CORAZÓN DE JESÚS lleno de bondad y amor
Cambio en la invocación, que ahora mira más hacia afuera y
se fija en la relación de Jesús con los hombres. CORAZÓN DE JESÚS, LLENO DE
BONDAD Y AMOR. Es la esencial relación con Jesucristo: la de su bondad con la
que aparece en el evangelio en su contacto constante con las personas que se le
acercan de buena fe. En ellas pone Jesús todo el amor misericordioso y como es
descrito en el libro de los Hechos, pasa
por el mundo haciendo el bien. Muy bien podría decirse en esta invocación
de las letanías: “Corazón de Jesús, que es todo corazón”. Porque Jesús no sabe
expresarse de otra manera que con el corazón. Y el corazón noble no se expresa
de otra manera que en el amor y la bondad.
Liturgia:
Entramos en el evangelio de San
Mateo, y en el capítulo constituyente de la vida evangélica: 5,1-12: las
bienaventuranzas. Capítulo constituyente de la santidad, como ha escrito hace
muy poco el Papa en su Exhortación apostólica: Alegraos y regocijaos [Gaudete et exultate] en la que va
describiendo cada bienaventuranza como camino hacia la santificación del
creyente.
Es una pena que al par que aprendimos los Mandamientos de
la Ley de Dios no aprendiéramos juntamente las 8 bienaventuranzas, pues ahí es
donde queda formulado el camino del Reino de Dios. Es una pena que sigamos
confesándonos, a lo sumo, por los mandamientos y no lo hagamos tomando como
base las bienaventuranzas, que son el principio constituyente de la vida
cristiana.
Podríamos decir perfectamente que Jesús trazó el dibujo de
sí mismo al proponer esos principios básicos de comportamiento. Jesús es el pobre
de espíritu, que vivió colgado de la voluntad de Dios y sólo confió en
él. Cuanto hizo fue mirando siempre ese ideal del pobre de Yahwé, colgado de Dios.
Por eso mismo Jesucristo fue sufrido, padeciendo con
paciencia y entereza los ataques de los adversarios y la falta de entendimiento
de los suyos. Manso y humilde de corazón,
que es la otra formulación de esa actitud del hombre que sufre con paciencia
los ataques que le llegan de los adversarios que se hacían sus enemigos.
Hubo un momento en que las entrañas de Jesús lloraron con el llanto dolorido y a la vez sereno del
que no es comprendido. Y lloró ante el dolor y el sufrimiento ajeno como
ocurrió ante la ciudad de Jerusalén impenitente o ante el dolor de las hermanas
de Lázaro, su amigo de Betania. Los hombres también lloran y es un llanto que
dignifica.
Jesucristo tuvo hambre de santidad, sed de justicia que
justifica y perdona, como expresó aquel momento previo a su pasión; Con ansias he deseado comer esta pascua con
vosotros antes de padecer. O también: He
venido a traer fuego a la tierra, y ¡qué ansias hasta que arda!
Jesucristo es misericordioso. El evangelio es la
demostración clara de que la misericordia fue el ámbito en el que se
desenvolvió la vida y la obra de Jesús. Los niños, las mujeres, los pobres, los
enfermos…, son objeto directo de su misericordia, que revienta ya de una manera
llamativa cuando expone la parábola del padre bueno.
Jesucristo es limpio
de corazón. Nadie puede acusarle de pecado. Por el contrario es
transparente en sus actuaciones, incapaz de quedarse cruzado de brazos cuando
se presenta ante él la necesidad. Alabó a Natanael porque era un israelita sin
doblez, y es que la doblez no cabía en el corazón de Jesucristo.
El Corazón de Jesús es pacífico. La paz fue su saludo, su
distintivo, su señal. Y si una vez dijo que no había venido a traer paz sino
guerra, expresaba precisamente que vivir en paz y para la paz era su vida.
Porque la guerra que defendía era la que se hace uno a sí mismo para mantener a
raya sus reacciones y vivir con el corazón abierto para los demás.
Todo hasta ser Jesús perseguido por su fidelidad a Dios y
a la verdad, y así establecer las bases del Reino que requiere aceptar hasta la
persecución con tal de ser fiel a Dios y a su voluntad.
Por ahí pasó él y ese es el camino que queda señalado para
todo el que quiera vivir el evangelio del reino. Y dice expresamente que en
medio de esa adversidad hay que estar alegres
y contentos porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
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