Liturgia: 2º domingo B, T.O.
Es un domingo muy lleno de contenido,
tanto en las lecturas que llevan el mensaje del día como en la 2ª lectura.
Las lecturas que marcan la pedagogía litúrgica de este
domingo nos ponen delante vocaciones en las que Dios cuenta con los hombres
para hacer su obra en la tierra. 1Sam.3,31 a 10,19 es la vocación de Samuel
(que hace unos días hemos tenido en la lectura diaria). Samuel ha sido
entregado al templo por una promesa de su madre Ana, que no tenía hijos y
prometió a Dios que si tenía un hijo varón lo entregaba al servicio de Dios.
Samuel escucha de noche una llamada y cree que lo llama el
sacerdote Elí. Y así por tres veces en que se presenta a Elí. El sacerdote
descubre entonces que la llamada que está recibiendo Samuel es una llamada de
Dios y le enseña que si vuelve a escucharla, diga: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Y así es como Samuel es
escogido por el Señor para ser profeta anunciador del Reino de Dios. Dios estaba con él y no dejó de cumplirse
ninguna de las palabras que anunció Samuel.
Jn.1,35-42 nos trae las llamadas de Jesús a sus primeros
discípulos. Llamadas que empiezan en forma de invitación. Andrés y otro
discípulo se interesan dónde vivía Jesús,
Cordero de Dios (tal como lo ha señalado el Bautista). Y Jesús en vez de
darles una respuesta concreta, les invita a ir con él: Venid y lo veis. Y aquellos dos hombres se quedan con Jesús el
resto del día, tan atraídos por su palabra que se acuerdan hasta de la hora que
era: la cuatro de la tarde.
Y no sólo eso: Andrés se quedó tan cogido que apenas
encontró a su hermano Simón, le comentó: Hemos
encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús. Y Jesús, nada más verlo venir, le
marca la vida con un cambio de nombre, que expresa la misión nueva a la que
Jesús le tiene destinado: Tú eres Simón,
el hijo de Jonás. Tú te llamarás Cefas
(=Pedro). Y bien sabía un judío que el cambio de nombre era una
vocación divina, por la que ya quedaba
su vida marcada para siempre.
Estamos, pues, al comienzo de un tiempo litúrgico, con la
manifestación de Jesús a la Iglesia como el que llama, el que marca una
dirección, el que nos dice a cada cual que CUENTA CON NOSOTROS, y que tenemos
un nombre nuevo por el que debemos rendir nuestra vida de acuerdo con la
llamada a la que somos convocados. Y por tanto que no podemos plantear nuestra
vida desde nuestras personales apetencias sino contando con esa llamada que nos
hace Jesús. Algo así como preguntarnos cada mañana: ¿Qué quiere Jesús HOY de mí? ¿Cómo puedo agradarlo mejor?
Eso será ir eligiendo las letras del nombre nuevo por las
que Jesús quiere conocernos y con lo que cuenta con cada uno de nosotros.
La 2ª lectura (1Cor.6,13.15.17-20) es muy concreta y muy
práctica. San Pablo también se encontró con un mundo sexualizado, y le sale al
paso advirtiéndole que el cuerpo se hizo
para el Señor y no para el sexo. Porque nuestros
cuerpos son miembros de Cristo, y el que se une al Señor es un espíritu con él.
En consecuencia: huid
de la fornicación: cualquier pecado que comete el hombre, queda fuera de él: el
que fornica, peca contra su propio cuerpo. Y
el cuerpo es templo del Espíritu Santo; él habita en vosotros, porque lo habéis
recibido de Dios.
Estamos ante una vocación concreta también. Hay quienes no
se explican por qué es pecado el uso del sexo (cuando se vive fuera del ámbito
marcado por Dios). San Pablo lo ha expresado muy claramente.
Y para quienes tenemos el privilegio de COMULGAR, de unir
el Cuerpo de Cristo a nuestro propio cuerpo, queda muy evidente que el cuerpo
que ha de recibir al Cuerpo de Jesucristo ha de mantenerse limpio y digno de
recibir la Hostia inmaculada. “Hostia” que lo es tal porque Cristo ha pagado un alto precio por nosotros
(nos recuerda San Pablo), y nosotros también necesitamos tener un sentido del
sacrificio para que no nos dejemos llevar de los deseos e instintos. ¿Qué
necesitamos sacrificarnos? –Por supuesto. Pero es que la vida recta y digna no
se puede concebir sino con un sentido del sacrificio para abordar los diversos
momentos de la vida: los casados, los solteros, los hijos, los padres, los
menores y los mayores. TODOS.
Te suplicamos, Dios nuestro.
-
Para que sepamos descubrir la vocación en la que Dios cuenta con
nosotros. Roguemos al Señor.
-
Para que seamos fieles al nombre por el que nos conoce Dios, sea cual
sea el estado de nuestra vida. Roguemos
al Señor.
-
Para que surjan en nuestras familias vocaciones al sacerdocio y a la
vida religiosa. Roguemos al Señor.
-
Para que nuestros cuerpos, que reciben la Eucaristía sea limpios y
dignos de unirnos al Cuerpo del Señor, Roguemos
al Señor.
Danos, Señor,
conciencia de peregrinos, que comenzamos el itinerario de la Iglesia, en este
proceso del año litúrgico.
Lo pedimos por
medio de Jesucristo, N.S.
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