Liturgia:
Saúl ha fallado al plan de Dios y
Samuel se lamenta (1Sam.16,1-13). Dios le dice al profeta que no se lamente
porque Dios ya no acoge a Saúl. Ahora debe ir Samuel a Belén, a Jesé, porque
uno de sus hijos es el elegido por el Señor. Samuel objeta que si se entera
Saúl, lo mata, pero Dios le da el remedio: que se prepare como quien va a
ofrecer un sacrificio.
Samuel llega a Belén, invita a las familias a participar de
aquel sacrificio y cuando tiene delante a Jesé le pide que llame a sus hijos.
Van pasando unos y otros, pero en ninguno de ellos experimenta Samuel el
impulso de Dios. ¿Es que no quedan más
muchachos? –Sí, uno que está guardando los rebaños. Pues mándalo venir porque
no nos pondremos a comer mientras no venga. Y aparece entonces David, y
Samuel reconoce que es el llamado por Dios. Se levanta, toma el cuerno de
aceite y lo unge en medio de sus hermanos.
David queda invadido por Dios y ya no se aparta de él.
Samuel regresó a Ramá.
Mc.2,23-28 es el conocido momento en que los fariseos
recriminan a los discípulos de Jesús por haber arrancado unas espigas y,
frotándolas en las palmas de las manos, se comían los granos. Es que era
sábado. Y la práctica del sábado, como día dedicado a Dios, había degenerado en
una serie de prohibiciones que hacían ridículo el sentido religioso del día.
El mandato del sábado estaba puesto por Dios para
santificar ese día, y no para impedir la vida normal de una persona. De hecho,
el sábado para los judíos o el domingo para los católicos, es una señal de advertencia
para que al cabo de la semana, haya una parada en la que se descanse del
trabajo y se deje un espacio libre para dedicarlo a Dios. Y no sólo el amo, el
pudiente, el jefe. Abarca a los subordinados. En Israel suponía un día de
parada para hombres y animales y aun las tierras…, un día que hoy
calificaríamos de “higiene del trabajo”. Y juntamente, para dedicarlo al culto
a Dios, a escuchar su palabra, a hacer de ese día un día dedicado al espíritu,
que necesita de Dios y de las riquezas espirituales que le vienen de Dios:
escuchar y meditar su palabra.
Es para nosotros el sentido del domingo, como DÍA DEL
SEÑOR, si se toma como tal y no meramente como día de vacación o simplemente la
práctica de un precepto. El día del Señor (que es de donde viene el nombre de
domingo [dominus=señor]) está ahí como momento en que se da de mano al trabajo
diario y se da asueto a la persona para que honre a Dios en acción de gracias,
en culto especial de felicitación y dedicación. Los católicos lo centramos en
la participación en la Misa, que es
el acto supremo de ese “Dominus”, Jesucristo el Señor Resucitado, cuya fiesta
real se produjo en ese “primer día de la semana” que se ha venido a llamar
“domingo”. Lo felicitamos por esa fecha solemne de su triunfo, que es nuestro
triunfo.
Pero juntamente los católicos tenemos el sentido del
descanso, de la “higiene laboral”, y debemos cortar el trabajo habitual de la
semana, para dejarle al cuerpo ese tiempo para rehacerse y para poder vivir más
íntimamente la vida de familia, la convivencia sana social…, y poder comenzar
el lunes con una fuerza renovada, desintoxicada.
Todo es muy distinto del precepto sabático en la forma en
que lo tomaban los jefes judíos, y por lo que los fariseos han llamado la
atención de Jesús por lo que han hecho sus discípulos. Es una manera de hacer
estúpido un precepto que estaba dedicado a Dios, cuyo sentido debía ensanchar
los corazones y no achicarlos, ni suponer una práctica pesada y molesta.
Jesús les hace la reflexión de que en las cosas de Dios hay
un margen esponjado para vivirlo con un modo mucho más humano, como le ocurrió
a David, la persona venerada por ellos como hombre de Dios, quien en una
circunstancia concreta de su vida llega a saltarse el mandato por ser de mayor
sentido el no cumplirlo que el cumplirlo.
Y concluye con esa frase lapidaria que le da sentido a todo
lo anterior: que el sábado se hizo para
el bien del hombre y no al hombre como esclavo del sábado. Porque el Hijo del
hombre es también mayor que el sábado. La religión no como servicio
angustioso sino como modo de vivir el gozo de Dios.
Los Mandamientos o Tablas de la Ley,Dios nos los propuso para facilitarnos la convivencia, no para complicarnos la vida. Una forma de actuar más o menos correcta, al cabo del tiempo se convierte en "ley no escrita" pero que va limitando nuestra libertad y nos hace jueces de los demás. La Ley busca el bien de la persona. Cuando avasalla, cuando no respeta la dignidad de la persona , cuando dificulta la convivencia y la compasión, tenemos que pensar que algo va mal, que algo no funciona. El error y el mal deben ser condenados. Cada persona siempre debe ser amada y comprendida.
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