4º día del octavario por la Unión de los cristianos
Liturgia:
Estamos en el domingo 3º, del Ciclo B
del Tiempo Ordinario, que está siguiendo el evangelio de San Marcos. Hoy, en
1,14-20 tenemos el comienzo de la predicación de Jesús. Han arrestado a Juan
Bautista y Jesús anuncia que se ha
cumplido el plazo y está cerca el reino de Dios. En consecuencia hay algo
esencial para aquel momento de su aparición en la vida pública: Convertíos
y creed la Buena noticia. Dos partes de una misma realidad. CONVERTIRSE,
que es acabar un período de la vida y comenzar otro nuevo; dejar los ídolos que
obstaculizan el paso de Dios al alma, y abrirse al Dios verdadero.
Y eso tiene un camino: CREER EL EVANGELIO, tomarse el
evangelio como norma de vida. Es el modo esencial de la conversión porque es el
que abre el alma a la voluntad de Dios, manifestada por Jesucristo a través de
su palabra y de su modo de actuar.
No se trata de “creer EN el evangelio” como el que cree una
verdad, el que admite lo que dice el evangelio. CREER EL EVANGELIO es
incorporarlo a la vida personal hasta el punto de dirigirse por él, e irlo
aplicando a la vida personal.
Es lo que se plasma expresamente en aquellos pescadores:
Simón, Andrés, Santiago y Juan, que dejan las barcas, las redes, a la familia,
y se lanzan a ojos ciegas tras la llamada que han recibido de Jesús. Eso es la
conversión a la que llama Jesús, en nombre de ese Reino de Dios que comienza
con la aparición de Jesucristo, y que –por tanto- está cerca, está al alcance de la mano, si se abre uno plenamente a
las llamadas personales que Jesús hace en cada alma. Y el evangelio entero es
una llamada del Señor, que nos está imantando hacia él mismo, para que nuestra
vida sea imitación de la vida del Maestro.
Esta lectura ha atraído la 1ª, del libro de Jonás
(3,1-5.10) que nos presenta la conversión de Nínive bajo la predicación de
Jonás. Dios amenaza a aquella gran ciudad de un exterminio como consecuencia de
su mala vida. Jonás trasmite el anuncio, recorriendo la ciudad, y se produce en
sus habitantes, empezando por el rey y llegando al último, un movimiento de
conversión y penitencia. Se lo toman muy en serio y Dios ve el cambio radical
que se ha producido en ellos y no cumple sus amenazas. De hecho Dios amenaza
con tiempo para no tener que llegar al castigo.
Nínive es un buen espejo en el que quiere Dios que nos
miremos, porque la conversión sincera da paso a una acción positiva y creadora
de Dios. Eso es lo que tiene que verificarse en nuestra vida y lo que habremos
de presentar ante el Señor al cabo de nuestra existencia.
Una 2ª lectura (1Cor.7,29-31) apoya esa actitud de
conversión que se requiere en nosotros. San Pablo tiene en ese momento la idea
de que el mundo se va a acabar ya, y avisa de que el momento es apremiante. En consecuencia hay que ponerse en planta
para un bien acabar y presentarse ante Dios. Y en consecuencia va enumerando
actitudes urgentes que deben asumir aquellos cristianos: que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran, los que lloran
como si no lloraran; los que están alegres, como si no poseyeran; los que
negocian en el mundo, como si no disfrutaran.
San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios, invita al
ejercitante a imaginarse que está en su último momento. Y que entonces piense
cómo querría haber vivido. En consecuencia, eso que entonces piensa que hubiera
deseado hacer de su vida, ¡que lo lleve a cabo ahora!, porque un día será
realidad que se ha de enfrentar a su último momento.
Es a lo que nos invita esa 2ª lectura de hoy. No parece que
el mundo se acaba ya. Pero para cada uno de nosotros se hace más cercano ese
final personal. La CONVERSIÓN que se nos pide es la que trae en sí la exigencia
del evangelio en la vida diaria, para hacernos más afines a la vida de Jesús,
como imitadores suyos.
Cuantos participamos de la EUCARISTÍA tenemos cada día ese
botón de fuego que nos catapulta hacia un nuevo paso en la imitación de Jesús.
Que nos sirva de impulso para vivir la vida de acuerdo al estilo de Jesús.
Pedimos al Padre por nosotros y por la humanidad.
-
Por la progresiva conversión de las iglesias cristianas para que cada
día se acerquen más al ideal de unidad deseado por Jesús. Roguemos al Señor.
-
Porque nosotros descubramos aquellos aspectos que deben mejorar en
nuestra vida. Roguemos al Señor.
-
Porque en el mundo se produzca un movimiento de conversión que atraiga
la bendición de Dios. Roguemos al Señor.
-
Para que la Eucaristía nos sea estímulo constante para crecer en
nuestra vida cristiana. Roguemos al
Señor.
Señor Jesús,
que llamaste a unos hombres para estar contigo y continuar tu obra, impulsa en
nosotros la fuerza de una renovación personal para más imitarte.
Tú, que vives
y reinas con el padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
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