A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
La liturgia de hoy nos presenta otra página del Discurso de la
Montaña, que encontramos en el evangelio de Mateo. En este paso Jesús quiere
ayudar a sus oyentes a realizar una nueva lectura de la ley mosaica.
Aquello que fue dicho en la Antigua Alianza no rea todo: Jesús
vino para cumplir y promulgar de manera definitiva la ley de Dios. Él
manifiesta la finalidad originaria y cumple los aspectos auténticos, y hace
todo esto con su predicación y más aún ofreciéndose a sí mismo en la cruz.
Así Jesús enseña como hacer plenamente la voluntad de Dios y usa
esta palabra: “justicia superior” respecto a los escribas y fariseos. Una
Justicia animada por el amor, la caridad, la misericordia y por lo tanto capaz
de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del
formalismo. El formalismo: esto puedo, esto no puedo; hasta aquí puedo, hasta
aquí no puedo… No: mucho más, en particular en el Evangelio de hoy Jesús toma
en consideración tres aspectos: el homicidio, el adulterio y el juramento.
Sobre el mandamiento “no matar”, Él afirma que se viola no
solamente con el homicidio efectivo, sino también con comportamientos que
ofenden la dignidad de la persona humana, incluidas las palabras injuriosas.
Seguramente estas no tienen la misma gravedad y culpa del asesinato, pero se
pone en la misma línea, porque tiene las mismas premisas y revelan la misma
maldad.
Jesús nos invita a no establecer una lista que evalúa las
ofensas, sino considerarlas a todas dañosas, porque movidas por el deseo de
hacer mal al prójimo. Y Jesús da el ejemplo. Insultar: nosotros estamos
acostumbrados a insultar, es como decir “buenos días”. Y esto está en la misma
línea del asesinato. Quien insulta a un hermano, asesina en el propio corazón
al hermano. ¡Por favor nunca insultar! No ganamos nada…
Y aporta otro precepto a la ley matrimonial. El adulterio era
considerado una violación del derecho de propiedad del hombre sobre la mujer.
Jesús en cambio va a la raíz del mal. Así como se llega al homicidio a través
de las injurias y las ofensas, así se llega al adulterio a través de las
intenciones de poseer a una mujer diversa de la propia esposa.
El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los pecados,
son antes concebidos en nuestra intimidad, y una vez tomada en el corazón la
decisión equivocada, se transforman en comportamiento concreto. Y Jesús dice:
quien mira a una mujer que no es la propia con ánimo de posesión es un adúltero
en su corazón, ha iniciado el camino hacia el adulterio. Pensemos un poco sobre
esto: sobre los malos pensamientos que vienen en esta línea.
Jesús después, dice a sus discípulos que no juren, porque el
juramento es signo de la inseguridad y de la doble cara con que se realizan las
relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantías
a nuestros asuntos humanos.
Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en
nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de limpidez y de confianza
recíproca, para que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a
intervenciones superiores para ser creídos.
!La desconfianza y la sospecha recíproca amenazan siempre la
serenidad¡ La Virgen María, mujer que escuchaba con docilidad y obedecía con
alegría, nos ayude a acercarnos siempre más al evangelio, para ser cristianos
no de fachada, sino de sustancia. Y esto es posible con la gracia del Espíritu
Santo, que nos permite hacer todo con amor, y así cumplir plenamente la
voluntad de Dios”.
Después de la oración del ángelus el Papa dirigió algunos
saludos
“Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos los peregrinos
aquí presentes, a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones.
En particular a los alumnos del Instituto “Carolina Coronado” de Almendralejo y
a los fieles de Tarragona, en España. También a los grupos de Caltanissetta,
Valgoglio, Ancona, Pesaro, Turín y Pisa.
A todos les deseo un buen domingo. No nos olvidemos: no
insultar, no mirar con malos ojos, con ojos de poseer a la mujer del prójimo, y
no jurar. Es tan simple.
Y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘¡Buon pranzo‘ y ‘arrivederci!'”.
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