Liturgia:
San Juan, repetitivo como es su
estilo, nos aporta en la 1ª lectura (1ª, 2,22-28) una lección sobre el
anticristo. Por supuesto que él lo refiere a situaciones mayores y a un
“anticristo” de mucha influencia que ataca los valores de la naciente religión
cristiana. Por lo pronto es del anticristo el
mentiroso que niega que Jesús es el Cristo. Y no es del anticristo el que
confiesa a Jesús como Hijo del Padre. Y si esa fe permanece, no hay miedo al
anticristo.
El “anticristo” no es un personaje concreto; es todo un
modo de influencia cuyos principios básicos están en la destrucción de los
valores substanciales de la fe, de la moral, del orden natural. En la línea de “anticristos”
está la desviación que se está dando en la educación como adoctrinamiento, y un
adoctrinamiento que va a alterar el orden natural. Anticristos en las escuelas,
colegios, universidades…, en esa terrible deformación a la que llevan las
televisiones y otros medios de comunicación, que parecen al servicio del
desorden y de la alteración de la verdad. No cabe duda que esos hilos están
movidos por un ANTICRISTO que ha sabido muy bien llegar a la línea de flotación
de aquellos principios que movían la vida cristiana.
Lo que pienso es que el anticristo no es sólo esa negación
de Jesús como el Cristo, sino todos esos “anticristos” que se dan en la vida
diaria, que están lijando las bases de la fe y acaban por vivir al margen de la
fe. No hay que buscarlos en lo lejano, en lo misterioso…; están a un paso de
cada uno de nosotros y están poniendo en solfa las bases mismas de la fe.
Mucho me preocupa la descristianización del ambiente, la
lejanía del mundo actual de la fe y de la Iglesia, y de Cristo y de Dios. Pero
me preocupa mucho más los que no aparecen como anticristos sino como “más
papistas que el Papa” que vienen en discusiones inútiles y teorizaciones que,
lejos de clarificar, meten muchas más dudas en las mentes ya dubitantes de
muchos que son cristianos pero que les falta el canto de un duro para dudar de
las mismas verdades reveladas.
Los “anticristos” de la Iglesia son los que hacen una
dicotomía substancial entre Cristo y la Iglesia, entre el evangelio y la
doctrina de la Iglesia. Creo que hacen más daño que los mismos anticristos que
van por la vida negándolo todo Y es que el día que nos quiten la fe en la
Iglesia, acaban tumbando la misma revelación y por tanto el evangelio. San Juan
nos advertirá que os he escrito esto
respecto a los que tratan de engañarse. Y desgraciadamente son muchos y
hasta es posible que desde la buena fe. Pero es terriblemente delicado
establecer las dudas porque luego esas dudas hay que resolverlas desde la fe y
la fe no se improvisa.
La conclusión es: Hijos
míos, permaneced en él para que cuando se manifieste, tengamos plena confianza
y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.
Aquí es donde yo pretendo hacer parada para advertirnos a
“la gente de a pie”, que hay engendros de “anticristo” en muchas medias
actitudes en las que no comprometemos de verdad nuestra verdad personal,
nuestra fe a machamartillo, y nuestra actitud básica de fe en la Iglesia, donde
el magisterio del Papa es algo substancial para poder entender dónde está
Cristo y cuál es el modo de hacer de Cristo.
El evangelio de San Juan, que es también el que se está
siguiendo en estos días, nos vuelve a Juan Bautista (1,29-34) porque es lo que
corresponde a un seguimiento continuado del texto. Se despega del ambiente en
que estamos viviendo la Navidad y nos retrotrae a mensajes de adviento, con el
anuncio que hace el Bautista sobre el Cordero de Dios, que viene tras de mí pero que está por delante de mí porque existía
antes que yo. Yo he salido a bautizar con agua para preparar a Israel.
En efecto aquel bautismo de Juan sólo era un símbolo al que
se acogían los israelitas fervorosos para mostrar su deseo de una realidad
nueva, que había de traer el Mesías. No tenía más efectos. Era un mero signo,
pero con la fuerza de un “bautismo” que expresa una actitud comprometida.
A su vez, el Bautista confiesa que “yo soy el Mesías, ni Elías ni el Profeta, y que sólo soy ‘la voz que
clama en el desierto: Allanad el camino al Señor’.
La verdad es que esto adelanta acontecimientos porque la
celebración del bautismo del Señor se va a celebrar a continuación del día de
Epifanía, y entonces entraremos de lleno en ese punto. Mientras tanto seguimos
la lectura de Juan pero sin una connotación de historia litúrgica.
Es posible que en los próximos días, estas reflexiones lleguen con
retraso. Y por lo pronto, espero que lleguen.
Juan prdica en el desierto. Dice que él "no es el Mesías, ni Elías ni el Profeta...que sólo es la voz que clama en el desierto"Para cambiar de vida necesitamos hacer silencio y eliminar las distracciones. En un mundo como el nuestro, tan ruidoso, cuesta entrar dentro de nosotros mismos y escuchar al Señor cuando se acerca para decirnos lo que quiere de cada uno.Esto nos ayudará a vivir como mensajeros del Evangelio y no creernos poseedores de la verdad.
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