SÁBADO SANTO
[SINÓPSIS: sin referencia; QUIÉN ES ESTE, pgs.159-161]
El sábado es día de luto. Piamente se puede pensar que todos
los discípulos de Jesús, con María, la madre, se han recogido en el Cenáculo,
como lugar de silencio y de resguardo. Para la mayoría, mero luto por la muerte
del Maestro. Para María un tiempo misterioso de espera, sin saber en qué se va
a concretar aquella promesa del Hijo de “a
los tres días resucitaré”. Sufriendo
como madre toda la soledad de su orfandad, y de los tremendos recuerdos vividos
en las horas anteriores. Quiero imaginarla retirada, reviviendo palabras,
dichos y hechos de Jesús, y en ese terrible dolor del Hijo que muere en unas
condiciones tan inhumanas. María vive en oración todo este día, aunque saliendo
alguna vez a unirse a los discípulos de su Hijo, que están abatidos y sin
esperanza alguna. Más que ellos consolando a la Madre y acompañándola en su
dolor, es ella la que trata de elevar el sentimiento de aquellos hombres, que
sienten como que se les han ido de las manos tres años que acompañaron
ilusionados al Maestro, y que ahora se encuentran con todo el edificio
derrumbado por la muerte.
Puede ser momento nuestro para acompañar a María, sabedores
de que lo que ella sufre no es algo ajeno a nosotros, pues fueron nuestros
pecados los verdaderos agentes de la muerte de su hijo. Acompañarla ahora es un
deber de hijos agradecidos, a la vez que tomarnos en serio aquello de que “el
discípulo la recibió en su casa”. Nosotros le ofrecemos la nuestra, que es un
corazón arrepentido y dolido, que quiere consolar a la madre, a la vez que bien
sabemos que somos consolados por ella. Y nos entremezclamos entre los Once, con
un Pedro hecho un mar de lágrimas porque no puede olvidar sus negaciones y la
mirada dolorida del Maestro, con un Tomás que se ha venido debajo de su
carácter fuerte, con cada uno de aquellos hombres que saben muy bien su
cobardía y temores cuando en los momentos peores del Maestro se han quitado de
en medio.
A cada uno tiene María una palabra de aliento, un consuelo,
una mirada de misericordia, queriéndoles hacer comprender que ante el Corazón
de su Hijo son lo que realmente han manifestado a través de aquellos años, y
que si su Hijo estuviese aquí ahora mismo, pondría su Corazón en cada uno,
pasando por encima de las debilidades que han tenido. Y que no pierdan la fe de
que algo puede esperar que sobrepase todos los sentimientos del momento
presente.
LITURGIA
El Sábado Santo es un día de luto en la
Iglesia. Cristo yace en el sepulcro y entonces no hay nada que decir ni que
hacer sino guardar el luto.
Cerca de la medianoche comienza la liturgia de la Vigilia
Pascual, que es la más rica de todas las liturgias, cargada de contenido. Su
esquema se desdobla en 4 partes muy ligadas entre sí.
Comienza con el rito del LUCERNARIO. Es el paso de la oscuridad que embarga a la Iglesia a
la aparición de la luz, todo ello representando la resurrección de Cristo, que
es LA LUZ por excelencia. Se prolonga con la procesión del Cirio Pascual,
símbolo de Cristo triunfante mientras se
van encendiendo velas de los fieles y luces del templo. Desemboca en una
explosión de alegría en el canto de la llamada “Angélica”, o “Exultet”, con
todo el templo iluminado. (Es un error dejar la iglesia a oscuras durante este
pregón pascual).
Ahora viene una segunda parte, que viene a sosegar la
emoción vivida, y a la vez a explicarla. Con las velas apagadas, se inicia una
amplia LITURGIA DE LECTURAS del
Antiguo Testamento que viene a ser una síntesis de la Historia de la Salvación
en el paso de los siglos, desembocando en una lectura del Nuevo Testamento, con
su solemne ALELUIA FINAL, que da paso al Evangelio de LA RESURRECCIÓN.
La resurrección de Cristo es una realidad vivida por los
cristianos como base de su fe. Y entonces, en una 3ª parte, se tiene el RITO BAUTISMAL. Donde hay neófitos para
recibir el Sacramento, lo reciben en este momento. Lo general es que los fieles
cristianos asistentes, renueven sus
promesas bautismales con la plena conciencia de su fe. Concluye con la
ORACIÓN DE LOS FIELES.
Y desemboca en la 4ª parte y momento supremo del triunfo de
Jesucristo, que es la celebración de la Eucaristía, donde vivimos de forma real
todo el misterio pascual.
Los fieles serán despedidos con un doble ALELUIA en pleno
Domingo de Resurrección.
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