Día 3, PRIMER VIERNES
Liturgia
El texto que hoy nos ofrece la carta a los Hebreos (13,
1-8), es mucho más para un examen de conciencia que para otro tipo de
reflexión. Exhorta a la hospitalidad, la acogida, y hace referencia a un caso
bíblico en el que acogieron –sin saberlo- a ángeles y recibieron la recompensa.
Y concreta: sentíos presos con los que
están presos y maltratados con quienes
están maltratados. Es una referencia directa y expresa a la palabra dicha
por Jesús: Estuve en la cárcel y viniste a verme…; tuve hambre y me diste de
comer.
Ahora vendrá la casuística: yo no puedo ir a la cárcel a
visitar a los presos. Y yo apunto a la actitud de acogida y ayuda a personas
que están “presas” en su misma personalidad, soledad, rareza… Que más de una vez
sufren “maltrato” por la falta de comprensión y por el rechazo. Que tienen más
hambre de atenciones que de comida… A las que cabe la posibilidad de atención
paciente y caritativa.
Otra de las recomendaciones del autor es de una vigencia
enorme: el lecho nupcial no lo mancilléis
porque a los adúlteros e impuros Dios los juzgará. El tema es peliagudo y
muy a tener en cuenta en el estado actual de la sociedad. El tema va desde la
realidad que tienen que vivir los matrimonios, a la mancilla oculta que se desliza
desde el Internet impúdico. Dios juzgará.
Vivid sin ansia de
dinero. Contentaos con lo que tengáis. Nueva advertencia. Es cierto que
falta dinero en muchísimas familias. Y también que hay muy poco sentido del
ahorro y de la austeridad. Y que se vive muchas veces por encima de las
posibilidades reales. El dinero es necesario y ojalá nadie carezca de lo que
necesita para vivir. Pero que también se ajusten en gastos innecesarios,
adaptándose a los propios recursos. Pero el ritmo de la vida no se pliega a
ello. Al menos es un tema digno de analizar. Y quizás la prueba es que los
mismos recursos rinden de modo muy distinto en una familia que en otra, en
igualdad de condiciones. El Señor no
abandona nunca.
Vivid acordes a vuestros maestros en el bien, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre
El evangelio de hoy es de los que tienen menos defensa para
una explicación. Mc 6, 14-29 nos narra al martirio de Juan Bautista a manos del desalmado Herodes. En el hervor de
una orgía, acabó degollando a un profeta. Y lo curioso es que él no quería…
Pero se juntaron muchas cosas ajenas pero influyentes para que rodara la cabeza
de Juan.
Lo primero es que Juan reprochaba a Herodes que vivía en
incesto con su cuñada. Y esta mujer –mujer que se siente así ofendida- se
convierte en una harpía que desea acabar con la vida del hombre que tocaba la
conciencia de Herodes.
Lo segundo es una fiesta…, un beber Herodes más de la
cuenta, y una incitación más o menos provocada que es el baile sensual de la
hija de Herodías (la mujer de su hermano), que saca de sus casillas al beodo y
acaba prometiendo el oro y el moro como fruto de su satisfacción.
Juntas las dos espitas, la pólvora y la mecha, Herodías
saca provecho aconsejando a su hija que pida “en premio” la cabeza de Juan
Bautista, servida en una bandeja allí en medio de la fiesta.
Y la joven –Salomé le llama la tradición- entra en la sala
del festín para pedirle a su tío que le
dé en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. Contrista eso a Herodes pero
como lo ha prometido con juramento, acaba cediendo y da la orden de degollar al
profeta.
Herodías se ha salido con la suya. Ya no habrá quien le
diga a Herodes que aquella relación con su cuñada era inmoral. El verdugo trae
la cabeza de Juan y la entrega Herodes y Herodes a la muchacha. Se ha consumado
el crimen.
Lo importante no es “la historieta”. Lo importante es
analizar el proceso, las circunstancias. El por qué se ha llegado a esto.
Porque en cualquier caso de nuestra vida y de nuestros fallos, el problema no
está en el final, en el resultado, sino en el planteamiento…, en los medios que
se pusieron o no se evitaron… En que no se toma en serio aquella palabra
drástica de Jesús: Si tu mano, tu pie o
tu ojo, te son ocasión de pecado, córtatelos. Porque allí donde hay un
peligro, la solución no admite medias soluciones. Sólo vale la decisión
valiente de cortar por la parte sana. Lo demás es jugar con la propia
conciencia…, es jugar con la verdad…, es jugar con Dios. Por eso he hablado
desde el principio de la necesidad del examen de conciencia.
Herodes no tuvo el valor de decir no. Herodes era un tipo que nunca tenía la culpa de nada, los culpables siempre eran los demás: "La culpa la tuvo Herodías, el que dirán o el juramento.." Herodes, ¡estuvo tan cerca de Jesús..!; pero como nunca reconoció sus errores, Jesús no se le reveló.
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