LITURGIA
El domingo de Ramos leíamos esta misma 1ª
lectura (Is.50,4-9), que tiene una serie de rasgos propios de la pasión de
Cristo, vividos proféticamente por el Siervo de Yahvé: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban
mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Junto a eso, toda la
confianza puesta en Dios, “mi abogado”, que mostrará mi inocencia.
En el evangelio tenemos descrito por San Mateo (26,14.25)
un dato importante: el del ofrecimiento interesado de Judas a los sacerdotes
para entregarles a Jesús: ¿Qué estáis
dispuestos a darme si os lo entrego? Ya se ve que Judas no era un idealista
sino una mala pieza.
Preparación de la Cena Pascual, lugar que Jesús mantiene en
secreto para no facilitarle a Judas su mala acción. Jesús da instrucciones y
dos de sus apóstoles sirven de avanzadilla para realizarlas. Y una vez en el
lugar, Jesús anuncia a sus discípulos que os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados preguntaban
uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? y
Jesús dio una pista tan general que no averiguaron nada. Y dijo Jesús: El Hijo del hombre se va, como está escrito,
pero ¡ay de aquel que a entregar al Hijo del hombre.
Y Judas tuvo la desfachatez
de preguntar también si era él: ¿Acaso soy
yo, Maestro? A lo que Jesús respondió disimuladamente: Así es.
[SINÓPSIS 335-336;
QUIÉN ES ESTE, 154]
La naturaleza lloró la muerte de su Creador y la expresó
con señales inequívocas de que hacía el luto ante ese momento impensable de la
muerte de quien es la Vida.
Lo fue el terremoto que hizo quebrar las piedras y abrir
los sepulcros.
También fueron aquellos muertos que resucitaron y entraron
en la ciudad y se aparecieron a muchos.
Hasta el centurión romano que vigilaba toda aquella
operación, y los que con el guardaban a
Jesús, viendo todo lo que estaba ocurriendo, temieron. (Mt.27,54). Y viendo
cómo expiró Jesús con aquel grito fuerte en la misma hora de la muerte, el
centurión, que estaba frente a Jesús, acabó dando
gloria a Dios (Lc.23,47-48) y diciendo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
(Mc.15,39).
San Lucas nos dice también que las gentes aterrorizadas
bajaban del Calvario dándose golpes de pecho. Los que un rato antes habían
estado burlándose de Jesús porque no bajaba de la cruz, acaban sabiendo que
Dios testificaba a favor de aquella víctima.
Un dato que nos puede hacer de nuevas, pero que lo citan
los tres sinópticos, las mujeres, y entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago y José y la madre de
Juan y Santiago, contemplaban desde
lejos…, a distancia. En eso no coinciden con Juan, que las sitúa al pie de
la cruz. No es un dato de mayor importancia, pero no deja de llamar la
atención.
Jesús ya ha muerto. La zozobra de María, su madre, es la de
lo que queda ahora por delante, porque el destino de los ajusticiados era la
fosa común. ¿Qué va a pasar ahora con el cadáver de Jesús? ¿Ni siquiera va a tener sepultura digna? El
corazón de la madre no sólo padece ahora mismo la muerte de su Hijo, sino la
incertidumbre del momento después. Y que estamos a menos de tres horas de que
todo eso vaya a suceder, porque para las 6 debe estar todo resuelto, por ser ya
la Parasceve y no poder quedar en las cruces los tres ajusticiados, pues
comienza la gran fiesta de los judíos. (Aunque la verdad es que el sentido de
esa fiesta ya ha perdido su valor desde que ha quedado rasgado el velo del
templo, y que Jesús ha empezado a inaugurar la verdadera Pascua. Pero los
judíos seguirán con sus rituales, y las vísperas de la fiesta se echan ya
encima).
Acompañemos a María en estos momentos tan duros y
presentémosle nuestro pesar por la muerte del Hijo, ese Jesús que ella nos dio
lleno de vida en Belén y Nazaret, y que nosotros le devolvemos maltratado y
muerto. Tenemos nuestra parte en toda esa tragedia, y al menos acerquémonos a
la Madre para expresarle todo nuestro sentimiento de dolor y de amor. Decía el
evangelista Juan que el discípulo la
recibió en su casa. Y Juan cuidó de no ponerle nombre a ese discípulo.
Quería que ocupáramos cada uno de nosotros ese puesto de discípulo amado, y nos apeguemos a la Virgen y la tengamos como muy
nuestra, para vivir junto a ella y con ella el dolor y el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!