El
Viernes, ESCUELA DE ORACIÓN.- Málaga
LITURGIA
Heb.2,14-18 es una exposición muy sencilla y fácil de entender
sin muchas explicaciones. Parte del hecho de que Jesús es hombre, de la misma familia que nosotros, participando de nuestra carne y nuestra
sangre, hasta el punto de morir y así aniquilar
al que tenía el poder de la muerte, el diablo, y así liberó a todos los que por
miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
El autor hace una llamada de atención para hacernos ver que
ha tendido la mano a los hombres, los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus
hermanos, para ser compasivo y expiar los pecados del pueblo.
Como él ha pasado por la
prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella. Jesús se pone en nuestro
lugar. Comprende y auxilia. Nosotros estamos ahora en vías, en camino, y el
dolor y la contradicción nos llegan. Pero tenemos la posibilidad de mirar a
Jesús y saber que él se compadece y triunfa del sufrimiento.
Mc.1,29-39 nos narra la continuación de lo contado ayer en
la sinagoga de Cafarnaúm. Cuando salen de allí, Jesús se dirige con Juan y
Santiago a la casa de Simón y Andrés, en oportunidad en que la suegra de Simón
yacía en cama con fiebre alta.
Se lo dicen a Jesús y él se acerca a la enferma, la toma de
la mano y le hace saber que ya está sana y que puede levantarse. De hecho se le
había pasado la fiebre y se puso a servirles. Debía ser lo mínimo de servicio
porque estaban en sábado y no cabía hacer trabajos. Por eso el resto del día no
se nos dice que Jesús hiciera nada y que el relato continúe al atardecer, cuando ya el “sábado” ha
concluido y Jesús puede actuar. Y las gentes pueden venir hasta donde estaba
él, y acarrear a sus enfermos, alguno de los cuales estaba en camilla.
Como Jesús había mostrado su fuerza al expulsar al demonio
en la sinagoga aquella mañana, las gentes trajeron a Jesús a los enfermos y a
los poseídos por malos espíritus. Y se agolparon a la puerta.
Jesús salió y los vio y se conmovió ante tanta miseria,
siendo así que él venía a implantar misericordia. A los enfermos les imponía
las manos y los curaba. A los posesos no les dejaba hablar porque los demonios
lo conocían y él no permitía ni la apariencia de que el demonio pudiera pretender
poseerlo a él.
La noche le fue corta porque de madrugada, aun sin salir el
sol, él se salió de la casa y se retiró a un lugar tranquilo y silencioso para
orar a Dios, para descansar su espíritu en Dios y hallar nuevos caminos por los
que discurrir en adelante. La oración de Jesús no era una oración pasiva o
vacía: era oración de abandono en Dios y de búsqueda para seguir haciendo
siempre la voluntad de Dios.
Las gentes se vinieron muy temprano a buscarlo porque su
presencia, su palabra y su fuerza les daba confianza y les atendía en sus
necesidades. Simón salió en búsqueda de Jesús y lo halló en un descampado. Le
dijo que la gente lo buscaba… Pero Jesús había orado y había encontrado la
dirección en que había de caminar. Y respondió a Simón que se iban a otro lugar
porque para eso he venido.
Y salió de allí por otros lugares de Galilea. También en
ellos debía predicar en sus sinagogas, y seguir expulsando demonios, que era la
fuerza contraria a él. Él, el que libera, el que da vida. El demonio el que esclaviza
y mata. Y el que se presenta de múltiples formas, bajo capa de oveja, para
hacer estragos en el pueblo. Frente a esa fuerza diabólica está Jesús, que
tiene que ejercer su labor liberadora por todas partes. Y cuando hablamos de
demonio no precisamente tenemos que hablar de un personaje que se presente
repugnante, con el tridente en la mano. El espíritu inmundo se reviste de
múltiples formas y generalmente atractivas, disimulado bajo mil maneras. Por
supuesto que engañosas. Pero eso no se advierte si no se está muy alerta y con
sentido de sana sospecha de tantas cosas que se nos ofrecen a lo largo de la
vida. Y no todo lo que se presenta como bueno es siempre bueno, ni todo lo que
aparece malo es malo. Ahí ha de darse un discernimiento, una conciencia fina
para saber separar el trigo de la paja. El evangelio debe servir de criterio, de
criba para separar lo bueno de lo malo, lo recto de lo sinuoso. Y hoy hay
muchas sinuosidades que nos pueden hacer caer en la trampa del engaño del mal.
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