El papa Francisco rezó este domingo 5 de febrero el áungelus
desde su estudio que da a la plaza de San Pedro, y delante de los miles de
fieles y peregrinos allí reunidos recordó que “Jesús nos invita a ser un
reflejo de su luz, a través del testimonio de las obras buenas”. Y en el día
que en Italia se celebra la
Jornada Mundial por la Vida con el tema “Mujeres y Hombres por
la vida en la huella de Santa Teresa de Calcuta” invitó a defenderla porque
sagrada, desde el vientre materno hasta el final de la vida y como respuesta a
la cultura del descarte.
A continuación el texto del ángelus
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos domingos la liturgia nos propone el así llamado
Discurso de la montaña, en el Evangelio de Mateo. Después de haber presentado,
el domingo pasado, las Bienaventuranzas, hoy pone en evidencia las palabras de
Jesús que describen la misión de sus discípulos en el mundo (cfr. Mt 5,13-16). Él utiliza
las metáforas de la sal y de la luz, y sus palabras están dirigidas a los
discípulos de todo tiempo, por lo tanto, también a nosotros.
Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz, a través del
testimonio de las obras buenas. Y dice: “Así debe brillar ante los ojos de los
hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y
glorifiquen al Padre que está en el cielo”. (Mt 5,16). Estas palabras subrayan
que nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquél que es Luz
del mundo, no en las palabras, sino por nuestras obras. En efecto, es
sobre todo nuestro comportamiento que – en el bien y en el mal – deja un
signo en los demás.
Por lo tanto, tenemos una tarea y una responsabilidad por el don
recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la
acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera de nuestra
propiedad. En cambio, estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a
donarla a los demás mediante las obras buenas. ¡Y cuánto tiene necesidad el
mundo de la luz del Evangelio que transforma, cura y garantiza la salvación a
quien lo recibe! Pero esta luz nosotros debemos llevarla con nuestras obras
buenas.
La luz de nuestra fe, donándose, no se apaga sino que se
refuerza. En cambio puede debilitarse si no la alimentamos con el amor y con
las obras de caridad. Así la imagen de la luz se encuentra con aquella de la
sal. En efecto, la página evangélica nos dice que, como discípulos de Cristo
somos también “sal de la tierra” (v. 13).
La sal es un elemento que mientras da sabor, preserva el
alimento de la alteración y de la corrupción – ¡en los tiempos de Jesús no
había heladeras! Por lo tanto, la misión de los cristianos en la sociedad es
aquella de dar “sabor” a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha donado
y, al mismo tiempo, mantener lejos los gérmenes contaminantes del egoísmo, de
la envidia, de la maledicencia, y demás.
Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades, que
deben en cambio resplandecer como lugares de acogida, de solidaridad y de
reconciliación. Para cumplir esta misión es necesario que nosotros mismos, en
primer lugar, seamos liberados de la degeneración corruptiva de los influjos
mundanos, contrarios a Cristo y al Evangelio; y esta purificación no termina
nunca, debe ser realizada continuamente, hay que hacerla todos los días.
Cada uno de nosotros está llamado a ser luz y sal en el proprio
ambiente de la vida cotidiana, perseverando en la tarea de regenerar la
realidad humana en el espíritu del Evangelio y en la perspectiva de Reino de
Dios. Que nos sea siempre de ayuda la protección de María Santísima, primera
discípula de Jesús y modelo de los creyentes que viven cada día en la historia,
su vocación y misión. Nuestra Madre, nos ayude a dejarnos siempre purificar e
iluminar por el Señor, para transformarnos también en ‘s al de la tierra y luz
del mundo'”.
El Santo Padre rezó el ángelus y después dijo:
“Queridos hermanos y hermanas,
hoy, en Italia, se celebra la Jornada por la Vida, sobre el tema
“Mujeres y hombres por la vida en la huella de Santa Teresa de Calcuta”. Me uno
a los Obispos italianos en el desear una valerosa acción educativa en favor de
la vida humana. Cada vida es sagrada. Llevemos adelante la cultura de la
vida como respuesta a la lógica del descarte y al descenso demográfico; estamos
cercanos y juntos rezamos por los niños que está en peligro de la interrupción
del embarazo, como también por las personas en fin de vida: cada vida es
sagrada. Para que nadie sea dejado solo y el amor defienda el sentido de la
vida. Recordemos las palabras de Madre Teresa: “¡La vida es belleza, admírala;
la vida es vida, defiéndela!”
Saludo a todos aquellos que trabajan por la Vida, a los docentes
de las Universidades romanas y a quienes colaboran en la formación de las
nuevas generaciones, para que sean capaces de construir una sociedad acogedora
y digna de toda persona.
Saludo a todos los peregrinos, las familias, los grupos
parroquiales y las asociaciones procedentes de diversas partes del mundo. En
particular, saludo a los fieles de Viena, Granada, Melilla, Acquaviva delle
Fonti y Bari; así como a los estudiantes de Penafiel (Portugal) y Badajoz
(España).
A todos les deseo un feliz domingo. Por favor, no se olviden de
rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”
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