Los rígidos tienen “miedo” de la libertad que Dios nos da,
tienen “miedo del amor”. Así lo ha asegurado el Santo Padre en la misa de este
lunes celebrada en Santa Marta. De este modo, ha querido recordar que el
cristiano es “esclavo” del amor, no del deber, y ha invitado a los fieles a no
esconderse en la “rigidez” de los mandamientos.
“¡Dios mío, qué grande eres!”. El Pontífice ha desarrollado su
homilía haciendo referencia al Salmo 103, un “canto de alabanza” a Dios por sus
maravillas. En esta línea ha indicado que el Padre trabaja para hacer
esta maravilla de la creación y para hacer con el Hijo esta maravilla de la
re-creación. Al respecto, el Santo Padre ha contado que un vez un niño le
preguntó qué hacía Dios antes de crear el mundo. “Amaba”, ha sido su respuesta.
Entonces, ¿por qué Dios creó el mundo? Simplemente –ha
explicado– para compartir su plenitud, para tener alguien al que dar y con el
que compartir su plenitud. Y en la re-creación, Dios envía a su Hijo para
“re-colocar”: hace “de lo feo lo bello, del error lo verdadero, de lo
malo lo bueno”.
El Santo Padre ha explicado también que cuando Jesús dice “El
Padre siempre obra; también yo obro siempre”, los doctores de la ley se
escandalizaron y querían matarlo por esto. ¿Por qué? Porque –ha respondido– no
sabían recibir las cosas de Dios como don. Solamente “como justicia”. En vez de
abrir el corazón al don, se escondieron, han buscado refugio en la rigidez de
los mandamientos, que ellos habían multiplicado hasta 500 o más… Tal y como ha
precisado el Papa, “no sabían recibir el don”. Y el don solamente se recibe
“con la libertad”. Y estos rígidos tenían miedo de la libertad que Dios nos da,
tenían miedo del amor.
“Te quiero mucho porque me has dado este don”. Esta es la
oración de alabanza, la oración de alegría, la oración que nos da la alegría de
la vida cristiana. “Y no esa oración cerrada, triste, de la persona que nunca
sabe recibir un don porque tiene miedo de la libertad que siempre lleva consigo
un don”, ha subrayado. Esclavos del deber, pero no del amor, ha lamentado. Al
respecto, ha asegurado que cuando te conviertes en esclavo del amor, eres
libre. Y esta es “una bella esclavitud”.
Finalmente ha invitado a preguntarse cómo recibimos la
redención, el perdón que Dios nos ha dado, el hacerme hijo con su Hijo, con
amor, con ternura, con libertad. ¿Lo hacemos con libertado o nos escondemos en
la rigidez de los mandamientos cerrados, que siempre son más seguros, entre
comillas, pero no da la alegría, porque no te hacen libre?.
Así, cada uno puede preguntarse cómo vive estas dos maravillas:
“La maravilla de la creación y la todavía más maravilla de la re-creación”.
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