Entro en unos días que
mantienen la incógnita de poder conectarme a través del blog. Lo intentaré.
Pero si no pudiera hacerlo, quedamos citados para el día 8.
LITURGIA
Hay una mentira que pudiéramos llamar “de rango superior” en la
mente de San Juan: 1ª,2,22-28: negar que Jesús es el Cristo. Y es una mentira
de tal calibre que, el que eso hace, es el anticristo.
Pero la cosa va a más: negar que Jesús es el Cristo es
negar también al Padre. Ese tal no posee al Padre. Por el contrario posee al
Padre quien confiesa al Hijo. Perseverad en lo que habías oído desde el
principio y permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Permaneced en él para que
cuando se manifieste Jesús, tengamos plena confianza y no quedemos
avergonzados.
No es una lectura fácil ni las argumentaciones tienen la
lógica occidental; bien mirado sólo tienen la lógica de la fe, y se lee
entonces la lectura desde un lenguaje espiritual, e incluso teológico.
Hay una vuelta atrás en el evangelio: Jn.1,19-28 es
regresar a los principio de la presentación del Bautista. Los sacerdotes y
doctores de la ley se dirigen a Juan para preguntarle quién es él, porque en el
fondo queda la impresión de que pudiera ser el Mesías. Y Juan afirma
rotundamente que él no es el Mesías, ni Elías ni un profeta antiguo que se haya
reencarnado.
Insisten los judíos: y si no eres nada de eso, ¿quién eres?
(porque la vida y la predicación de Juan Bautista está expresando que es un ser
enviado para una misión especial a cargo de Dios mismo). Y Juan responde honradamente
que él sólo es la voz del que grita en el desierto, el pregonero que prepara el
camino.
Entonces –preguntan
los sacerdotes- ¿por qué bautizas? A
lo que responde Juan que él sólo bautiza con agua. Su bautismo es sólo
simbólico. No tiene efectos más que de recordatorio o advertencia. En medio de vosotros está uno que no
conocéis, que viene detrás de mí, que existía antes que yo, y del que yo no soy
ni digno de sur su criado. Y les ha dado varias pautas que les deben hacer
reflexionar: Está ya en medio de vosotros y vosotros no le conocéis. No habéis
parado vuestra atención. Existía antes que yo. Yo le preparo el camino pero él
va delante. Y no soy digno ni de desatarle la correa de la sandalia (que era el
oficio de los esclavos).
La presencia de Jesús es todavía un misterio para aquellos
dirigentes judíos, pero ya deben ocuparse en descubrirlo, puesto que “en medio
de vosotros está”.
Y la verdad es que no queda mucho más que decir de ese
evangelio. Hay que tener en cuenta que estamos en unos días que no tienen
materia propia para hablar de Jesús y que la liturgia está usando de los
prolegómenos que le brindan las referencias del Bautista, que es el personaje
que ahora mismo ocupa un período de preparación y transición.
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