TERCER DÍA DE LA NOVENA, Málaga
CORAZÓN DE JESÚS, formado por el Espíritu Santo
en el seno de la Virgen María.
Es el misterio de la encarnación. El ángel anunció a María
el proyecto de Dios: que el Hijo se hiciera hombre en el vientre de María. Y
como el Hijo ya existía, no se trataba ahora de una concepción natural sino de
una acción excelente del propio Dios, quien por su Espíritu Santo, entra
–siendo Dios- en las entrañas purísimas de la inmaculada virgen de Nazaret: El Espíritu Santo la cubrió con su sombre.
Por eso el que va a nacer de ella, es el Hijo de Dios, el Hijo del eterno
Padre, que decíamos ayer. Ya ahí palpita ese corazón recién engendrado, y
llegará a ser el Corazón mismo de Jesús. Cuando nos dirigimos al Corazón de
Jesús, nos dirigimos al Corazón de Dios. Y al mismo tiempo al corazón sensible
del hombre Cristo Jesús, que vivió nuestras realidades humanas.
Liturgia:
Repito que estamos en la semana
última de Jesús, en los primeros días de esa semana, que desembocará en la Cena
y en la Pasión. Jesús ha llegado de nuevo a Jerusalén, precisamente el día que
Pedro observó la higuera seca.
Cuando llegan al templo les salen al encuentro los
sacerdotes y magistrados, que vienen a pedirle cuentas de haber expulsado a los
feriantes. Jesús lleva en su alma el dolor de un pueblo que se pierde, y
contrapregunta a aquellos: Si me decís si
el bautismo de Juan era de Dios o de los hombres, yo os respondo con qué
autoridad lo he hecho.
Una vez más intenta Jesús que aquellos jefes descubran la
verdad y por ella lleguen a reconocer el reino de Dios que es reino de
salvación. Y los pone en un disparadero para que no tengan más remedio que
reconocer el camino de salvación.
Pero ellos se encontraron ante un dilema que temieron
responder. Deliberaron entre ellos qué respuesta dar a Jesús, pues si decían
que era de Dios, Jesús les va a preguntar: ¿Y
por qué no le creísteis? Pero no podían decir que había sido cosa de
hombres porque las gentes están escuchando y se volverían contra ellos.
Solución: decir a Jesús que “no lo sabemos”, que equivale a no querer responder para no verse
cogidos por la verdad.
Jesús entonces les responde: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto. Porque era
inútil. Ya se ha visto en ese intento de escurrir la respuesta. ¿Para qué
responder si los dirigentes aquellos no van a aceptar la verdad que les aporta
Jesús?
Lo que a mí me provoca esto es un sentimiento profundo de
santo temor, a la vez que actitud humilde de oración. El temor viene de que es
posible en la vida no encontrar respuesta de Jesús cuando la persona ya se ha
hecho su criterio al margen de la verdad de Jesucristo y de la voluntad de
Dios. El silencio de Jesús, que debe provocarnos un enorme temor. Y
precisamente para que ese silencio no se produzca, tenemos que entrar en
oración humilde en la que vivamos la necesidad de responder a las cuestiones
que el Corazón de Jesús nos pone delante: la vida no es un jardín de rosas. O
lo es, admitiendo que las rosas tienen espinas. Y hay que aceptar que se lleva
uno sus pinchazos cuando menos se esperan. Lo importante es tener la respuesta
a las diversas llamadas de Dios, que unas veces son reconfortantes y otras
llevan su dureza.
Y cuando así se presenta la vida, hay que saber decirle a
Jesús que sabemos que los avatares de la vida pasan siempre por el tamiz de
Dios. Nada se oculta a su mirada ni a sus designios. Lo importante es haber
sabido “leerlos” en clave de fe.
Saber leerlos en clave de CORAZÓN DE JESÚS, para unirse a
sus sentimientos y profundizar en sus secretos profundos. Y como decía, saber
que toda nuestra vida pasa a través de ese Corazón de Jesús, el Dios hecho
hombre, que conoce todos los secretos y conduce todas las cosas al bien.
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