Liturgia:
Un nuevo ejemplo de delicadeza de
sentimientos de David es lo que nos trae la 1ª lectura de hoy:
2Sam.18,9-10.14.24-25.30 a 19,3. Absalón, el hijo de David que se ha rebelado
contra su padre, en la persecución de éste se queda colgado del cuello en la
cruz de una encina. Se lo avisan a Joab quien lo remata con tres venablos en el
corazón.
David es avisado de la muerte de Absalón y llora su muerte
y se lamenta profundamente, pensando que él debía haber muerto en lugar de su
hijo.
Y tal fue el duelo, que el ejército, que volvía victorioso,
acaba entrando abochornado en la ciudad porque saben que el rey está desolado
por la muerte de su hijo.
Nueva travesía de Jesús (Mc.5,21-43) y nuevamente queda
rodeado de gentes que se estrujan para ir a su lado. De entre aquella multitud
se destaca un individuo, jefe de una sinagoga, Jairo, que acude a Jesús ante la
gravísima enfermedad de su hija, pidiéndole que baje a su casa y ponga las
manos en la niña, para que cure. Jesús se adapta a la fe de ese hombre que cree
que se necesitan esas condiciones, y emprende el camino hacia la casa.
Pero simultáneamente surge una mujer enferma de
hemorragias, quien se había gastado toda su fortuna buscando la curación, sin
conseguirlo, y no sólo no lo había conseguido sino que iba a peor.
Piensa entonces que la solución está en aquel hombre que
pasa por el mundo curando y haciendo el bien, y que a ella, conforme a su fe,
le bastaba tocar el filo del manto para quedar curada.
Dos situaciones tan dispares en la forma de creer, la de
Jairo y la de la mujer.
Caminaba Jesús hacia la casa del padre de la niña enferma,
mientras que la hemorroísa se abría paso a codazos para poder acercarse a Jesús
en medio de aquel tumulto de gente. Hasta que logra acercarse y poder tocar el
manto de Jesús. Y en ese instante queda curada de su hemorragia, y se dispone a
retirarse pasando desapercibida.
Pero la cosa no podía quedarse así. Jesús se detuvo, con
dolor para Jairo que tenía prisa por llegar a su casa. Jesús se vuelve y
pregunta: ¿Quién me ha tocado? Parece
de broma la pregunta y así la toman los propios apóstoles, que llegan a
llamarle la atención, porque es un hecho que todo el mundo aquel le va
apretujando. Pero Jesús no se refería a los achuchones de un gentío. Jesús
había notado que había salido fuerza de
él…, que alguien le “había tocado” –realmente TOCADO más con el alma que
con el cuerpo-, y eso es lo que él buscaba saber.
La mujer se asusta porque puede haberlo hecho mal y se
viene a Jesús y le confiesa su verdad. Y Jesús le responde: Hija, tu fe te ha curado; vete en paz y con
salud.
Y coincide con el momento en que Jairo recibe la terrible
noticia de que la hija ha muerto y que no
moleste ya más al Maestro porque ya no hay solución. Jesús alcanza a oír el
mensaje y le dice a Jairo: Tú cree. No
temas. Basta que tengas fe. Y Jesús continuó el camino hacia la casa
mortuoria, donde halló a las gentes revueltas, gritando y llorando muy al
estilo pomposo oriental.
Y Jesús se atreve a decirles: ¿Qué estrépito y qué lloros son esos? La niña no está muerta. Está
dormida. Lo tomaron a mal y se reían de él. Jesús dejó a la puerta a los
nueve y entró con Pedro, Santiago y Juan y los padres de la niña. Llegaron
donde yacía y Jesús la tomó de la mano y le dijo: Contigo hablo, niña. Levántate. Y ante el estupor de todos los
asistentes, la niña de doce años se incorporó, y Jesús le dijo a sus padres que
le dieran de comer.
Se quedaron viendo visiones. Y donde a mí me gusta pararme
es en Jesús, que sale de la casa entre los que se habían reído de él y sin
aspavientos, se va camino adelante sin dar lugar a más comentarios. Ha hecho lo
que tenía que hacer. A los padres los ha dejado con la niña, emocionados y
pendientes de ella. Las gentes de los llantos se han quedado sin resuello.
Jesús con sus apóstoles se retira y entre ellos se van produciendo las
preguntas y el mismo asombro de lo que han sido testigos.
Una jornada muy llena y que invita a la fe, sea cual sea la
forma de esa fe. Que la fe es la que salva y la que Jesús ha pedido a Jairo o
ha admirado en la mujer de las hemorragias.
Jesús, después de haber resucitado a la niña hizo salir a las plañideras que se resistían , antes ya las habia hecho salir...estaban todos llenos de estupor. Jesús les insistió que nadie se enterase...Les pidió que dieran de comer a la niña.Para interpretar estos hechos, hace falta la luz de la Fe. Necesitamos descubrir al Señor que se ha quedado cerca de nosotros para curarnos nuestras heridas. No hay atajos. Él es el camino. Sólo Él puede curarnos.
ResponderEliminar