Liturgia
Otra vez tengo que empezar como ayer: léase el texto en
alguna Biblia y, mejor, si se tiene en algún misalito litúrgico, siempre más
asequible para entender.
Ecclo 4, 12-22 vuelve a tocar el tema de la sabiduría. La sabiduría instruye a sus hijos y estimula
a los que la comprenden. Los que la retienen consiguen gloria del Señor; los
que la sirven, sirven al Santo. Dios ama a los que la aman.
Luego pasa a hablar en primera persona, hablando la propia
sabiduría: Quien me escucha juzgará
rectamente…, habitará en mis atrios… Caminaré con él… comenzaré probándolo con
tentaciones. [La sabiduría es muy sutil y se presta a que se produzcan
engaños a la primera duda; el ser humano es muy proclive a engañarse y dejarse
engañar. Esa es la tentación, y por eso la sabiduría advierte. Y también
advierte que cuando su corazón se
entregue a mí, volveré a él para guiarlo]. (Todo esto me hace muchas veces dudar si escribir “sabiduría” con
mayúscula o minúscula. Este paso a hablar en primera persona deja mucha más opción
a pensar que habla LA SABIDURÍA, el Dios sabio por excelencia, a quien hay que
entregar el corazón).
El final del texto, muy “en judío”, acaba con amenazas. Yo
prefiero dejarlo en las advertencias y exhortaciones en las que se ha
desarrollado el resto del párrafo, y queda la misma verdad expresada en positivo
y por lo mismo, mucho más atrayente al espíritu religioso, que no se mueve por
el temor sino por el amor.
No hace tanto que hemos comentado el evangelio que tenemos
delante. Hoy lo narra Mc 9, 27-39. Y cuenta la actitud de Juan que viene a
Jesús muy eufórico como quien ha hecho una meritoria acción: Maestro: hemos visto a uno que echaba
demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los
nuestros.
Un caso de celos mal entendidos. Para Juan, el echar los
demonios es exclusivo de ellos y, en definitiva, de Jesús. Pero muy entendido
como “los nuestros”, como el grupo cerrado sobre sí mismo, que se reserva la
potestad de echar los demonios. Una obra buena, una obra que realiza aquel
hombre “en nombre de Jesús”…, pero que no reúne una condición que para Juan es
necesaria: ser “de los nuestros”. A mí me hace pensar mucho esta actitud,
cuando vemos facciones cristianas y aún católicas y religiosas que no se
aceptan, sencillamente porque cada una ha elevado estandarte propio y peculiar
de su modo de llevar las cosas, que no se compaginan con los otros modos tan
católicos y religiosos. Pero cada grupo ha enarbolado la bandera de ser o no
ser “de los nuestros”.
¿Cómo reacciona Jesús? De modo completamente distinto; No se lo impidáis, porque uno que hace
milagros en mi nombre no puede luego hablar en contra de mí. Y con esas
expresiones breves y formidables que salen de la boca de Jesús, concluye para
Juan y para todos nosotros, pertenezcamos a lo que pertenezcamos en el ámbito
eclesial: El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
Pienso que hay tela para cortar…, materia para hacer
nuestra reflexión…, y horizonte ancho para –como dice San Ignacio de Loyola-
“alabar candelas encendidas”, es decir, abrir el abanico de nuestra expresión
de fe y aceptar tantas y tantas formas de expresión cristiana como pueden darse
en el mapa inmenso de la Iglesia.
La condición es que se viva “en nombre de Jesús” (como
aquel exorcista del texto), en nombre del verdadero Jesús del Evangelio. Que a
las “candelas encendidas” le acompañen las Bienaventuranzas, los mandamientos
explicados por Jesús en el Sermón del Monte, y la Eucaristía que él nos mandó
revivir cuantas veces lo hiciéramos en
memoria suya. Que a las “candelas encendidas” acompañe la fe entendida como
la explica y expone la Madre Iglesia, donde Jesús dejó depositados sus tesoros,
no siempre explicitados por él, pero conservados en el acervo de la Doctrina de
la Iglesia, y que la Iglesia, desde los apóstoles, desde los Santos Padres,
desde el Magisterio ordinario o extraordinario, nos va desvelando en el
desarrollo de los siglos. Así han surgido miles de familias religiosas y
movimientos cristianos, que la Iglesia ha ido analizando y aprobando y
apoyando, como una prueba evidente de la riqueza insondable que es Cristo, que
dejó establecida aquella ROCA de Pedro –de un “Pedro” continuado en la
historia- para que en labor vicaria presentase la verdad de Jesucristo y la
conservase y explicitase en nuevos rasgos y dimensiones cada vez más profundas.
Sí, cuando escribimos algo sobre la Sabiduría de Dios, las mayúsculas salen solas y el corazón queda ensanchado.
ResponderEliminarJesús conocía muy bien a cada uno de los discípulos y, por fin , hoy deja claro quien será el primero. Pedro vuelve a dar la respuesta correcta. Los demás salen por donde pueden para que Jesús no les tenga que regañar; pero seguramente que se han quedado de piedra.¿ Cómo puede Jesús escoger a este insensato, tan poco juicioso y tan espontáneo? Jesús, Sabiduría infinita, conoce la humanidad de Pedro, sabe cuanto ama a sus amigos, aunque a veces se equivoque...En definitiva, sólo puede servir y estar al frente el que es capaz de amar.