al Señor
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Para que seamos prójimos misericordiosos y caritativos de las
necesidades ajenas, Roguemos al Señor.
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Para que no dejemos de hacer el bien que debemos hacer, Roguemos al Señor.
Danos, Señor, entrañas de misericordia para vivir de
acuerdo con la enseñanza de Jesús.
Por el mismo Jesucristo N.S.
Hay quien cree que los mandamientos de Dios son imposibles de cumplir, lo cual es un error. Lo que ocurre es que si es posible no cumplirlos, como resultado del deseo interior de hacer lo contrario de lo que enseña Dios en su Ley. Repasar pues los mandamientos de la Ley de Dios, y ver si si o si no.
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