LITURGIA: Fiesta del bautismo de Jesús
Se cierra el ciclo de Navidad y Epifanía con la fiesta del
bautismo del Señor, que es una nueva epifanía o manifestación de Jesús. Si el
episodio de los magos nos llevaba al anuncio a los pueblos paganos del
nacimiento del “rey de los judíos”, llamándolos a formar parte del nuevo pueblo
de Dios, hoy, con el bautismo y las manifestaciones que se producen en él, la
llamada es al propio pueblo judío, al que Jesús es presentado como Mesías, Hijo
amado predilecto de Dios.
Hay dos fases en ese evangelio de Lucas (3,15-16.21-22):
una es el testimonio de Juan Bautista, al que la gente llegó a creer “Mesías”,
y él lo desmiente y hace caer en la cuenta de que él solo bautiza con agua, en
un ritual meramente simbólico pero que no tiene más efecto que el de manera en
que las gentes quieran responder a la llamada. Es un recordatorio. No tiene
efectos directos. Es un simple reconocimiento de que se es pecador y se
necesita salir de ese estado.
Pero Juan Bautista anuncia al Mesías, que será el que bautice en Espíritu Santo y fuego. Juan
dice de sí que él no es digno ni de ser esclavo de ese Mesías. Pero se
encuentra con la sorpresa de que Jesús se mete en la fila de los pecadores para
recibir del Bautista aquel bautismo de agua. No porque él sea pecador sino
porque viene a tomar sobre sí y cargar con todos
los pecados del mundo.
Jesús no viene al mundo como uno que actúa desde fuera del
mundo. Se mete en la fila de los pecadores y los levanta desde esa situación porque
él tiene que ser bautizado con otro
bautismo, refiriéndose al bautismo de su sangre. Y allí, al bautizarse,
toma sobre sus espaldas el pecado de la humanidad y lo lleva hasta la cruz,
para dejar allí clavado el pliego de los pecados de la humanidad y limpiarlo
con la sangre de su muerte. Ese ya es el “bautismo con Espíritu Santo y fuego”,
que da lugar a nuestro bautismo, que sí es activo y nos limpia de los pecados y
nos eleva a la dignidad de ser hijos de
Dios. Él es proclamado Hijo amado predilecto del Padre, y
con ello recibe la vocación mesiánica que habrá de desenvolver a través de su
vida, pasión y muerte, para llegar a su resurrección.
A esa realidad de muerte y resurrección somos llamados
nosotros por nuestro bautismo, por el que hemos de morir al pecado y abrirnos a
una vida nueva que se va renovando en
justicia y santidad.
Ahí encaja ya la 1ª lectura (Is.42,1-4.6-7) en la que se
habla de la llamada de Dios sobre su
elegido, a quien prefiero; sobre el he puesto mi espíritu para que traiga el
derecho a las naciones.
Todo eso lo va a llevar a cabo el elegido de Dios sin
gritar ni dar voces, sin romper la caña cascada ni apagar el pabilo vacilante,
sino que promoverá fielmente el derecho y
la justicia en la tierra, abriendo la prisión a los encarcelados y sacando
de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas. Se anuncia, pues, una vida
nueva, que llevará adelante el Mesías de Dios.
En la 2ª lectura (Hech.10,34-38) se sintetiza la vida de
Jesús en una frase de San Pedro: pasó por
el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él. Para concluir que Dios no hace distinción de personas y
acepta al que lo ama y sigue sus preceptos.
El Bautismo nos abre la puerta a la fe y nos aboca a la participación en
la EUCARISTIA. La fe, el agua y la sangre son los testigos y los autores de
nuestra vida cristiana. Que ese Bautismo no se quede en hecho pasado, sino que
nos abra a una participación más viva en nuestro compromiso cristiano.
Pedimos a Dios que nos manifieste a Cristo para que vivamos una vida
recta.
-
Que la Iglesia sea sacramento visible que manifieste a Jesucristo al
mundo. Roguemos al Señor.
-
Que nos renovemos siempre en nuestra exigencia cristiana. Roguemos al Señor.
-
Que seamos conscientes de nuestro Bautismo como consagración personal a
Dios. Roguemos al Señor.
-
Que la EUCARISTÍA comprometa cada vez más la fuerza de nuestra fe. Roguemos al Señor.
Concédenos, Señor, aprovechar las enseñanzas de cada
domingo para que no pasen de largo los frutos que nos ofrece la Palabra de Dios.
Lo pedimos por Jesucristo N.S.
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