LITURGIA
Otro episodio significativo y muy expresivo
cuando se le “traduce” a la vida. Gn.32,22-32 nos muestra a Jacob luchando con
un misterioso personaje que ha venido a probarlo. A lo largo de la lectura se
deduce fácilmente que el “misterioso personaje” es Dios mismo. Cuando Jacob se
ha quedado solo, después de hacer pasar a todos los suyos el torrente, y se
dispone a dormir, surge esa lucha que dura toda la noche y hasta la aurora, con
un forcejeo entre Jacob y el personaje. La lucha acaba cuando a Jacob le toca
la articulación del muslo y lo deja tieso. Pero Jacob no lo suelta.
Y el personaje dice a Jacob: Suéltame que llega la aurora. Pero Jacob no lo suelta y le dice: No te soltare hasta que me bendigas. Y el
personaje le dice a Jacob: ¿Cómo te llamas?
Responde: Jacob. Y le replicó: en adelante no te llamaras Jacob sino Israel.
La respuesta continúa muy sugerente. Ese personaje, de evidentes
rasgos sobrenaturales (el cambio de nombre que él pone deja la evidencia de que
se trata de Dios), le dice a “Israel” que lo llama así “porque has luchado contra hombres y dioses y has podido”. Jacob ha
luchado con “dioses”. En realidad con Dios. Y Dios le dice que en esa lucha ha
podido Jacob. A mí me sugiere el valor de la oración, como una especie de
“lucha” en la que el hombre trata de obtener algún favor, y Dios acaba
dejándose vencer por la fuerza de esa oración. Me suscita también la idea de no
cejar nunca en las contiendas de la vida, porque Dios nos quiere luchadores que
nunca se dejan vencer y que pelean hasta la extenuación, aunque acaben con “la
articulación del muslo descoyuntada”. Como decía al principio me es muy
sugerente este episodio. Que acaba con la bendición de Dios sobre Jacob. Jacob
se queda admirado porque he visto a Dios
y he quedado con vida.
Mt.9,32-38 comienza con la liberación de un poseso, al que
Satanás había dejado mudo. Que caben las dos explicaciones. Era uno que se
había quedado mudo y como no se sabían las causas, se le atribuye al demonio. O
realmente era un pobre hombre al que la posesión diabólica le había originado
mudez. El hecho es que Jesús interviene y libera al hombre, que sale hablando,
entre la admiración de la gente, que exclama: Nunca se ha visto en Israel cosa igual.
Ahí entran en liza los fariseos que tratan de desprestigiar
a Jesús, y dicen que echa los demonios
con el poder del jefe de los demonios. San Mateo no se mete en más ni en la
respuesta de Jesús. Posiblemente el evangelista ha considerado tan absurda la
acusación que no ha visto necesidad de pararse más en ello. Lo dicho por los
fariseos se caía por su propio peso.
Jesús recorría las ciudades y aldeas enseñando en sus
sinagogas, anunciando el evangelio del
Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Es como la
respuesta que da el evangelista a los absurdos fariseos. A Jesús no le ata las
manos los dimes y diretes de aquellos hombres. Él va de lugar en lugar, con el
anuncio de la Buena Noticia, el evangelio del reino, que tiene su concreción
práctica en las curaciones que hace Jesús de toda clase de enfermedades y
dolencias. ¿También eso era por el poder del jefe de los demonios?
Al ver a las gentes
se compadecía de ellas y padecía de verlas sufrir y de verlas con ansias de
verdad y sin embargo tan abandonadas “como
ovejas que no tienen pastor”. Estamos de nuevo en el tema del domingo
pasado, con Jesús que invita a los suyos y a las mismas gentes a rogar al dueño de la mies que envíe obreros
a su mies, pues Jesús está viendo a un mundo necesitado: mies abundante,
que sin embargo no tiene la atención debida.
¡Si Jesús se presentara hoy día en nuestro mundo actual!
¡En España! ¡En nuestras regiones y ciudades! Si Jesús estuviera aquí presente
como entonces y comprobara la mies dispersa y despistada, y la carencia de
buenos “segadores” que les pudiesen recoger… Yo comprendo que hemos de vivir
confiando en los planes ocultos de Dios, que sólo él conoce, y que sólo él sabe
adónde va a conducir todo esto, y cuál y cómo será “la nueva hora de Dios”.
Pero en la mirada “natural” que podemos tener con lo que se ofrece a nuestra
vista, es para sentir enorme compasión de este mundo. No sólo por él mismo y su
despiste cerval, sino porque no hay “obreros” suficientes ni ya –por su edad-
debidamente aptos para poder entrar en esa mies con una garantía de efectividad
para la causa del Señor.
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