SEGUNDO DÍA DE LA NOVENA (Málaga), y
CORAZÓN DE JESÚS, Hijo del Eterno Padre
No pondré habitualmente imágenes del Corazón de Jesús
porque la iconografía que se suele usar es bastante poco ilustrativa de la
reciedumbre de esa manifestación de Jesucristo. Y para muchas personas las
estampas que corren, más bien provocan aversión que devoción. Utilizaré
solamente algunas, de vez en cuando, que pueden ser más expresivas de esta
maravilla que es el CORAZÓN DE JESÚS, y que pueden mover a centrar la atención
gráfica.
Corazón de Jesús,
Hijo del Eterno Padre. Es lo primero que hay que considerar en esa
espiritualidad del Corazón de Jesús: nos dirigimos al Hijo de Dios, eterno como
el Padre en su realidad trinitaria, y encarnado en el tiempo en el seno de
María. A ella se le anunció el Hijo del
Altísimo, y a ello accedió María. En el Corazón de Jesús adoramos al Hijo
de Dios.
Liturgia:
La liturgia nos brinda hoy un
evangelio largo y de mucho contenido. Mc.11,11-26 nos muestra varias facetas
del Jesús, con un contenido simbólico muy claro, aparte del desemboque final,
que ya es una llamada a la fe incondicional.
Salió Jesús de Betania. No perdamos de vista este detalle.
Jesús está esta última semana de su vida, residiendo en Betania, en la casa de
los amigos Lázaro, Marta y María. Como etapa ya del final, Jesús va a
simbolizar el destino de Israel, del que Jesús siente “hambre”, porque ansía
que ese pueblo dé los frutos de salvación.
Va por el camino hacia Jerusalén y se topa con una higuera,
que era el símbolo de la prosperidad de ese pueblo y de cada familia. Jesús
hace ademán de ir a buscar fruto en la higuera, en abril, cosa que bien sabía
él que no era el tiempo. Pero para simbolizar a Israel le era suficiente
aquella higuera cargada de follaje pero sin fruto. Una imagen muy significativa
de Israel que, al cabo de los siglos y al cabo de los años de enseñanza y obras
de Jesús, permanece estéril.
Y Jesús simboliza el destino de Israel con una maldición a
la higuera, que escuchan sus discípulos que van apiñados con él.
Y entran en
Jerusalén y se dirige al templo. Segundo símbolo de este relato. Ve el templo
convertido en una feria, precisamente porque eso les daba su renta a los
responsables del templo. Y Jesús (que de seguro había visto aquella escena
otros años), irrumpe esta vez por medio de los cambistas y vendedores y les
derriba las mesas. Porque está escrito:
“Mi casa se llama casa de oración para todos los pueblos”; en cambio vosotros
la habéis convertido en cueva de bandidos. Uno se puede quedar en la
expresión, que puede interpretarse como una reacción dura del Señor. O pueden
escuchase sus palabras como una expresión dolorida de sus sentimientos, esos
sentimientos de quien sufre la pérdida de un pueblo al que vino a salvar, para
culminar la obra de Dios a través de tantos siglos.
Los sumos
sacerdotes y los doctores de la ley no le plantan cara porque saben que las
gentes están admiradas de su enseñanza, pero ellos se ratifican en esa idea
fija que ya tenían de acabar con él.
Una realidad que expresa bien la negativa de Israel a convertirse al Reino que
Jesús predicaba, y que los dirigentes ni quieren oír hablar de ello.
Llegada la
tarde, Jesús se vuelve con los Doce a su cuartel general de Betania. Para a la
mañana siguiente volverse a Jerusalén.
Pasaron por el
mismo camino de la higuera, y Pedro observa que la higuera se ha secado. Se ha
cumplido el símbolo. Esa higuera representa a Israel, que ha perdido ya la
oportunidad. Para el Corazón de Jesús todo esto era causa de un sentimiento de
dolor muy fuerte, porque suponía que su venida a aquel pueblo había resultado
inútil y que el pueblo de Dios se había resecado.
Entonces Jesús
trata de sacar la lección positiva para que la aprendan sus discípulos: LA FE.
La fe que no ha tenido Israel, pero que se les pide a ellos, y les afirma que
si tuvieran fe, sin dudar nada, os
aseguro que le diríais a este monte: ‘Quítate de ahí y plántate en el mar’, y
os obedecería. Y saca la consecuencia práctica: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que ya os la han concedido, y la obtendréis. Y segunda
lección: Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros,
para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.
Un evangelio
cargado de contenido.
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