CORAZÓN DE JESÚS, horno ardiente de caridad.
Hace unos días un compañero juzgaba con poca seriedad que
yo hubiera presentado el corazón –el símbolo del Corazón de Jesús fuera del
pecho- con las llamas ardientes que expresan el amor. Argüía que el Corazón de
Jesús es JESUS, y punto. Hasta ahí llego yo. Pero el símbolo universal del
Corazón fuera del pecho con los signos de llamas, llaga, corona de espinas,
cruz…, es un signo perfectamente válido para expresar el amor. Para expresar a
ese Jesús que dijo que he venido a traer
fuego a la tierra y ¡qué ansias hasta que arda!.
La invocación de las letanías que describen a Jesús como horno ardiente de amor, están
expresando algo que ya se usa en el lenguaje normal de las gentes: “mi corazón
arde”, “te quiero con amor ardiente”. Y vale perfectamente usar el símbolo de
las llamas sobre el corazón para expresar el amor que JESÚS, el Corazón de
Jesús, tiene por la humanidad.
Liturgia:
No querría que el discurso sobre las
BIENAVENTURANZAS pasara fácilmente de largo, como algo que ya se ha quedado
dicho y pasamos al capítulo siguiente. Debemos mantener de telón de fondo, de
música ambiental, de base de todo lo que va a venir en el resto de los
evangelios, ese planteamiento que ha hecho Jesús y que son las grandes avenidas
–no normas- por las que debe desenvolverse la conducción del cristiano.
Decía que Jesús ha hecho su propia fotografía en la
exposición de las bienaventuranzas. Y si el ideal cristiano es la imitación de
Jesucristo, las bienaventuranzas son los trazos esenciales para vivir esa
imitación. Y como dicen los santos, esa identificación
con Jesucristo, para llegar al dicho de que “quien me mire, te vea”.
Jesucristo continuó su exposición con esas dos
comparaciones en las que pide a sus discípulos que sean la sal de la tierra y la luz del
mundo. (Mt.5,13-16). Dos imágenes de mucho contenido por cuanto que
tienen varias aplicaciones para poder ser entendidas.
La SAL presenta varias razones de ser: la más sencilla es
la de dar sabor, condimentar, hacer
agradable al paladar aquello que condimenta. Estamos llamados a agradar al
paladar de Dios. Y podemos decir también, ser agradables con nuestros
semejantes. Ser SAL debe de hacer posible “saborear” nuestras acciones por
aquellos que nos acompañan en el camino.
También se utiliza la sal para preservar de la putrefacción. Hay elementos que “se curan”
envueltos en sal, porque la sal les preserva de la podredumbre. Una aplicación
muy digna de tener en cuenta porque allí donde hay una persona de fe, no debe
haber nada que llegue a oler mal, ni en sí misma ni en lo que ella trata. La
sal no se queda en ella misma. Trasmite. Y eso es lo que nos quiere decir
Jesús.
Tenemos recientes las nevadas que han colapsado regiones de
España. Para evitar la helada que haría el tránsito peligroso, se usa la sal.
Otra aplicación concreta de la sal: contrarrestar
la helada. Que no haya nadie que al contacto con un católico, se encuentre
con el alma fría, con el alma helada.
Vosotros sois la sal de la tierra.
Vosotros sois la luz
del mundo. Luz que se enciende para iluminar, para proyectarse, para hacer
visible donde había oscuridad. Porque la luz se enciende para ponerla sobre el
candelero y que ilumine a todos los de la casa. El creyente está destinado a
dar luz. Donde haya un alma de fe, tiene que haber claridad, verdad,
sinceridad… Lo que se opone a hipocresía, doblez, oscuridad, mentira.
A veces la luz es luz de fuego, llamas que emprenden y
que van extendiéndose sin poderlas controlar. Eso es lo que Jesús quiere que
sean sus discípulos. Como he dicho más arriba, Jesús quiere que su fuego
arramble todo lo que coja por delante. Tiene ansias de que su fuego prenda, y a
esa misión de mecha emprendedora destina a sus discípulos.
Y fuego de yunque
que ablanda el hierro, y fuego de crisol
que purifica la escoria y hace salir limpio el oro.
Es una vocación que Jesús nos ha señalado, a la que debemos
de responder dentro de nuestras posibilidades. Pero poniendo auténtica decisión
de que ahí estamos llamados y que se nos ha abierto una amplia avenida por la
que tenemos que circular.
Desafortunadamente en nuestros días no sólo se pretende poner en cuestión la fe y las tradiciones de la Iglesia desde el exterior, sino también desde el interior. Por ello, es más necesario que nunca profundizar bien en esos aspectos que son puestos en duda o que son vistos irrespetuosamente por algunos, para que no seamos espantados de la fe.
ResponderEliminarUna afirmación que he oído yo recientemente es que los autores de los 4 evangelios no se conocen. Esa afirmación es muy peligrosa y más si se dice en una Iglesia. A aquella persona yo le diría que los evangelistas son 4, que sus nombres están atribuidos por la Tradición de la Iglesia desde el principio, y que la Iglesia ya hizo en su inicio el discernimiento acerca de eso. Meterse a revolver en el siglo XXI y poner en duda cosas que ha sido creída y defendida por millones de personas, entre ellas, santos padres, etc., es un grave error, y si lo dice un aparentemente hombre ilustrado, más grave.
Gracias Padre Cantero por su labor diaria. Doy gracias a Dios y pido por usted.
Soy Javier Madueño.
EliminarY respecto a la sal y la luz, estoy plenamente de acuerdo, y me parece muy acertado recordar estos aspectos.
ResponderEliminarDice el Padre Cantero:
"El creyente está destinado a dar luz. Donde haya un alma de fe, tiene que haber claridad, verdad, sinceridad… Lo que se opone a hipocresía, doblez, oscuridad, mentira."
Y es cierto, no puede ser de otra forma, y si lo fuera sería un problema.
Y a veces en nuestros ambientes, donde tenemos que dar testimonio de nuestra fe, no lo hacemos precisamente por temor a la reacción adversa. Esa actitud es justo lo contrario de lo que Dios espera de nosotros. Y ciertamente, a veces te encontrarás con la reacción adversa, y es posible que esos ambientes traten de aplastar tu libertad de expresión. Puede incluso suceder dentro de la familia. De hecho sucede. A veces ponemos por encima la buena armonía (falsa) antes que la verdad que genera conflicto.
Sólo desde el conflicto se puede encontrar soluciones para avanzar, por tanto no tengamos miedo, como dijo San Juan Pablo II en varias ocasiones.