LITURGIA
Heb.7,1-3.15-17 nos explica por qué se dice que Jesucristo es
sacerdote según el rito de Melquisedec. Melquisedec aparece en el Antiguo
Testamento sin genealogía: sin antepasados ni descendientes. Jesús, en
realidad, no proviene de padres humanos, y es hijo de María por acción
misteriosa del Espíritu Santo. Por eso el sacerdocio de Jesucristo no es
heredado como el de los sacerdotes de la antigua ley, sino que le ha sido
concedido directamente por Dios, y es un
sacerdocio único que dura eternamente.
Pasamos al evangelio (Mc.3,1-6), que es un episodio más de
esa persecución que padece Jesús. Ha llegado a la sinagoga y participa como
buen judío de la explicación de la palabra de Dios.
Jesús observa que hay un hombre que tiene un brazo
paralizado, y lo invita a ponerse en medio a la vista de todos, de modo que
todos puedan ser responsables de la solución que se le dé a aquel hombre.
Cuando lo tiene allí delante, Jesús pregunta a la asamblea
si está permitido en sábado hacer el bien o si en sábado hay que no hacer el
bien e incluso dejar morir… La pregunta era muy fácil de responder, pero eso
supondría la buena fe de las gentes y el sentido común de los fariseos. La
gente no se atreve a hablar porque allí están los inquisidores que serian
capaces de expulsar de la sinagoga a quien respondiera que se puede hacer algo
en sábado.
Los fariseos no hablan. No pueden hablar, porque de
cualquier manera se cogen los dedos. Si dicen que sí se puede actuar, le dejan
campo libre a Jesús y para ellos eso es desdecirse de sus posturas extremosas
que siempre defienden. Si dicen que no, están quedando mal ante la concurrencia
que tiene otro sentido de la vida y de la necesidad de quien sufre. Y se quedan
callados.
Dice el texto, con una fuerza inmensa que Jesús echó una
mirada sobre la concurrencia y que en su mirada había ira, la que explica con
un añadido: dolido por su obstinación.
Jesús no podía quedar indiferente en sus sentimientos ante aquella dureza
–cabezonería- de los responsables religiosos.
Y asume la responsabilidad y le dice al hombre que extienda
su mano. Verdaderamente con aquello no había ninguna violación del sábado porque
extender la mano no suponía trabajo. De hecho entre los asistentes, la
gesticulación que estaban haciendo era una constante extensión de sus brazos, y
nadie pensaba que por ello estaban violando el sábado.
El hombre extendió el brazo y quedó restablecido. Y habrá
que pensar que con harto contentamiento de la concurrencia, que estaba mucho
más cerca de la compasión de Jesús que de la rigidez de sus dirigentes. Al fin
y al cabo, si alguien hubiera tenido un familiar en las condiciones del hombre
paralítico, hubiera deseado con todas sus fuerzas que apareciera un Jesús que
le llevara a extender el brazo afectado.
Sólo los fariseos, obcecados, no lo vieron bien. Diríamos
que ni siquiera lo juzgaron “pasable” como una excepción caritativa. Por el
contrario, en su testarudez, no tuvieron dificultad de aliarse con los
herodianos –tan diferentes en sus ideas del ámbito religioso- con tal de pensar
en el modo de acabar con Jesús. Era el modo que sabían de poner coto a la obra
de aquel hombre bueno que pasaba por el
mundo haciendo el bien, para quien el sábado se ha hecho para bien del hombre y
no que el hombre quede paralizado en función de una ley.
Hoy estamos viviendo una involución en el plano religioso
con una tendencia de vuelta atrás, que hace intransigentes y extremistas a aquellos
que se han metido por ese túnel. Los efectos son semejantes a los que nos
muestran los evangelios en torno al mundo farisaico: pactar, aunque sea con el
demonio, con tal de hacer secuaces que ataquen a la Iglesia, al Papa, a los
sentimientos de misericordia y compasión. Sólo importa “aplicar las leyes”,
que, por otra parte quedan radicalizadas y presentadas en aspectos parciales
para que digan lo que ellos quieren, y no lo que la buena doctrina enseña y
presenta.
Debemos estar muy atentos para no caer en esas posiciones.
Los fariseos no cejaron en su aversión a Jesús y, contra toda justicia y contra
todo sentido común, lo acabaron llevando a la muerte de cruz. También hoy se
lleva a la cruz a la Iglesia y al Papa. La historia de los radicales modernos
no difiere de la de aquellos de entonces.
cierto
ResponderEliminar