Es quizás la invocación de estas letanías más difícil de
descifrar. En la Biblia Dios aparece en diversas altas montañas, de modo que el
nombre de Dios: el Sadday significa
“el Montañudo”. En los salmos hay una expresión: Levanto mis ojos a los montes, que ha creado confusión que se ha resuelto con interrogante:
¿De dónde me vendrá el auxilio del Señor?
para evitar la que pareció durante tiempo una realidad: que Dios “habita” en
las montañas…, una manera de expresar su excelsitud.
De ambos sentidos puede proceder esta invocación. Mirando a
Jesús en lo más alto de los cielos y de la tierra. De la tierra, porque Jesús
se manifiesta en el monte de la Bienaventuranzas, en el Tabor y en el monte de
Galilea (aparición). Y de los cielos porque no de otro sitio pueden ser los
“eternos” collados.
Pues bien: aún los “eternos collados” desean al Corazón de
Jesús. El Cielo y la tierra miran hacia el Corazón de Jesús, que encierra en sí
–como lo hemos visto ya- la plenitud de
la divinidad.
Liturgia:
El peligro que tiene lo terreno es el
intento de asegurarse la existencia a base de acumular “cosas”. Y
desgraciadamente se hace acopio de posesiones, a veces las más simples y aun
absurdas por personas que siempre piensan que “mañana les puede servir”. Jesús
sale al paso de esa avaricia advirtiendo (Mt.6,19-23) que no amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los
roen y donde los ladrones abren boquetes y roban. Muchas personas, pobres
en su vivir, son luego acaparadores de fruslerías, que se van a dejar aquí y no
les van a servir para nada. Ni siquiera aquí.
Jesús salta de plano y aconseja amontonar tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma, ni
ladrones que roben. Es la ventaja de acumular valores espirituales,
virtudes y méritos que se alcanzan con las buenas obras y con esa lucha diaria
en la que es importante el buen hacer. Porque donde está tu tesoro, está tu corazón…,
porque el tesoro que se tiene está arraigado en un corazón ancho y desprendido,
y a la vez generoso y misericordioso.
En este contexto puede leerse de dos formas el párrafo
siguiente: La lámpara de tu cuerpo es tu
ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo tendrá luz. Si tu ojo está enfermo, tu
cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura,
¡cuánta oscuridad!
Al hilo de lo anteriormente dicho, se está hablando de la
pureza de mirada con la que se ve la vida y las personas. Si el ojo es limpio, el corazón es limpio y el tesoro
merece la pena. Si el ojo es sucio, todo lo que mire lo verá sucio. De ahí la
crítica y la murmuración, la tendencia a ver la parte negativa de las personas
o las cosas (o que el ojo sucio considera “parte negativa”). Y cuando ya todo
se mira desde las gafas negras, ¡cuánta oscuridad!
El caso de la casa de los mil espejos a la que entra un
perrillo y al mover la cola, los mil espejos reflejan a mil perrillos moviendo
la cola. Y el perrillo sale tan satisfecho de la acogida que ha tenido Entra
otro perro gruñón y enseña los dientes. Mil perros gruñones le enseñan los
dientes. Y sale de allí diciendo que aquella casa es muy poco acogedora. Ojo
limpio u ojo sucio. He ahí la diferencia.
Alguien ha forzado el texto refiriéndolo al “tesoro”. Si la
vida se basa en acumular y esa es la “lámpara” que marca la vida de la persona,
acabará perdiéndolo todo porque la riqueza no hace feliz. La carcoma y la
polilla roen la falsa riqueza, y cualquier ladrón acaba llevándose lo que se
había acumulado. En cambio si eres desprendido, te sientes libre y tu “ojo”
tiene luz. Y ahí, en los tesoros espirituales nadie puede entrar para robarlos.
De donde la pobreza es camino de felicidad, y la riqueza origina oscuridad. Y
cuando se ha puesto todo el valor en la riqueza, ¡cuánta oscuridad!
Por uno u otro camino llegamos a la misma conclusión: la
necesidad de plantear la vida desde los valores interiores, porque a la hora de
la verdad es lo que nos vamos a encontrar. Y también desde la visión positiva
de las cosas y las personas para no quedar de escarabajos peloteros que se
alimentan de la porquería de los defectos ajenos (o lo que se interpreta como
defectos ajenos).
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