7º día para pedir por la unión de las iglesias
Liturgia:
David había traído a Jerusalén el
Arca del Señor y la había instalado en una tienda que él había preparado para
ella. Pero David piensa (2Sam.7,4-17) que no está bien que él viva en un
palacio mientras el arca está en una tienda, y se hace a la idea de construir
un templo. Pero Dios, por medio del profeta Natán, le advierte a David que no
será así.
No es que Dios le retire su favor a David, pues la verdad
es que lo colma de promesas y bendiciones. Lo que pasa es que aquí se mezclan
dos planos, uno el de un descendiente
suyo, hijo de sus entrañas, que será el que construya el templo. Y más allá
de ese plano, está el plano mesiánico, por el que el reino consolidado PARA SIEMPRE está ya mirando a la figura del
Mesías.
Al primero, si se
tuerce, lo corregiré, pero no le retiraré mi favor. Al segundo promete: tu casa y tu reino durarán por siempre en mi
presencia y tu trono durará por siempre.
Es, por tanto, un texto de suma importancia, que trasciende
la historia personal de David y mira ya al Hijo
de David, al Mesías que será en sí mismo el Templo de Dios, donde Dios
habita y desde donde Dios realiza definitivamente la promesa que venía de
tiempos muy atrás, y que se consolida en David.
Mc.4,1-20 es la parábola del sembrador y su explicación,
con esos versículos intermedios en los que Jesús explica a los apóstoles por
qué habla en parábolas. Son unos versículos “molestos” al oído porque parecen
decir lo contrario de lo que se espera que digan. Pues Jesús ha tomado la
profecía de Isaías y la ha copiado tal cual, con lo que dice que “habla en
parábolas para no ser entendido”. Un absurdo total porque si Jesús no quisiera
ser entendido, con no hablar tenía bastante.
Por el contrario “la parábola” es un género de expresión
muy afín al mundo oriental, y precisamente una manera de hacerse entender. Y si
Jesús habla en parábolas es para que bajo el “cuentecillo” que expone, la gente
se quede rumiando y sacando consecuencias. En realidad era un género de comunicación
mucho más adaptado al mundo oriental que si Jesús se hubiera expresado en
conceptos, cosa que los occidentales entendemos mejor porque nos es un lenguaje
más directo a nuestra manera de entender.
Jesús pareció traspasar las fronteras y pensar en los
occidentales cuando explicó dos parábolas: ésta del sembrador y la otra de la cizaña,
como quien quiere hacerse explicar también para los que tenemos otra
mentalidad, pues la verdad es que
explicar una parábola a un oriental es una excepción.
De hecho los apóstoles no habían entendido y le pidieron la
explicación de la parábola. Y ahí Jesús se baja a la explicación en terreno
llano. Y hemos de darle las gracias porque así nos ha dado la clave para
entender otras parábolas.
Por lo pronto, en la del sembrador, la semilla –que es la
palabra de Dios- es esparcida por “el sembrador” –Jesús-, y puede caer “en
terrenos” (situaciones y personas) muy distintos, y según eso “dar un fruto”
–ser acogida- de muy diferentes maneras. Desde la no aceptación, el corazón
cerrado (como “dureza del camino”) en que Satanás arrebata la Palabra y no
puede fructificar.
O la falta de fondo en la persona, muy entusiasta con la
palabra que oye, pero dejándola escapar porque no hay personalidad ni atención
suficiente. Es como semilla sin tierra, que crece pero se agosta bajo los
ardores del sol.
Otra realidad es tener la cabeza llena de musarañas, estar
preocupado por los afanes de la vida, el dinero, el placer, el materialismo…, y
como consecuencia la Palabra no halla cabida; es como una siembra entre
matorrales, que con su fuerza bravía ahogan la semilla.
Pero hay almas abiertas, dispuestas a acoger esa siembra
que hace Jesús con su Palabra y sus obras y su ejemplo…, y entonces prende el
entusiasmo en el corazón de esas personas, y se aprovechan de las enseñanzas
que Jesús pone sobre la mesa. Y la Palabra arraiga y da fruto. Que dé más o
menos en un momento determinado, no es problema. Una vez que la Palabra prende
en el alma, el fruto se irá aumentando porque la palabra de Jesús es levadura
que fermenta la masa y la hace crecer por su misma fuerza.
"HABLABA EN PARÁBOLAS PARA NO SER ENTENDIDO". Isaías nos deja un poco desconcertados...Si Jesús no quisieraser escuchado, no hablaría.Tal vez quería decirnos que para acoger la Palabra de Dios, lo importante no es el saber o el entender. La Palabra da sus frutos cuando se la acoge y se espera que transforme nuestra vida.Es un regalo y tenemos que cuidarlo y amarlo. El que pretende dar fruto gracias a su propio saber y a su esfuerzo, seguramente que no va a conseguir ver ni comprender nada.
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