Las características que distinguen a los grandes heraldos que
difundieron el cristianismo en el mundo son: coraje, humildad y oración. Lo
indicó este martes el papa Francisco en la homilía de la misa diaria que
celebró en la residencia Santa Marta, hoy inspirada a la liturgia de los santos
Cirilo y Metodio, patronos de Europa y que hoy la Iglesia festeja.
Los santos Cirilo y Metodio fueron ‘sembradores de palabra’
además de ‘misioneros y verdaderos heraldos’ para formar al pueblo de Dios,
hermanos intrépidos que fortalecieron a Europa, de quien son patronos.
El Santo Padre precisó que la primera característica del enviado
que lleva la palabra de Dios es la “franqueza” que incluye “fuerza y coraje”.
Vale a decir que la Palabra de Dios no es una propuesta más: “bueno, si te
gusta…”. O una idea filosófica o moral buena, sino que debe ser propuesta con
franqueza, con fuerza para que la Palabra penetre -como dijo Pablo- hasta los
huesos.
Quien no tiene el coraje espiritual en el corazón es porque no
está enamorado de Jesús, porque de allí viene el coraje. Se podrá decir alguna
cosa moral, filantrópica, pero no se llevará la palabra de Dios.
Porque “solo la Palabra de Dios proclamada con franqueza, con coraje es
capaz de formar al pueblo de Dios”.
El Evangelio del día señala “Recen por lo tanto al Señor de la
mies, para que envíe operarios a su mies”, o sea, indica el Papa, además del
coraje es necesaria la oración.
“La palabra de Dios –prosigue Francisco– va proclamada junto a
la oración. Siempre. Sin oración uno podrá hacer una hermosa conferencia, una
bella lección: buena, buena, pero no es la Palabra de Dios”. Porque la oración
hace que “el Señor riegue esta semilla para que brote”.
Una tercera condición señalada en el evangelio es que el Señor
envía a los discípulos como corderos en medio a los lobos. O sea que “el
verdadero predicador es aquel que es consciente de ser débil, que sabe no poder
defenderse por sí mismo”. Y el Santo Padre cita a san Crisóstomo que
reflexiona: ‘Si no vas como cordero, pero como lobo entre los lobos, el Señor
no te protege, defiéndete solo”. Así recordó que supo de uno que “se
vanagloriaba de predicar bien la Palabra de Dios y se sentía un lobo”. Y
después de una hermosa predicación “fue a confesar y encontró a un ‘pez gordo’,
a un gran pecador”. Este confesor “inició a llenarse de vanidad” y cuando le
preguntó al pecador qué parte de sus palabras le habían tocado más,
señalo: “Pasemos a otro tema”. Francisco indicó que no sabe si sea una historia
verdadera, pero la cosa segura es que “se termina mal” si uno “se siente seguro
de sí no como un cordero a quien el Señor defenderá”.
El Santo Padre concluyo su
homilía invocando a los santos Cirilo y Metodio, para que nos ayuden para
proclamar la palabra de Dios como hicieron ellos.
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