Liturgia del domingo 7º A del T.O.
No debemos tomar los evangelios de estos domingos que se
vienen sucediendo, como si se tratara de enseñanzas sueltas de los evangelios.
Debemos situarnos en el contexto real en que se pronunciaron estas enseñanzas:
y el contexto es el Sermón del Monte, que empezó con las Bienaventuranzas y que
va siguiendo cada domingo poniéndonos delante la enseñanza constituyente del
Reino de Dios, que Jesús condensó en aquella montaña, rodeado de muchedumbres
que le habían seguido. Por tanto es una exposición del Reino a los cuatro
vientos, y que –por tanto- nos incumbe directamente a cuantos queremos vivir ese
Reino de Dios.
Hoy, con Mt 5, 38-48 nos ha sintetizado Jesús el modo de
relación de cada uno con su prójimo, y aun con el prójimo enemigo. Por lo
pronto queda anulado el ojo por ojo y
diente por diente. Había sido una norma de prudencia y equilibrio en sus
orígenes, porque significaba que no se hiciera al prójimo más daño del que el
prójimo venía a hacer. Que no se excediera la venganza.
Pero las desviaciones populares y de los jefes lo habían
convertido –como hoy mismo sucede en algunos pueblos judíos y árabes- en unas
venganzas extremas, con las que a una ofensa recibida se responde con otra
mayor. Eso no es el “ojo por ojo”. Pero es que Jesús anula todo sentimiento de
venganza. Y lo expresa con una de esas comparaciones llamativas de las que
tanto gusta él para expresar una realidad: a
quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. No;
nos quiere Jesús abofeteados. Pero está indicando que bajo ningún concepto es
admisible la venganza. Lo mismo indican las otras comparaciones, incluso
llegando a más, que es devolver el bien a quien nos hace el mal.
Cuando alguien se encuentra en oposición y disgusto con
otra persona, suele decir que “no la puede perdonar”, y se crean verdaderas
barreras entre esas personas, que muchas veces son los mismos familiares. Jesús
es muy claro y da la pauta de actuación: ir más allá del perdón: acompañar dos millas a quien pide que se le
acompañe una. Pero dado que hay odios envenenados que difícilmente se
superan, al menos tendríamos que traducir la palabra de Jesús por una actitud
de oración caritativa hacia quien hizo el daño.
Muy claro Jesús, y sin comparaciones, lo afirma: amad
a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que
os persiguen. Así seréis hijos de
vuestro Padre celestial. Lo que significa que, en el proceder contrario,
¡no somos hijos de Dios! Y es que Dios hace
salir su sol sobre buenos y malos y da la lluvia a justos e injustos. Dios
no hace distinción a la hora de portarse bien. Lo que no significa que a Dios
le dé lo mismo el bien que el mal, sino que trata como buen Padre a todos, y
pide que nosotros, sus hijos, hagamos lo mismo que él.
Porque si sólo amáis
a los que os aman y solo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué mérito tenéis?
¿Acaso no lo hacen igual los malos? Por tanto “sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto” que, en San Lucas está explicitado de forma más
inteligible: sed misericordiosos como
Dios es misericordioso. Lo que es encerrar en una sola frase todo el
contenido de lo que ha quedado dicho.
En la 1ª lectura (Lev 19, 1-2. 17-18) casi se repite la
misma palabra en boca de Dios: Seréis
santos porque yo soy santo; no odiarás a tu hermano. No te vengarás ni
guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás
a tu prójimo como a ti mismo.
Acento que cobra dimensiones sobrenaturales en la 2ª
lectura (1Cor 3, 16-23), en la que el argumento para tratarse bien uno a sí
mismo y a los demás es que somos templos
de Dios y el Espíritu Santo habita en nosotros. Y Dios defiende estos
templos que somos nosotros. Y es la sabiduría de Dios, que está muy por encima
de la sabiduría que viene de lo humano. Con una frase lapidaria concluye Pablo
esta exhortación: Todo es vuestro. Vosotros sois de Cristo. Y Cristo es de Dios.
Es una concatenación muy expresiva: Dios nos puso todo en las manos. Pero
nosotros, que somos de Cristo, no podemos ni usar mal de cosas y personas, ni
apropiarnos de algo o alguien a nuestro parecer, porque somos de Cristo y tenemos que actuar como Cristo actuaría. Y Cristo
actuaría siempre como quien está mirando a Dios y quiere agradarle en todas sus
cosas.
La participación en la COMUNIÓN nos tiene que exigir
profundamente en ese modo de tratar a los demás. Comulgamos al mismo Cristo y
participamos del mismo Pan. Hemos de vivir acordes el evangelio y la enseñanza
de Jesus en el trato con nuestros prójimos.
Que Dios, Padre de todos, nos enseñe a vivir el amor entre hermanos.
-
Para que recibamos frecuentemente el perdón sacramental que nos viene
por la Iglesia, Roguemos al Señor.
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Que nunca quede en el corazón un rencor contra un semejante, Roguemos al Señor.
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Que sepamos perdonar y pedir siempre por quienes nos dañan, Roguemos al Señor.
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Que seamos misericordiosos como Dios es misericordioso, Roguemos al Señor
-
Con el Papa pedimos por los que están agobiados, los pobres, los
refugiados y marginados, para que encuentren apoyo en nuestras comunidades, Roguemos al Señor
Unidos a la
RED MUNDIAL DE ORACIÓN por las intenciones del Papa, elevamos nuestra oración a
Dios, suplicando vivir el amor cristiano con todos los hermanos, aun lejanos,
pero especialmente con los que nos rodean.
Por Jesucristo N.S.
La ley del talión se opone a las enseñanzas que Jesús nos viene impartiendo desde el Sermón del Monte. El odio y la violencia siguen latentes en el corazón del hombre y pueden rebrotar en el momento que uno menos lo espera.¡ Cuántos delitos son la consecuencia de unas agresiones que no se han perdonado...heridas recidivadas, heridas mal curadas , quizá desde hace mucho tiempo.Jesús rechaza el odio y la venganza y nos enseña a responder al mal con el bien. Siempre hay que perdonar al agresor. El cristiano es un pecador y siempre ha de tener en cuenta que Cristo se puso en la cruz por sus pecados."No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a tí mismo. Yo soy el Señor".
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