El perdón de los pecados es obra de Dios. Y Dios lo realiza
a través de Jesús. Jesús paga, redime, con el precio de su propia sangre y deja
clavada en la cruz la multa que merecíamos por nuestros pecados. Ya he
comentado alguna vez aquel individuo que decía que le dieran un crucificado y
le dejaran del Corazón de Jesús. Y el otro le respondió: ¿Y tú has visto alguna
vez un crucificado sin corazón? Por tanto, sabiendo que la redención se realiza
en la cruz y muerte de Jesús, ese crucificado llegó a la cruz por su gran
corazón. De donde bien se puede afirmar que el Corazón de Jesús es propiciación
por nuestros pecados. Jesús ofreció todo su amor, hasta la muerte, para
realizar el perdón de la humanidad. Nos perdonó de todo Corazón. En su corazón
divino ha hecho encerrar al pecado para llevarlo hasta la cruz y redimirlo. Y
el corazón humano es la plasmación de todo ese amor.
Liturgia:
El evangelio de hoy es un mosaico de enseñanzas
de Jesús. Mt.7,6.12-14 abarca varias afirmaciones. La primera es de enorme
profundidad: No echéis lo sagrado a los
perros, ni le echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se
volverán para destrozaros. Esto
tiene hoy una realidad muy fuerte. El mundo de hoy se ha hecho no sólo
impermeable a lo sobrenatural sino enemigo abierto de lo religioso. No sólo
prescinde de ello sino que lo ataca frontalmente. Toda esa táctica de “gestos”
aparentemente inocuos de eliminar los crucifijos, de “prometer los cargos”
suprimiendo los símbolos cristianos, de atacar los tiempos dedicados a las
clases de religión católica, de favorecer a otras religiones…, etc., es
realmente un exponente claro de aquello que Jesús pronunciaba en el sermón del
Monte: ‘echar lo santo a los perros o las perlas a los cerdos’, es algo que
acaban ellos pisoteando y revolviéndose contra la Iglesia con afán de
destruirla. Jesús hablaba en su tiempo y en sus circunstancias. Pero el mensaje
que Jesús nos dejó es perfectamente aplicable al momento actual. Es un
principio general que tenemos que tener en cuenta.
La segunda enseñanza que nos deja Jesús es: Tratad a los demás como queréis que ellos os
traten; en esto consiste la ley y los profetas. Una regla de oro que habría
que saber llevar a los detalles de lo cotidiano. Porque no basta con que no se
haga el mal porque no queremos que a nosotros nos hagan mal, sino que el secreto
está en un detalle de gran importancia:
Vivir pensando en los demás, actuar
siempre contando con el que viene detrás. Esto hay que concretarlo en mil
detalles de la vida diaria. Y tengo para mí que hay una ausencia muy fuerte de
este principio, porque vemos que cada uno va a lo suyo: la persona mayor por su
egoísmo de supervivencia, y el joven por su egoísmo de inconsciencia.
Entrad por la puerta
estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y
muchos entran por ellos. Estamos en lo mismo anterior. La “puerta ancha” es
puro egoísmo. Todo para mí y para mi comodidad y placer. Todo para mí: ande yo
caliente y ríase la gente. De esto, estamos infestados de mala manera. Donde
varios viven juntos, es fácil comprobar esa manera de proceder. O el que vive
solitario y todo lo hace girar sobre su propio gusto. Muchos entran por ese
camino, dice Jesús.
Y advierte que es estrecha la puerta y angosto el camino
que lleva a la vida, y pocos dan con ellos. Y sin embargo es el
planteamiento cristiano. Yo diría incluso que el planteamiento de una mera
urbanidad, como aquella que aprendimos los mayores y que hoy ha caído en desuso.
Y sin embargo la urbanidad era una verdadera lección para formar hombres y
mujeres en la verdadera extensión del término…, y disponerlos a vivir los
principios cristianos de la “puerta estrecha y el camino angosto”, pero que
hacía posible la convivencia placentera de los grupos de personas. Todos más
felices porque todos se privaban de gustos personales, contando con el que
venía detrás, con el que se convivía. Aquel rótulo que había en algunos baños:
“Déjalo mejor que te lo encontraste”. Y así en todo. Y el resultado era poder
estar a gusto y tener esa satisfacción de que lo mismo que yo me cuido de
hacerlo bien para cuando llegue el otro, también el otro se esforzará por
hacerlo bien para cuando llegue yo.
Esto es evangelio llevado a la vida. ¡Y es evangelio…!
"No echéis lo sagrado a los perros, ni le echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros.", dice el Señor. Y yo me quedo sorprendido ante esta sentencia. Es una de las cosas que más me impresionan, porque normalmente, un apóstol está deseoso de bendecir a los demás, de anunciar la buena nueva, y de proclamar en estos tiempos difíciles por todos los medios posibles. Sin embargo Jesús, de nuevo aunque parezca contradictorio, no lo debe ser, ciertamente, porque Jesús nada hace contradictorio.
ResponderEliminarEsto entroncaría para mi con lo que ayer comenté de los juicios y de la necesidad de saber bien que es un juicio y que no es un juicio, sino un discernimiento en base a lo que vemos y sabemos.
Esto de no echar nuestras perlas a los cerdos, ni lo sagrado a los perros, lleva necesariamente aparejado un "saber", un "discernir" al perro y al cerdo al que no se puede echar la perla. Y hay que hacerlo, es preciso, porque de lo contrario nos arriesgamos a no seguir el consejo de Jesús que nos da hoy, sabiendo de antemano que de no seguirlo, seremos despedazados por los profanos.
Nuestras creencias no siempre van a interesar a todos y esto tenemos que aceptarlo humildemente. Lo que más nos interesa es haberlo reconocido y haberlo interiorizado; en lo material pasa lo mismo; lo que no se ha ganado , se valora menos. La cultura del esfuerzo es necesaria para vivir de acuerdo con el Evangelio. Siempre tenemos que dar gracias al Señor por lo que nos ha dado y por lo que hemos podido aprender
ResponderEliminar