5º día de la NOVENA AL C. DE JESÚS. Málaga
Hoy día es mucho más difícil explicar esa realidad porque
ha variado el entendimiento filosófico de Persona y Naturaleza. En otros
momentos era más fácil de explicar. Dios Padre es Persona. Dios Hijo o el Verbo
de Dios, y Cristo (Verbo de Dios encarnado) es Persona. El Espíritu Santo es
Persona. En Dios sólo hay una Naturaleza, que es divina y por tanto, eterna.
Sin embargo al encarnarse en el tiempo el Verbo de Dios, es tan Dios como
hombre, y por tanto tiene también la
naturaleza humana, que empieza a existir en el seno de María. Todo en UNA SOLA
PERSONA. En ella están substancialmente unidas –inseparablemente unidas- las
dos naturalezas: la divina eterna del Verbo y la humana. Esa realidad de unión
substancial de las dos naturalezas en una sola PERSONA, ES JESÚS. Es el CORAZÓN DE JESÚS.
Liturgia:
Jesús se expresa constantemente en
parábolas en sus explicaciones a las gentes del pueblo. Esta vez les pone
delante una parábola a los sumos sacerdotes y a los senadores y a los doctores
de la ley. Y una parábola que les encajaba muy bien al gusto de ellos, en su
presentación, porque tomaba casi al pie de la letra una imagen que ya había
puesto ante los ojos del pueblo el profeta Isaías.
Un hombre plantó una
viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda…
La presentación les era familiar; era lenguaje de ellos. Y prestaron atención.
Jesús les expresó lo ocurrido con aquella viña: el dueño la
arrendó a unos labradores para que ellos rindieran cuentas al final de cada
ejercicio agrícola. Y el dueño se ausentó.
Cuando llegó el momento, envió a unos criados suyos para
que cobrasen las rentas, pero los arrendatarios en vez de pagar, maltrataron a
los criados y los despidieron con las manos vacías.
Es evidente que aquello impactaba en los sacerdotes y
senadores y doctores como una injusticia, y les iba predisponiendo en contra de
aquellos labradores.
Jesús da una vuelta a la tuerca y habla de nuevo envío de
criados para que los labradores den cuenta de los frutos que tienen que pagar.
Pero si la primera vez apalearon a los criados, ahora suben el tono de su
violencia hasta matarlos. No cabe duda que Jesús era un artista en dibujar situaciones,
y que los oyentes se van encendiendo de rabia contra aquellos labradores
homicidas.
El dueño de la viña –prosigue Jesús- acaba decidiendo
enviar a su hijo, pensando que a su hijo lo respetarán. Pero los labradores se
hacen sus cálculos: matamos al hijo, que
es el heredero, y entonces la viña queda para nosotros. Y, en efecto, lo
matan y lo arrojan fuera de la viña. La escena ha llegado a su punto más
álgido, y aquellos hombres que escuchan la historia se indignan contra los
labradores.
Jesús ahora les pregunta: ¿Qué hará con esos labradores el dueño de la viña? Acabará con ellos y
arrendará su viña a otros. [En otro evangelista son los propios sacerdotes
los que dan esa sentencia, sin darse cuenta del fondo de la misma].
Jesús les pone ahora la cosa delante: ¿No habéis leído aquel texto: “La piedra que desecharon los arquitectos
ha venido a ser la piedra angular”?
Ahora se dan cuenta de que les ha puesto delante el espejo
y les ha contado la propia historia de esos responsables actuales de “la viña
del Señor”. Y en vez de agachar la cabeza y aceptar la lección que Jesús les ha
puesto delante, en la que todavía ellos podían rectificar, intentaron echarle mano porque veían que la parábola iba por ellos.
Pero como en otras veces, temieron a la gente y se marcharon.
Llevaban dentro el paquete.
Jesús les había dibujado sus propios sentimientos. Mientras
contaba aquello se le iban poniendo delante las historias de siglos con los
profetas maltratados y matados. Y se veía a sí mismo, EL HIJO, sacado de la
viña y crucificado. ¿Cómo imaginamos lo que sentía dentro? Porque allí estaba
su propio fin. El Corazón de Jesús debía estar palpitando a más velocidad. Más
aún cuando había venido a salvar y todavía sería posible que aquellos
dirigentes religiosos abrieran sus sentidos y cambiaran sus actitudes. A Jesús
le interesaba mucho aquel pueblo, que era el Pueblo de Dios. Y en él, todos los
pueblos de la tierra.
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