Pidamos por
las intenciones del Papa
en la JMJ de
Panamá.
LITURGIA: La
conversión de San Pablo
Hay dos primeras lecturas de los Hechos de los Apóstoles, a
elegir. Son dos relatos paralelos de la conversión; uno es una historia contada
en primera persona. El otro es un relato que hace el autor del libro, pero que
es casi un calco del primero. Podemos tomar uno u otro, aunque yo elijo el que
es autobiográfico, con toda la fuerza del protagonista: 22,3-16.
Se define Pablo como judío, nacido en Tarso, y discípulo
del gran maestro Gamaliel. Aprendió hasta el último detalle de la Ley de sus
antepasados y sirvió a Dios con toda su alma y con el mayor fervor.
Perseguidor a muerte de los seguidores de Jesús, tuvo la
idea de pedir cartas de recomendación y autoridad para ir a Damasco y traer
presos a los cristianos para ser juzgados por los tribunales judíos.
Pero en el camino se encontró con lo inesperado: un fuerte
relámpago lo dejaba ciego y caído por los suelos. Y como era hombre noble y de
mucho temperamento, advirtió que allí pasaba algo que no era normal. Y caído
como estaba, preguntó a lo desconocido: ¿Quién
eres, Señor?, porque estaba seguro de que allí había habido una fuerza
sobrenatural, la única capaz de tronchar su soberbia y su propósito.
Una voz, que los demás no entendieron, le respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Otro
hubiera respondido que él no perseguía a Jesús, que era un muerto. Pero Pablo
era más inteligente y optó por humillarse y preguntar ahora: ¿Qué debo hacer, Señor? Rendía su
carácter y se entregaba.
Pero no había acabado aquí la lección del Señor. Todavía
hubiera sido para Pablo una compensación que la voz del Señor le dijese lo que
debía hacer. Pero Jesús hace las cosas más hondas, y al perseguidor de los cristianos
lo remite a un cristiano y que sea ese el que le diga lo que tenía que hacer.
Se levantó y cogido de la mano de sus compañeros –porque él
no veía- fue conducido a Damasco, donde Ananías le saludó afablemente: Saulo, hermano, recobra la vista. Y Saulo
se encontró directamente con uno de los que él hubiera detenido para llevarlo
preso a Jerusalén. Pero ahora Saulo dependía de él. Y Ananías le mostró el
camino que el Señor marcaba. Por lo pronto, el bautismo cristiano. Y luego el
anuncio profético de que toda la fuerza que había empleado para destruir, ahora
la había de emplear para ser testigo de Jesús, ante todos los hombres, de lo
que había visto y oído.
Una historia apasionante, que de hecho se convirtió en
inmensa realidad, y el Saulo perseguidor se convirtió en el potente Pablo, que
sería apóstol y pieza angular para la construcción de la vida de la Iglesia que
Jesucristo había fundado.
El Evangelio (Mc.16,15-18) es el mandato de Cristo a sus
Once, antes de subir al cielo, para que fueran por el mundo entero a predicar
el evangelio y a hacer discípulos en el Reino. Se aplica a Pablo en esta
liturgia para expresar la fuerza apostólica de aquel hombre, que fue el que
abrió el reino a los gentiles, y el que llevó el evangelio a muchas partes. En
Pablo se cumplen aquellas notas que Jesús expresó en lenguaje figurado, sobre
la influencia de la fe en los creyentes: echarán
demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus
manos, y si beben veneno, no les hará daño. Impondrán las manos en los
enfermos, y sanaran.
“Demonio” es todo lo que se opone a Jesucristo. Todo lo que
esclaviza el alma de los creyentes y no les deja caminar por el camino del
reino. “Lenguas nuevas” es todo modo de actuar distinto al mundano. Es el nuevo
lenguaje del evangelio, otra realidad diferente a lo que se había vivido hasta
entonces. Las “serpientes”, toda tentación que proviene a la persona, pero que
sin embargo no cae en ella porque esta agarrado a la fuerza poderosa de Jesús.
“Veneno” es todo el planteamiento del mundo, que sólo busca dinero, placer y
engreimiento. El creyente en Cristo tiene el antídoto potente de la Gracia de
Dios, y no puede morir. Todo eso se resume fácilmente en esos “enfermos
sanados” por la imposición de las manos de Jesús, y de la mano de la Iglesia
que se acerca a los hombres para sanarlos.
Todo eso será labor de Pablo en su gran magisterio sobre la
doctrina de Jesús, sin querer saber ya otra cosa que a Cristo, y a Cristo
crucificado.
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