CORPUS CHRISTI
Cuarto día de Novena al C. de Jesús. Málaga
Liturgia:
La Iglesia vive muchos de sus grandes
misterios en dos vertientes complementarias: una es la que llamaríamos
“histórica”, y toma pie en los hechos centrales de la Redención. Por ejemplo,
el Jueves Santo es celebración de la Institución de la Eucaristía en el
contexto de la Pasión, como mística celebración de la muerte de Jesús. La otra
vertiente es la “celebrativa” o festiva, que toma el mismo hecho pero desde su
cara luminosa. Sería en este caso que nos ocupa, la celebración del DÍA DEL
CORPUS CHRISTI, cuyo título completo es del Santísimo CUERPO y SANGRE de Cristo.
La liturgia de este día, en el ciclo B, comienza con una 1ª
lectura del libro del Éxodo (24,3-8) que nos narra el ritual que siguió Moisés
para mostrar el pacto entre Dios y su pueblo, mediante la sangre de las
víctimas ofrecidas, y la afirmación del pueblo que repite: Haremos cuanto nos ha dicho el Señor. Moisés toma la sangre, guarda
una parte en vasijas como ofrenda a Dios, y rocía al pueblo, con otra parte de
la sangre, diciendo: ésta es la sangre de
la alianza que el Señor hace con vosotros, sobre todos esos mandatos.
Pretende la lectura remontarse a los primeros tiempos en que ya hay una alianza
sellada con sangre, entre el pueblo y Dios.
El evangelio (Mc.14,12-16.22-26) nos narra la realización
plena de aquel símbolo del Antiguo Testamento, que tiene su plenitud en la
nueva alianza que firma Jesucristo con su sangre: Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por muchos.
El signo se ha hecho ya realidad, y lo vivimos en la
celebración de la Eucaristía, con especial fuerza en la solemnidad litúrgica
del CORPUS, en el que toma un significado hondo el gesto de Jesús en la Cena
última, preparada con mucho esmero por el Señor para hacer su despedida y
entregar su Testamento final a sus Apóstoles, y en ellos, a la Iglesia. En
aquella cena ritual hay un momento en que Jesús toma pan de la mesa, lo reparte
entre sus Once (ya no estaba Judas), y les dice: Tomad, esto es mi cuerpo.
Cumple así aquella promesa que hizo un día de dar a comer su cuerpo, algo que
escandalizó a las gentes y a muchos de sus discípulos, que no tuvieron la
paciencia de esperar la forma de realización de aquella promesa.
Luego, en la Cena, tomó
una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les
dijo: ésta es mi sangre de la alianza
derramada por muchos.
La 2ª lectura nos aporta la teología de este hecho: Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los
bienes definitivos. Él es el templo, el sacerdote y la víctima. Templo más grande y perfecto, no hecho por
manos humanas, es decir, no de este mundo creado.
Sacerdote muy superior a los que le han precedido, que ha entrado en el santuario de una vez para siempre,
consiguiendo la liberación eterna.
No usa sangre de machos cabríos sino la suya propia. Por eso es también
víctima.
Y aquí explica el autor: Si la sangre de machos cabríos y toros y el rociar de las cenizas de
una becerra, tiene el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la
pureza externa, cuánto más la sangre de
Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como
sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas.
En la comparación entre los rituales del Antiguo y el Nuevo
Testamento, queda claro que ahora se ha llegado a la verdad completa, porque
ahora el mediador es Jesucristo; en esa
alianza ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante
la primera alianza, y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia
eterna.
Todo esto es lo que vivimos, de manera especial, en esta
celebración de esta solemnidad, y nos pone bien a las claras que estamos ante
el misterio de nuestra salvación, y de la prenda de la vida eterna que se nos da
en la Eucaristía, que se siembra aquí en la tierra mediante la participación en
la Comunión, y da su fruto en el Cielo, adonde nos hace mirar y tender, y tomar
fuerzas para que la Eucaristía sea un motor que nos saca de lo humano y nos
mete en la órbita de participación en lo divino.
Dios está aquí: venid adoradores; adoremos a Cristo Redentor.
-
Que nuestra adoración se exprese en obras hacia Dios y hacia los
hermanos. Roguemos al Señor.
-
Que en este día de caridad y amor, abramos nuestro corazón a los que
nos necesitan. Roguemos al Señor.
-
Que, siendo tan necesaria nuestra ayuda económica, no reduzcamos a ella
nuestra manera de vivir el amor al prójimo, Roguemos al Señor
-
Que el Cuerpo y Sangre de Cristo nos impulsen a vivir mejor nuestras
exigencias cristianas. Roguemos al Señor
Por este
sacrificio, por el que Dios es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo,
pongamos en práctica nuestro servicio a Dios y a nuestros hermanos.
Por Jesucristo N.S.
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